En un estado de México, en medio de un entorno violentado por el crimen organizado, un obispo mantiene viva la esperanza a través del evangelio.
La Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, sufragánea de la Arquidiócesis de Acapulco, en el estado de Guerrero, México, atiende a alrededor de 900 mil fieles, que viven su fe en una zona controlada por los capos del tráfico de drogas. Específicamente de opio, obtenido de la flor de amapola. De acuerdo al ‘Índice de Paz México’, Guerrero es el segundo estado más violento del país, apenas en el primer trimestre de 2018 se han registrado 651 homicidios.
Seguir los pasos del Papa Francisco
El Mons. Salvador Rangel, Obispo de Chilpancingo-Chilapa, señaló que Guerrero, junto con Michoacán, Oaxaca y Chiapas es uno “de los estados más retrasados”, tanto en “la cuestión económica, social, cultural”.
Al no haber oportunidades, los pobladores fácilmente terminan en manos del narcotráfico. Para el obispo mexicano, los cárteles de la droga “han entrado a dominar” en los territorios en los que “el Estado ha perdido su rectoría”.
Mons. Rangel ha sido considerado por diversos medios como un obispo polémico, e incluso se ha sugerido que ha pactado con el narcotráfico, luego de que el prelado hiciera público que se ha reunido con capos para interceder por la vida de sacerdotes o para que no se prive de agua o electricidad a poblados humildes. Incluso candidatos políticos recurrieron a él para que pida a los “capos” del narcotráfico que respeten sus vidas.
Lejos de cualquier pacto con el crimen organizado, para Mons. Rangel dialogar y evangelizar en territorios del narcotráfico es seguir las pautas del Papa Francisco. “He tenido muy en cuenta lo que se nos ha dicho sobre ir a las periferias existenciales del hombre y de la mujer. Para mí, una de esas periferias es la violencia que se está viviendo, el narcotráfico que se da en estos lugares”, afirmó.
Pastoral en territorio del narcotráfico
Mons. Rangel aseguró que siempre ha reflexionado sobre lo que significa hacer pastoral ante personas inmersas en el mundo del crimen, los secuestros y asesinatos.
«Esas personas tienen un resquicio de bondad, porque no son maldad total, la maldad total solo está en el infierno. Yo sé que si logramos sembrar semillitas de Evangelio, podría haber un cambio en los corazones de los criminales», expresó.
El obispo ha establecido nuevas parroquias en zonas muy alejadas y controladas por el narcotráfico. En ese sentido, dijo que a las personas que viven en las regiones controladas por el narcotráfico, igual “se les bautiza, se les casa, se celebran sus ceremonias, sus funerales. Estamos con ellos, y ellos tienen ese respeto por la Iglesia Católica”.