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Compartir la vida con una persona que nunca se siente feliz, puede llevar a preguntarse ¿qué puedo hacer para que él o ella se sienta mejor?, creyendo ilusamente que todo depende del propio esfuerzo. Pero no.

Esta serie de investigaciones confirma que hoy más que nunca hombres y mujeres cavan su propia tumba de aislamiento y falta de energía, con malos hábitos de vida. Hay que estar alerta para darse cuenta si nos estamos acostumbrando a estos hábitos sociales de nuestra era, que lesionan nuestros mundos afectivos. Y poner a tiempo los antídotos.

1. Vivir pegado a las redes sociales

Según un reciente estudio realizado en la Universidad de Michigan, a cargo del psicólogo Ethan Kross, existe una correlación estrecha entre los sentimientos de insatisfacción, soledad e aislamiento y el tiempo que una persona pasa pendiente de las redes sociales, especialmente de Facebook.

Los resultados de la investigación, publicados en la revista PLoS ONE, se obtuvieron tras evaluar cinco veces al día el estado de ánimo de 82 personas residentes en un mismo barrio. Comprobaron que las personas que menos felices se sentían eran aquellas que durante toda la jornada estaban contadas a internet, atentas y alertas a sus contactos.

La razón es que, en general, las personas que usan indiscriminadamente las redes sociales pierden la capacidad de ser honestas con los demás acerca de sus sentimientos y de comunicarse con autenticidad incluso consigo mismas. Además, sufren más frustraciones al compararse con las experiencias de otros. Esto afecta no solo la vida conyugal sino también la relación entre padres e hijos.

Antídotos:
Poner en marcha actividades de a dos, donde sea imprescindible desconectarse: ir al cine o al teatro, jugar tenis, caminar, practicar un hobbie… Todo ello lleva a desbloquearse y a recuperar la costumbre de conversar.

2. Almorzar y comer mal

El año 2013 se publicó un estudio en la revista Social Psychological and Personality Science que identificó una relación entre la aparición de locales de comida rápida en los barrios de los participantes y una disminución de su capacidad de disfrutar de experiencias agradables.

Se llegó a la conclusión de que la comida rápida refuerza la impaciencia. El título del estudio es curioso: Demasiado impaciente para oler la rosas, pero apunta al hecho de que los consumidores habituales de comida preparada se predisponen a vivir en un mundo cada vez más apresurado. La velocidad, en vez de conducir a una mayor alegría, puede inhibir nuestra capacidad para disfrutar de la vida, concluyen los autores.

Además innumerables estudios han relacionado una dieta pobre con la depresión, incluyendo un documento de 2012 publicado en la revista Nutrición y Salud Pública, que reveló que las personas que consumieron regularmente hamburguesas, hot dogs, donuts y pizza eran más propensas a desarrollar depresión, en comparación con las que no comen chatarra.

Antídotos:
Subirse al carro de las tendencias sociales más positivas de hoy: slow food, do less, zero waste… Aunque sus nombres son en inglés, su significado universal apunta a recuperar un ritmo más pausado y humano de vida. Comer comida casera como guisos chilenos, llevar ensaladas a la oficina, tener una huerta en el balcón, comprar en ferias… A muchos esto les suena a “dedicar mucho tiempo”, sin embargo ese tiempo está muy bien invertido en bienestar.

3. Vivir con la cabeza en las nubes

Un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard realizó el año 2010 un curioso estudio: quisieron determinar cuánto tiempo la gente pasaba divagando, con su imaginación volando… Recogieron datos de 2.250 voluntarios y comprobaron que la mente “vaga” alrededor del 46,9% del tiempo, incluso durante el trabajo. No obstante, las personas informaron que sus mayores sentimientos de felicidad coincidían con aquellos momentos en que estaban altamente concentrados e involucrados con lo que estaban haciendo.

Los investigadores a cargo de este estudio, Mateo Killingsworth y Daniel Gilbert señalan que estos resultados coinciden con las enseñanzas de la mayoría de las tradiciones filosóficas y religiosas, que enseñan que la felicidad se encuentra viviendo en el presente.

