En una sociedad cada vez más volcada al consumismo, debemos ser empresarialmente responsables.
El Bien Común se lo entiende como aquello de lo que se benefician todos los ciudadanos, el buen funcionamiento de todos los sistemas sociales, instituciones y medios socioeconómicos, de los cuales todos dependemos. La Iglesia lo define como la paz y seguridad de las que, las familias e individuos, pueden disfrutar en el ejercicio de sus derechos, y al mismo tiempo de la mayor abundancia de bienes espirituales y materiales, mediante la colaboración activa de todos los miembros de una colectividad.
Es además, la justicia, la libertad, el derecho al trabajo, la salud, la educación, la seguridad, la preminencia del individuo sobre el Estado, el derecho que tiene cada individuo a ser libre y buscar su realización.
El bien común se asienta en la naturaleza humana, su centro es el individuo y no es ajeno a los planes de Dios. El bien particular y el bien común no se contraponen, cada individuo está obligado a contribuir y coadyuvar a él.
Ser responsables
Los empresarios, los directivos y administradores, hemos recibido esta vocación, tan noble como cualquier otra. Por lo que estamos obligados moralmente a ejercerla con celo y suficiencia profesional. Esto, realizado con ética y responsabilidad, buscando el bien de las organizaciones que dirigimos, pero también el bien común, de los consumidores, de nuestros colaboradores y de la comunidad donde nos desenvolvemos.
De la misma manera, procuremos ser responsables con el medio ambiente, con el uso racional y responsable de los recursos, preservando la sostenibilidad de nuestras operaciones, garantizando el goce de los bienes y medios de producción, para no afectar el bienestar de las generaciones futuras. Toda actividad puede realizarse de forma más fácil ahora, mediante las tecnologías disponibles, sin perjudicar ni afectar el medio ambiente, cuidando en no dañar o perjudicar el uso del suelo, del agua, de las especies, de los ríos y océanos.
Ser ejemplo
Los empresarios ahora más que nunca debemos dar ejemplo de corrección y apego a la ley. Pagar nuestros impuestos, respetar los derechos de los trabajadores y no incurrir en ningún tipo o acto de corrupción. Es preferible perder un negocio, que contribuir a corromper más la sociedad. Comprometámonos a competir correctamente, respetando a nuestros competidores, no haciendo a otros, lo que no nos gustaría que nos hagan a nosotros mismos.
Respetemos la confianza de nuestros consumidores, de nuestros clientes, no abusemos jamás de ellos. Que el producto o el servicio que ofrecemos responda a sus expectativas, a la promesa de fabricante, a las normas y estándares de calidad establecidas. Si por cualquier razón se presenta un incumplimiento o una falla fortuita, ser prontos en reconocer y responder por ello.
En estas épocas en las que cada vez más nos dejamos llevar por el consumismo, pensemos en la responsabilidad que tenemos como proveedores. Si bien debemos mantener un negocio, siempre cumplamos con el consumidor, ofreciéndole el mejor producto, el mejor trabajo y al mejor precio.
Replanteémonos los bienes y recursos que nos han sido confiados, respondamos oportunamente, no solo por la vocación que tenemos sino por los dones que hemos recibido y en especial pensando en que es nuestro prójimo quien recibe algo de nosotros.
Por Luis Villacrés S.
Miembro del Directorio ACE.