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En el contexto de Congreso Crear valor e innovar dirigido a las escuelas católicas de Guayaquil, el Doctor  Félix Hernando Barreto Junca, representante de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), sostuvo dos conferencias, la primera sobre «La tecnología en el aula, un desafío entre el pasado y el futuro» y otra acerca de «Una mirada a los millennials, y su responsabilidad por el mundo».

Cualquier avance tecnológico trae consigo cambios, y como es de esperarse su impacto en la educación hay que tomarlo en cuenta. Es sobre este tema que Félix indaga al hablar de tecnología en la escuela, pero más allá de ver cómo implementar los avances tecnológicos nos da un enfoque sobre qué hacer como padres de familia y maestros.

Afrontar los cambios tecnológicos

Félix menciona que la palabra clave es “adaptación”, ya que a los chicos les viene incorporada la tecnología y no les es extraño. “El tema somos los adultos, los migrantes de la tecnología, que debemos perderle el miedo”. Añade que al ser creados por los adultos los sistemas educativos al momento de implementar tecnología “creemos que al entregar la tablet o el computador y está solucionado el problema y llegó la tecnología a la escuela”; sin considerar que debe haber una migración mental para que funcione.

A lo largo de la vida la tecnología ha existido en diferentes formas, el ábaco, las calculadoras y ahora los smarphones, y ninguno de estos son malos, sino el uso que se le da; “ahí es donde está nuestro conflicto, no sabemos qué es, no sabemos cómo utilizarlo y nos da miedo”.

Ese miedo al cambio menciona Félix, nos lleva a algo interesante, se continúan formando docentes tradicionales, sin salir de la zona de confort. Aunque menciona que es “echarle demasiada agua sucia al maestro”, comenta que el problema está en que “no hemos entendido donde está la razón de ser del proceso formativo, me he convencido que el centro de la educación no es el niño, sino el maestro”. Añade que: “si el maestro sabe lo que va a enseñar, lo enseña con cariño y si está contento y tiene las condiciones, hará un trabajo interesante”.

Detrás de la tecnología está la persona

Recuerda además que la escuela, nació para el proceso de integración más que para el tema académico y que eso se nos ha olvidado. Las exigencias del este siglo respecto a la competencia han hecho que los jóvenes piensen que a toda costa deben ser los mejores, llevándolos a vivir frustrados. Entonces, ¿qué rol juega aquí el maestro?

Félix resalta que “el millennial no come entero”, a diferencia de la generación que le precede, que creía que la última palabra la tenía el maestro. Por este motivo hay que despertar esos intereses y ganas por hacer las cosas, enseñarles a los chicos a descubrir, construir, decirle “tú puedes hacer cosas nuevas”, sostiene Barreto. Eso por un lado, pero además el manejo de sus emociones. Este punto es muy importante sostiene Félix, “tiene que ver con el tema de la construcción de familia actual, de los profesores y de una sociedad que no le está brindando un sostén a ese chico”.

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“Hay una palabra que a mí me encanta, que siempre la pronuncia el papa Francisco y es acogida”, comenta. Bajo esa mirada el maestro puede acompañar e ir junto al chico construyendo sus emociones, el tema de aprendizaje se lo tiene que exigir. Esto, sostiene Barreto contrasta con la tan difundida “tolerancia”; “porque entonces ‘él es así, y lo tolero’, ‘él es distraído o se pierde en clase, toleramos’, ‘sus padres se están divorciando, toleremos’. Ahí, es cuando se deja de exigir al chico porque se piensa que todo le va a afectar y que va a entrar en depresión, “y no, al chico hay que seguir exigiéndole”.

Los chicos siempre serán chicos

Sí, las circunstancias o el contexto pueden haber cambiado, pero al dejar de exigirles, aunque las circunstancias alrededor de él no sean las mismas, es abandonarles. “Nuestra mente tiene que cambiar, el chico no quiere estar todo el tiempo sentado en una clase o una empresa, y volvemos al tema de las emociones. La nota o calificación ya no les interesa, pero sí que les digan que lo hicieron bien, su interés es sentirse reconocido, valorado, lo que no tienen normalmente nuestros chicos”, concluye.

Por Carol Arosemena
Máster en comunicación y educación.

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