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Ante la durísima prueba por la que pasamos, la fe y el amor de la familia ayudó a que mi hijo Federico pudiese superar el temible COVID-19.

El pasado 11 de marzo mi familia y yo iniciamos una travesía a mares totalmente desconocidos. En mi círculo familiar directo, tuvimos varios casos de contagio por COVID-19, uno de los cuales fue mi hijo Federico, de 42 años.

Lo que empezó con dolor de cabeza, fiebre, etc., fue avanzando progresivamente a hospitalización por problemas de respiración, sedación, intubación y traqueotomía.

Una especial experiencia fue la imposibilidad de estar junto a él, sin poder verlo ni abrazarlo, el no poder sentir el físico calor humano.

A pesar de la distancia, sentimos que estuvimos más juntos que nunca, y recibimos maravillosos impulsos que confirman una vez más que la unión familiar es un pilar. Un primo que vive fuera del país le escribió una nota a Federico: “Fuerza FEderico querido, tu nombre empieza con FE” y esta invocación nos llenaba de fuerza y esperanza.

 

 

Afrontando la prueba

Los médicos que trataban a Federico nos habían indicado que el proceso se asemejaba a subir una montaña. Mientras avanzaban los días, tomaba conciencia que, al llegar a la cima, había dos alternativas: superar el pico y bajar nuevamente a tierra… o seguir su ascenso.

La noche del 24 al 25 de marzo tuve sueños que me angustiaron. Y, al amanecer busqué una camiseta que compré en 2005, cuando tuve la oportunidad de viajar a Sudáfrica. La he cuidado mucho y solo usado en ocasiones especiales. Me provocó ponérmela, por él y por el mensaje de aliento que tenía para mí y todos nosotros: era el CABO DE BUENA ESPERANZA.

El 25 de marzo en la tarde, los médicos nos dijeron que ya habían agotado todo lo que podían hacer… Sabía que mi FEderico era uno de esos viajeros y que había llegado en ese punto. Pero la FE y la Buena Esperanza le permitieron retornar a su hogar y seguir su camino físicamente con nosotros.

 

Luego de 1 mes hospitalizado, Federico puede abrazar a sus hijos Felipe y Alicia.

 

Escrito por: Carlos Hahn.

 

 

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