Antídotos:
Este mismo estudio logró identificar aquellas situaciones en que las personas se concentran en lo que hacen: deportes, ejercicio, conversaciones con amigos, intimidad amorosa… Coinciden con las experiencias que brindan más bienestar. En contraparte, el uso del computador en la casa aparece como una de las actividades que deja mayor sensación de infelicidad.

4. Tomar decisiones

A una mujer puede desesperarle que su marido no decida nunca qué colchón comprar para la cama matrimonial y al marido que su mujer pase una hora frente al clóset antes de elegir una chaqueta para salir. Bueno: ahora ambos tienen argumentos para convencer a sus cónyuges de tomar decisiones y punto.

El año 2011, Joyce Ehrlinger y su equipo de la Universidad del Estado de Florida identificaron dos tipos de tomadores de decisiones: los “maximizadores”, personas que se obsesionan sobre las decisiones antes y después de tomarlas y los “satisfactores”, que tienden a tomar una decisión y luego la asumen. “Los maximizadores muestran menos compromiso con sus opciones que los satisfactores; les asusta la identificación con la elección porque nunca logran estar absolutamente seguros de que eligieron la mejor opción posible”, señalan los autores.

Antídotos:
Hacer listas de las necesidades más urgentes de la familia y anotar los pro y contra de cada alternativa puede ser una buena alternativa para los que tardan en tomar decisiones.

Las parejas de estas personas, una vez que entienden la causa de la indecisión del cónyuge, es muy positivo reforzarles sus decisiones haciéndoles ver que tomaron la mejor decisión. ¿Cansador? Sí, pero resulta.

5. Para descansar… solo ver series

Parece loco, pero hay consumidores de series que no van al cine, no leen libros, no salen a comer fuera, ni juegan cartas…, porque la felicidad para ellos pareciera ser acostarse a ver su serie favorita.

Sin embargo, Emily Moyer-Guse, Ph.D., profesora de la Universidad Estatal de Ohio, encuestó a 403 estudiantes universitarios edades de 18 a 33 durante la huelga de guionistas de Hollywood entre el 2007-2008 y comprobó que aquellos que veían series para relajarse y escapar de las presiones diarias estaban más angustiados que los que tenían variados pasatiempos.

Antídotos:
Tener un hobbie es un enorme capital de bienestar y salud mental que rinde muchos dividendos a medida que las personas envejecen. Si ese hobbie además es compartido y validado por la familia, mucho mejor.

Elegir el lugar donde se vive de modo que contemos con lugares donde ir caminando: el almacén, la plaza, la iglesia, el cine…, permite a los matrimonios salir por la tardes, incluso en semanas laborales, y asó vivir una “vacación corta” cada día.

Leer buenos libros o revistas, para que la distracción no quede reducida solo a las pantallas.

6. Trabajar en malos ambientes laborales

A diferencia de los factores anteriores, que las personas pueden controlar, este ítem es más difícil de abordar en busca de soluciones. Porque un estudio realizado el 2016 por la Escuela de Medicina de la Universidad de Aarhus, Dinamarca, confirmó que no es el exceso de trabajo lo que provoca la depresión sino el mal ambiente laboral y la continua sensación de estar siendo tratado injustamente por los jefes.

Los investigadores daneses encuestaron a 4.500 empleados públicos en escuelas, hospitales y oficinas de servicios. Encontraron que quienes perciben un mal trato de parte de sus superiores presentan una tasa más elevada de cortisol, la hormona del estrés, que aquellos que teniendo mucho trabajo pendiente se sienten reconocidos y valorados.

“Si el buen ambiente laboral juega un papel tan importante en reducir al mínimo el riesgo de depresión, el trabajo preventivo debiera centrarse en este aspecto,” dice el psicólogo Matias Brødsgaard Grynderup Ph.D., que dirigió el estudio. “Yo recomiendo un estilo de trabajo en el que hay un deseo claramente expresado de tratar a los empleados adecuadamente, en combinación con una estructura organizativa transparente”, señala.

Vía HacerFamilia.cl

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