Devoto de la Virgen de Fátima y del silencio: el técnico de Portugal, nos recuerda que Dios nos «pide tan pocas cosas, si no las queremos cumplir ¿entonces por qué asumimos el compromiso?».
La selección de fútbol de Portugal empezó su participación en la Copa del Mundo de Rusia enfrentando a España este pasado viernes 15. El partido terminó 3-3, con todos los goles portugueses marcados por el crack Cristiano Ronaldo, el mismo que les dio el truinfo frente a Marruecos el pasado miércoles 20.
Un líder que da testimonio
Frente al equipo lusitano, está el técnico Fernando Santos, que no tiene ningún recelo en manifestar públicamente su fe católica y declararse «devoto de Nuestra Señora de Fátima y del silencio».
Para él, «ser católico es un compromiso serio». En una serie de encuentros sobre Dios organizados por la comunidad Capela do Rato, en Lisboa, hace algunos años, declaró que orar es lo primero que hace cuando se despierta. Luego de esto lee algunos pasajes de la Biblia, proclamados en la misa del día. Por supuesto, además no faltar a la misa de los domingos, trata de ir durante la semana, así esté en el extranjero.
Una vida junto a Dios
En la infancia, solía ir con sus padres al Santuario de Fátima al menos una vez o dos al año. “Hubo siempre esta relación, fui creciendo y mi vínculo con Dios, entre bodas, bautizos y Cova de Iria, se fue manteniendo”, declaró en una reciente entrevista.
De esta época conserva las mismas oraciones de su infancia, hábito del que no desiste, sin importar cuán cansado esté. Además afirma que, al mirar atrás, sabe que nunca ha estado solo ni ha sido abandonado por el amor de Dios.
Si bien él está consciente de que su juventud no fue “muy de acuerdo” con la propuesta cristiana: a pesar de nunca haber descuidado la oración antes de dormir, Fernando Santos admite que su relación con la fe era superficial, de “oír y después alejarse”. En donde, durante la universidad fue “un periodo en el que surgieron más cuestiones”: dudas, inquietudes, vacilaciones…
Un reencuentro con el Señor
Pero a pesar de sus altos y bajos espirituales escogió “casarse por la Iglesia“. También bautizó a sus hijos, aunque no se sintiera muy cercano a Dios. Gracias a esto, durante la confirmación de su hija, a quien acompañó muy de cerca en su preparación que vio la luz. Cuenta él: “comprendí que Cristo está vivo en cada uno de nosotros”.
Volvió a ir a misa: al principio, se sentaba en los últimos bancos; al poco tiempo, con su esposa, se fue acercando al altar. Participó de un Cursillo de cristiandad, del que afirma que volvió transformado. «¡Me caí del caballo!». ¿Su gran descubrimiento? «¡Está vivo!», afirma Fernando Santos sobre Jesús vivo en la Eucaristía:
Lo que me toca es el sagrario, saber que Él está ahí, que puedo hablar con Él, que Él me oye y que yo hablo… Y algo bueno es que no me responde enseguida. Responde siempre, pero no me interpela enseguida ahí. Ese descubrimiento me cambió radicalmente. La cuestión del amor empezó a germinar ahí.
Desde ahí Santos no ha dejado de llevar consigo un crucifijo, que representa su compromiso con Cristo. Y sobre todo pedirle al Espíritu Santo “el don de la sabiduría, la de los pequeñitos, para poder oírlo, escucharlo. Después viene la perseverancia, dejar que Él me ame siempre. Y en tercer lugar, la humildad, para que lo pueda servir sirviendo a los hermanos”.
Vía Aleteia