No es cuestión de “dejar un tiempo para Jesús”, hoy lo celebramos a Él.
Es común que las festividades se conviertan en una gran oportunidad comercial: el día de la Madre, día del Padre, San Valentín, etc. Lastimosamente, si hay una festividad que se ha desvirtuado en este punto, sería Navidad. El mundo mercantil se la ha tragado viva, le ha arrancado su verdadero sentido y le ha puesto barba blanca. Por eso, ahora que se acerca la Navidad, rescatémosla, devolvámosle su sentido profundo, para que no desperdiciemos, ni nos privemos de las tantas gracias que Dios nos quiere regalar.
Una gran noche
La Nochebuena es la noche en que todo comenzó, este pasaje del libro de la Sabiduría que se suele utilizar en la misa de media noche me fascina porque dice: “Cuando un profundo silencio envolvía todas las cosas y la noche estaba a la mitad de su camino, tu palabra omnipotente, Señor, descendió de los cielos, desde tu trono real” (Sab 18, 14-15)
Dios, sí, ¡Dios! se hizo uno de nosotros, Jesús nace y lo recordamos rescostado en un pobre pesebre junto a María y José. ¿No les parece curioso que solo los pastores y algunos extranjeros fueron los que adoraron a Jesús en ese día? Era precisamente porque no tenían nada entre manos, y si lo tenían era para dar. Los que estaban en sus palacios no fueron testigos de este gran misterio, ni los que le negaron posada a la Sagrada Familia.
Que no ocurra que este día nos llenamos de regalos, “recibe y recibe” y no tengamos tiempo de adorar a nuestro Mesías. Mira si también estás privando de espacio a Jesús, en tu comida y al compartir en familia.
Aprovechemos las fiestas
¡Ni una Navidad desperdiciada más! En Nochebuena en tu pesebre, en familia cuenten los sucesos acaecidos esa noche, para que desde el más grande al más pequeño sepan lo que celebramos. ¿Qué regalo le vas a dar a Jesús? A qué pecado o vicio vas a renunciar, de qué odios o rencores te vas a desprender, qué obras de misericordia estás dispuesto a hacer y no olvidemos rezarle.
La cena, compartir en familia, los regalos, la fiesta, están bien, siempre que no nos olvidemos del homenajeado, de ir a misa ese día, de recibir a Dios, quien se ha hecho carne para alimentar al mundo entero. Vivamos una Navidad inolvidable a doble familia, la tuya y la de Jesús.
Por P. Roberto Aguirre
Párroco de la parroquia San Juan Pablo II