Ángel Vinicio Benavides, de 45 años de edad, es el padre de Emilia Benavides, la pequeña niña lojana que fue encontrada sin vida días después de su desaparición. Junto a su esposa Olga Cuenca y sus dos hijas Sarah Anabelle y Edith Angélica, nos comenta que ha tenido una vida normal, con sus altos y bajos como todas las familias.
Emilia, quien cumplió 10 años el pasado 10 de noviembre era una niña obediente. “Mi hija fue alegre, siempre tranquila, muy inteligente y perspicaz. Últimamente había cogido una madurez en la que constantemente nos cuestionaba las cosas a mi esposa y a mí”, comenta. Añade que era “muy querida y se llevaba con todos por ser muy paciente, siempre tratando de solucionar los conflictos”.
Por ser la más pequeña de la casa, 8 años la separan de su segunda hermana, era la más unida a sus padres y pasaba mucho más tiempo con ellos. Recuerda Ángel, su padre, que apenas él llegaba del trabajo Emilia ya estaba lista con sus cuadernos para que la ayude porque, según ella, “le sabía explicar bien”. Recientemente estaban luchando juntos con las divisiones. Sus padres siempre sintieron su cariño constante. “Si a veces discutíamos con mi esposa, Emilia iba donde ella y le decía: ‘mamita no estés triste, yo te amo’ y la calmaba”. Pero eso sí, no dudaba en entregarle a su padre las malas notas para que se las firmara y así evitar que su mamá se enterara. En definitiva, Emilia vivía una vida normal, le gustaba mucho el patinaje y sus padres esperaban regalarle para esta Navidad esos patines de “Soy Luna” que tanto anhelaba.
Una mirada a la paternidad
Ángel nos comenta que pensó mucho junto a su esposa en si se descuidaron como padres, pero recalcó que la idea siempre fue crear un espacio en el que hubiera respeto, para que así sus hijas pudieran vivir su vida normalmente.
“Pienso que hay dos extremos: abandonarlas tanto que sean vulnerables al peligro o abrazarlas tanto que ya no puedan respirar, y creo que hay que guardar un equilibrio”.
Entre lágrimas, Ángel menciona que al igual que él, Emilia se había convertido en alguien que confiaba mucho en la gente. “Me seguía mucho, cuando yo saludaba ella saludaba más duro”. Añade además que si ella hubiera dudado un poco no se hubiese ido con ese señor, “pero Emilia no estaba todavía en edad de discernir sino de confiar. La veo en el último video y va alegre, va contenta, como un cordero al matadero”. Desafortunadamente para Emilia, esta persona no era un completo desconocido. Se trataba del novio de la hija de una vecina, un instructor de bailo-terapia de donde vivían, por lo que era considerado como un allegado al que, hasta el momento, no se le conocían sus verdaderas intenciones.
Afrontar la pérdida de una hija
“Yo me he puesto a pensar por qué a mí, por qué a mi familia, por qué a ella”, menciona Ángel, pero luego reflexiona sobre cómo esto, por ser quienes son como familia, lo pueden vivir y superar dándoselo como ofrenda a Dios. “Tal vez otra familia no podría hacerlo, no lo entendería y sería una tragedia que los destruiría. Nuestro hogar sin la presencia de Emilia no se va a dañar, simplemente va a cambiar”. Esto que les sucedió, piensa, podrán vivirlo a la luz de la fe porque su lucha es contra el mal, no contra aquel que cometió tremendo daño a Emilia. Acordarse de cómo la mancillaron, recalca Ángel, “es deshonrarla, más bien vale recordar su capacidad afectiva, de amar y su desprendimiento por querer ayudar a los demás”. Agrega que “lo otro es muy enfermizo de recapitular porque es insoportable para un padre. Yo que era incapaz de jalarle un pelito… imaginarme que la matan… es muy dura esa parte”.
El día 20 de diciembre se realizó una marcha por la familia y por Emilia llamada “Con Emilia Todos Somos Familia”, que culminó con la entrega del Proyecto Emilia Alejandra al Gobernador de Loja con el fin de preparar estrategias ante sucesos de este tipo y para el cuidado de la niñez.
Al momento de la entrevista la familia Benavides estaba a la espera del cuerpo de Emilia, que no podría ser entregado hasta no tener una certificación científica de cómo la agredieron y sin eso, menciona Ángel, no habría testimonio para poder acusar, “no lo hago por dañarlo a ese señor o a los tres involucrados, lo hago porque tienen que pagar ese error con todo el cargo de la ley”, de esta forma asegura que se podrá evitar que ese dolor que le han causado a él se lo hagan a otros padres de familia.
Una ciudad conmocionada
El padre de Emilia nos cuenta que durante este suceso “Loja ha sentido a Emilia como hija propia, como una herida en pleno corazón”. “Cientos de personas estuvieron desde el primer día ayudándome a buscarla, amaneciéndose sin importar que tenían que trabajar. Esto fue algo que le interesó al país y yo he aprovechado para que este desagradable acto que nos pasó se convierta para mí en un retorno a la evangelización”, comenta Ángel. De la misma forma cree que no se debería, ante este hecho de sangre, generar otro más. Este suceso fue muy significativo para los miembros de la familia Benavides, uno que “en 90 años de vida recordaré como si fuera ayer. Hay perdón con olvido cuando ese recuerdo definitivamente a uno ya no le hace daño”.
También te puede interesar: El dolor de la pérdida
Comenta Ángel que mientras Monseñor Alfredo Espinoza lo abrazaba dándole el pésame le dijo: “llénate de la fuerza de Dios, tienes una fortaleza enorme, pero reza bastante por la conversión del que te hizo esto” y aquello lo marcó. Ahora cree que en el momento en que conscientemente y con todo el cariño de su alma rece por el victimario de su hija, sabrá que se habrá liberado y lo habrá perdonado. Siendo honesto nos confiesa que quiere dar testimonio, sobre todo por Emilia, para que ella desde el cielo no piense “qué pasó con mi papá, por qué si a mí no me permitía ni dar cocachos él está así”, añadió. “Yo la quiero ver alegre, tranquila y la violencia jamás va a devolver nada. Hay que ver todo a la luz de la fe de Dios”.
Para él, ni su esposa ni sus hijas van a permitir que a raíz de lo ocurrido se genere una avalancha. Por el contrario, pedirán a Dios “escudo, arma y la coraza de la fortaleza”. De esta forma, Dios les dará el don de la sabiduría y podrán ir olvidando lo que sucedió con Emilia, para solo mantener el recuerdo que al inicio de esta entrevista nos contó Ángel, siempre con la oportunidad de practicar el perdón y esperando que algún día, sin necesidad de decirle a nadie, sea feliz por haberlo logrado.
El día de ayer 22 de diciembre los restos de Emilia fueron entregados a su familia. La misa de despedida se realizó en la Catedral de Loja, presidida por el Obispo Alfredo Espinoza. Texto de la homilía de Emilia Alejandra Benavides Cuenca |
Por: Carol Arosemena A.
Editora Revista Vive!
Máster en Comunicación y Educación