La amistad con uno mismo es una de las relaciones más preciadas. Vale la pena invertir en ella.
Aprender a escucharnos y expresar nuestras emociones
El saber escucharnos es fundamental para comprender cómo nos encontramos en cada etapa de nuestra vida. No podemos ser verdaderos amigos sin el autoconocimiento que nos da consciencia de todo lo que nos ocurre. Esto significa aplicar la escucha activa en el modo en que pensamos, sentimos y nos expresamos.
Es posible que uno se trate de manera muy dura o desagradable aun sin darse cuenta de que lo está haciendo. Ser capaz de expresar esas emociones con palabras, nos permite reconocer que lo que uno se dice y piensa sobre uno mismo nos afecta enormemente y que podemos llenar ese lenguaje con valores positivos.
Aceptar que tenemos vulnerabilidades y saber perdonarse
Es importante ser amable con uno y aceptar nuestra humanidad imperfecta. Saberse humano es un grandeza que nos permite abrazar toda nuestra realidad. Comprender nuestras debilidades nos permite dar ese primer paso de triunfo de amor en el crecimiento personal.
Ser amables no significa que uno complazca su orgullo o sea egoísta. Es un hábito saludable que necesita práctica constante, como comer adecuadamente y dormir lo suficiente. Cuando cometemos errores podemos recurrir a la paz que nos da el perdón y aprender la lección para no volver a cometerlos. Un buen amigo tiene una actitud abierta y sabe perdonar.
Mirar menos a los demás y ejercitar nuestros dones
Hay una tendencia constante a mirar a los demás buscando compararse, pero eso nos quita el foco. Si no cuidamos lo nuestro porque pasamos más tiempo en el Instagram de un amigo, hablando de los vecinos o dando opiniones y elevando juicios sobre el resto, estamos limitando nuestra propia capacidad para crecer. Si el motor de nuestras conductas están fuera, se va perdiendo la dirección y la relación de amistad que podemos tener con nosotros mismos.