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Enfoquémonos en lo que nos ayuda a estar bien.

Cada día trae consigo circunstancias que pueden, en ocasiones, afectar nuestro estado de ánimo. Ante esto, como seres humanos presentamos dos tipos de motivaciones: la intrínseca y la extrínseca.

La motivación intrínseca es la que cada persona se auto provoca, logrando un equilibrio en sus emociones y afrontando mejor las situaciones cotidianas. La motivación extrínseca es la que recogemos del exterior, que se activa cuando recibimos un elogio, una bonificación, un cumplido, etc.

Ambas son importantes y necesarias, aunque existen personas que le atribuyen todo su estado a lo que sucede únicamente en su exterior, llegando así a un punto de insatisfacción.

Tomar las riendas

La buena noticia es que podemos entrenarnos para afrontar lo que sucede afuera de una mejor manera, aprendiendo a reconocer nuestros méritos sin la necesidad de la aprobación total de los demás. Para ello requerimos centrar nuestra energía en objetivos propios y no ver a los otros como una amenaza.

Las emociones pueden ser contagiosas, y si identificamos con qué nos quedamos, administramos nuestros estados de ánimo y nos damos permiso de sentir, reduciremos lo que nos da malestar.

También es importante reconocer, las emociones  que trasmitimos. Nuestra responsabilidad es romper ese ciclo e impregnar a los demás de emociones positivas.

Enfocarnos mejor:

  • Ver al otro desde la curiosidad y no desde el juicio; reconocer que todos pasamos por momentos difíciles, y que cada persona tiene sueños, expectativas y problemas al igual que nosotros.
  • Ser conscientes de que las emociones afectan nuestra salud física y mental.
  • Centrarnos en lo que queremos, esto facilita que nuestro cerebro se oriente hacia la acción.
  • Plantéate metas que te conduzcan a algún objetivo, así tu mente se encargará de luchar por lo que quieres, evitando las distracciones.
  • Cuando estés con una persona tóxica, si es alguien cercano y no puedes dejar de frecuentarle, disminuye el tiempo que comparten.
  • Inicia conversaciones con temas agradables y evita enfrentarte a posturas contrarias, entre más desafiamos al otro, más se encargará de defenderse y mostrará mayor irritabilidad.
  • Enumera las cosas buenas que suceden durante el día, puede ser desde una sonrisa, un abrazo, hasta algo material. Léelo antes de dormir, esto le enseña a nuestro cerebro a filtrar lo positivo y empezará el maravilloso efecto de agradecer.
  • Hacer deporte o caminar tres veces a la semana durante mínimo 25 minutos, facilitará la segregación de sustancias que incrementan el buen estado de ánimo y la salud física.

Despierta todos los días con la convicción de que podrás administrar tus emociones, y si algo inesperado sucede, detente y respira, rompe el ciclo y sigue. Lo malo no es sentir, puesto que darnos permiso de experimentarlo está bien, lo que debemos tener claro es que no podemos quedarnos con esa emoción retenida por mucho tiempo.

Ten en cuenta que, si otra persona te desestabiliza de forma constante, te comportarás bajo el estado que ellos deseen y no es necesariamente lo que te hace bien a ti. Tener un equilibrio físico y emocional es posible si nos entrenamos a diario en ello.

Por Psic. Carol Obando
Directora Centro internacional de PNL
Coaching y psicología.

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