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«Webenials» y aprendizaje… algo para tener muy en cuenta en este preciso tiempo: Ser nativos digitales, no implica ser digitales.

Algo que se ha hecho más o menos evidente en estos días, y lo anota mi amigo Paul Neira, es la brecha aparente que existe entre la enorme capacidad digital de la generación actual (llámese como quiera) para el entretenimiento (generación de contenido para la diversión, aprendizaje casi osmótico de nuevas expresiones digitales o virtuales) y la torpeza e incluso desidia para usar esa misma capacidad para el aprendizaje online de materias académicas.

He leído también que parece ser un error llamar nativos digitales a estas dos o tres últimas generaciones (usando este dudoso cliché): millenials, centenials y ahora covidenials. Tal vez deberían llamarse nativos enredados o webenials.

Su tan mentada capacidad para lo digital es básicamente a nivel de usuario, es decir, la curiosidad inducida que conduce a un nivel muy básico de aprendizaje: usar algo creado por otro.

Como sea, trataré de separar la paja del trigo y lo esencial de lo accesorio. La primera separación reclama algo de prudencia: todo en esta vida es carne con hueso, es decir, hay cosas buenas y muy buenas, y cosas malas y muy malas en la natividad digital o, siguiendo nuestro primer razonamiento, webenialidad.

 

 

Dos cosas muy malas

Comencemos por dos muy malas:

  1. Tendencia a la dispersión, y, con ella a la superficialidad, la distracción y la depresión (que tiene un poderoso componente de distracción paralelo a la concentración compulsiva en lo emocional).
  2. Tendencia a la incomunicación. El extremo son los llamados hikikomori, un término japonés ya célebre que describe a cientos de miles de jóvenes que ya no interactúan presencialmente, ni siquiera con sus pares. Son como ermitaños cuyo único contacto con otras personas es lo digital. Creo que sin ver este extremo tan cerca, es más o menos claro, sobre todo para las generaciones anteriores, que esta tendencia va creciendo, por lo menos como actitud, en millones de jóvenes.

Cosas malas

Un par de cosas malas

  1. La ilusión de facilismo que genera el uso de las redes. Lo que antes era difícil y caro hoy parece estar al alcance de un click. Y digo ilusión porque nada que vale la pena realmente es fácil. Lo más valioso requiere paciencia, esfuerzo, dedicación y disciplina.
  2. La sensación de valer por ser reconocido, que podríamos llamar también, la adicción a los likes. Sin mencionar casos excesivamente dramáticos, es más o menos claro que estamos ante un fenómeno inquietante: cierta dependencia emocional del reconocimiento ajeno (y cada vez más anónimo).

 

 

Cosas buenas

Un par dosas buenas:

  1. Velocidad para comprender el funcionamiento de las cosas. Es un hecho que aprenden muy rápido cómo funcionan los dispositivos.
  2. Velocidad para decidir con eficacia sobre asuntos operativos.

Cosas muy buenas

Un par de cosas muy buenas:

  1. Horizonte global y apertura a una gran cantidad de posibilidades de aprendizaje y manejo de información.
  2. Desarrollo de autonomía y lenguaje. Mayor posibilidad de crecimiento personal por la interacción con culturas diversas.

 

 

Retos

Ahora distingamos lo esencial de lo accesorio en el aprendizaje. Lo accesorio es lo digital con todas sus cosas buenas y malas, lo esencial es la autoridad en el aprendizaje. Lo digo porque esta situación parece evidenciar que la presencia del profesor es irreemplazable, y eso tiene la lógica de la realidad misma: el maestro establece una relación con los alumnos, buena, mala, eficaz o ineficaz en diversos aspectos, mejorable ciertamente, pero indispensable.

Y, es indispensable por un asunto que se ve muy olvidado en estos días: la autoridad. La autoridad del maestro se traslada al ámbito digital sólo si ya existía en el presencial. La autoridad no se improvisa ni se inventa. Usando el símil de los enamorados: la distancia física es una dificultad que puede o no fortalecer el amor. Y bueno, hoy para nosotros profesores, parte del ejercicio de autoridad es aprender a llegar a nuestros alumnos por los medios digitales que tengamos a mano. Al final, como todo lo importante, es un asunto de amor.

 

 

Fuente: RONCUAZ.

 

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