El Martes Santo trae consigo una profecía muy importante y a la vez desgarradora para todos los discípulos de Jesús que estaban a su lado.
Este martes oremos a Jesús para que podamos comprender todas sus enseñanzas finales antes de su dolorosa pasión, y que estas nos ayuden a ir por el camino de la verdad y la vida eterna.
“Jesús salió del templo y se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Ven todo esto? De cierto les digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”
(Mateo 24, 1-2).
Aproximadamente en el año 70, las legiones romanas destruyeron el gran templo judío. El emperador romano a cargo del combate bélico tomó la decisión de dejar en pie solo una parte del muro exterior para que sirviera como escarmiento y memorial de que Roma había vencido a Judea. Desde entonces se conoce a este muro como el Muro de las Lamentaciones.
Según los relatos bíblicos del Antiguo Testamento, el Rey Salomón construyó un templo y Dios le prometió que su presencia iba a morar en ese santo lugar para siempre (2 Samuel 7:13, 16). Los judíos han orado frente al muro exterior sobreviviente de la destrucción del templo durante los últimos 2000 años aproximadamente, y para ellos, según sus creencias, representa el lugar más sagrado de la tierra.
El muro del templo
El Muro de los Lamentos no forma parte central del edificio del templo, se trata más bien del cerramiento exterior. En la explanada donde antes se ubicaba el templo de judío de Jerusalén, actualmente se encuentra una de las construcciones musulmanas más importantes del los ritos islámicos: la Mezquita del Domo de la Roca, que en su interior guarda una roca donde, según la tradición islámica, el profeta Mahoma habría pisado para ascender a los cielos acompañado del ángel Gabriel.
Una creencia en común que tienen tanto judíos como cristianos es que en este lugar, conocido monte del templo o explanada de las mezquitas, es el mismo sitio donde el Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac por pedido de Dios, según lo que narra el libro del Génesis. Los judíos piensan que en este lugar empezó la construcción del mundo, siendo lo más sagrado el extinto Templo de Jerusalén.
La profecía
El Martes Santo, según las crónicas de los Evangelios, Jesús vuelve al templo y los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos lo confrontan por el suceso del día anterior, expulsando a los cambistas y mercaderes del templo (cf Mc 11, 27-33).
En este día, Jesús predicó con algunas parábolas, entre ellas, habló sobre hacer la voluntad del Padre con la parábola de los dos hijos y la viña (cf Mt 21,33-46), dijo que el reino de los cielos era como una fiesta de bodas (cf Mt 22,1). Dejó también una gran enseñanza sobre la justicia y el pago de los impuestos cuando le preguntaron si era lícito pagar el tributo al César (cf Mt 22,15) y reprendió fuertemente a los saduceos por negar la resurrección (cf Mt 22,23).
Sin duda, algunas de las más significativas es la profecía sobre la destrucción del Templo de Jerusalén, en la que advierte que no quedaría piedra sobre piedra, actualmente cumplida (Mateo 24, 1-2).
Una reflexión
Si hemos hecho un camino de fe y cumplimos los preceptos, hay momentos en que podemos sentirnos como los sacerdotes y maestros de la ley del tiempo de Jesús, que lo interrogaban como pidiéndole más pruebas de la autoridad que tenía. Los días que preparan el santo triduo pascual de la Semana Santa son idóneos para plantearnos dos preguntas a modo de examen de conciencia: ¿realmente le creo a Jesús?, y, ¿he vivido un experiencia de fe que me lleva a dar testimonio con mi propia vida?
Este martes oremos a Jesús para que podemos comprender todas sus enseñanzas finales antes de su dolorosa pasión, y que estas nos ayuden a ir por el camino de la verdad y la vida eterna.
“Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis:
Bendito el que viene en el nombre del Señor”
(Mateo 23, 39).
Escrito por: Miguel León @mleonastudillo / mleon@metanoia-ecuador.org
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