Cada vez es más común escuchar, leer o presenciar situaciones donde se vive el sufrimiento de no contar con una familia completamente constituida. Cada día se ven más familias que no están integradas por papá y mamá casados; y el matrimonio se convierte en un término arcaico que hoy parece ser solo una fantasía.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en el 2001, por cada 100 matrimonios se presentaban 16 divorcios en Ecuador. Diez años más tarde, esta cifra aumentó a 24 divorcios. En Colombia, por ejemplo, hay más parejas que viven en unión libre, en 1985, el 44% de mujeres jóvenes estaban casadas, mientras que 20 años más tarde esta cifra se redujo al 20%.
El doctor Fernando Pliego, especialista en Ciencias Sociales, ha dedicado los últimos años de su profesión a estudiar el impacto de la desintegración de las familias en la sociedad. Su investigación abarca más de 10 países y recopila información estadística de varias entidades, como universidades y centros de estudios.
La familia en cifras
“La estructura familiar que garantiza el bienestar de la población es aquella formada por matrimonios estables donde papá y mamá cuidan de sus hijos”. Esta es una de las conclusiones más importantes de la investigación realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México en 13 países, entre ellos Australia, Colombia, Estados Unidos, Noruega, México y Perú. Los resultados demuestran que dentro de estas familias existen un menor índice de violencia, abusos sexuales y otros fenómenos sociales, señala el Dr. Pliego en su libro Familias y Bienestar Democrático.
En todos los hogares hay un riesgo de abuso en niños, pero este aumenta 19 veces más cuando no viven con sus padres biológicos.
En todos los hogares hay un riesgo de abuso en niños, pero este aumenta 19 veces más cuando no viven con sus padres biológicos. Esto se evidencia en Estados Unidos, donde apenas el 1% de las familias constituidas por papá y mamá casados, han presentado casos de abuso infantil, mientras que en familias con un padre biológico que convive con su pareja, el porcentaje se incrementa a un 19%.
El estudio, además, analiza el índice de jóvenes que se han visto involucrados en actos delictivos. En Noruega se documentó que el 21,5% de niños y jóvenes implicados en este tema pertenecían a familias de padres divorciados que viven solos o tienen un segundo matrimonio, mientras que el 8,9% eran parte de familias intactas.
Los resultados de esta investigación también reflejan como consecuencia de la unión libre, el aumento significativo de la violencia familiar. Las parejas en cohabitación libre son más propensas a presentar problemas que aquellas que están casadas. Estas complicaciones se han desarrollado en países como Perú y Colombia, donde el crecimiento de la unión libre está ligado a un incremento notorio de la violencia contra las mujeres.
Un mecanismo imitativo
A pesar del paradigma que domina en el mundo, que ‘’la idea de formar matrimonios estables es una idea obsoleta y derivada de mentalidades cerradas, la familia continúa siendo un factor determinante en la vida de las personas’’, asegura el Dr. Pliego.
Entre los países donde se realizó el estudio, se pudo comprobar que la familia es la institución cultural más importante. La gran parte de los encuestados aseguró que su familia es el soporte primordial durante problemas económicos, además de ser la principal fuente de apoyo emocional. Por eso, para los hijos, sus padres son el referente de vida al momento de formar una familia, porque la experiencia de ellos es un mecanismo imitativo.
El matrimonio es un camino largo que dura toda la vida y, pese a los factores que hoy afectan a los hogares, es una realidad -de acuerdo a los estudios-, que la estabilidad de las familias tiene un valor significativo en la disminución de los problemas sociales. La importancia de constituir un hogar no solo implica el cuidado y formación de los hijos, sino que su valor también representa el bienestar de la sociedad.
Por María José Tinoco
Estudiante de Periodismo