Compartir:

La inclusión está aquí para quedarse y debe cambiar la vida de cada joven ecuatoriano que la necesite.

Hoy están muy vigentes las reflexiones en torno a las diversidades humanas en múltiples ámbitos, las que se convierten, con ilusión, en metas para lograr tolerancia, aceptación, inclusión y respeto de los derechos humanos… de todos los humanos.

Grandes ideales implican esfuerzos significativos, y desde mediados del siglo XX e inicios del siglo XXI, se ha buscado llevarlos a la práctica en el ámbito de la educación superior.

Los mismos derechos para todos

También podría interesarte: ‘Marthita Ampuero: perseverar es cuestión de familia’

Otro concepto paraguas que ampara la inclusión a las diversidades, es el de `igualdad de oportunidades´, que recoge nuestra legislación refiriéndose a los grupos vulnerables y con pobre capital cultural, a minorías étnicas y raciales, y a personas con discapacidad, entre otras.

Manifestamos nuestro genuino acuerdo con esta orientación sin dejar de señalar que la igualdad de oportunidades es un concepto bien intencionado al que filosóficamente se adhieren casi todos los sistemas de educación superior del mundo. No obstante, es complejo de precisar, medir, implementar, quedándose muchas veces en “slogan”.

El reto de la educación superior

Un análisis más profundo devela que la inclusión de alumnos con discapacidades constituye un desafío complejo en las universidades, pues involucra todos los procesos desde la admisión, la enseñanza/aprendizaje, las evaluaciones finales y el aval para la práctica profesional en la sociedad. A esta complejidad se agrega la involucración del colectivo de docentes, el entorno estudiantil, el personal administrativo y hasta a la familia del estudiante.

Mantener a estos estudiantes dentro del entorno educativo requiere nuevas respuestas por parte de las instituciones, con ajustes arquitectónicos, programáticos y de servicios. Además, adaptaciones en aspectos curriculares y en todas las actividades de la vida estudiantil. Vemos claramente que la inclusión en la universidad presenta “tanto terrenos inexplorados como gastos imprevistos”.

El desafío, por lo tanto, es de proporciones enormes por lo que ni los organismos gubernamentales –nacionales o locales– ni la sociedad civil, pueden ni deben pensar que las universidades están en condiciones de enfrentarlo sin apoyo financiero y tecnológico. Se abre así, también, un amplio espectro para la responsabilidad social de las empresas por medio de becas y otros estímulos.

 La Universidad Casa Grande está alineada con este ideal, con mesura y realismo, y lo hace de la mano de organismos especializados. En concordancia con su compromiso, ofrece una Maestría de Educación con mención en Educación Inclusiva, abierto a maestros de primaria, secundaria y universidad, con expertos nacionales e internacionales.

Por Marcia Gilbert de Babra
Canciller
Malca de Goldenberg
Coordinadora Bienestar Estudiantil
Universidad Casa Grande.

Compartir: