Cuando pasan los años hay que conseguir mantener la llama del amor viva. La clave para las parejas está en seguir estando atento a las necesidades del otro.
El otro día me llegó por Instagram una cita de esas de amor que uno normalmente lee y deja pasar. Pero esta me gustó: “Te busco por todos lados para llamarle casualidad a estas ganas de verte”.
Me despertó una sonrisita. Es una cita que invita a imaginarte a dos jóvenes enamorados pensando el uno en el otro, esperando verle y buscando llamar casualidad a esas ganas de volver a encontrarse con el amado. Y pensé: así me gustaría yo seguir enamorado siempre.
Igual que al principio. Así quiero yo lucharlo: buscando por todos lados volver a encontrarse con el otro. También cuando han pasado años de matrimonio. Igual da que sean tres, que cinco, que diez o que treinta. Siempre enamorados, siempre buscando esa mirada cómplice y esa sonrisa…
Y me pregunto, ¿Esto es algo que pasa al principio y se termina? ¿Puede recuperarse? ¿Es algo a lo que aspirar? ¿Es infantil o es deseable? A lo mejor piensas que estas cosas solo se dan al principio. Que luego pasan los años y “todo se enfría”. Pero sabes que, en el fondo, esas ganas de volver a tener sensación de enamorado sigue ahí. Todos la necesitamos. Te aseguro que no se enfría. Los dos seguís buscando esa mirada cómplice y ese guiño, ese pellizquillo en la oreja del principio que tanto te gustaba.
A lo mejor lo que pasa es que el tiempo hace que no le demos la misma importancia que al principio. Y eso es un error. Es más: con el tiempo eso pasa a tener mayor importancia. Esos detalles y esas sonrisas muy habituales en la pareja al principio, cuando llegan momentos más duros, más de bajón, pasan a ser cruciales. Son una necesidad de cariño, de aceptación, de admiración y de muestras de un “te quiero” que todos tenemos y muchas veces no vemos cubierta.
Deseamos sentirnos queridos
Y es que todos tenemos la NECESIDAD de sentirnos queridos. Lo dicen todos los expertos. Y ese “sentirnos queridos” cada uno lo llena de una manera. Lo primero que tenemos que hacer es conocer muy bien qué necesita el otro para tenerlo cubierto. Y eso puede variar de una persona a otra.
Cada persona tiene su forma de mantener el depósito de cariño lo suficientemente lleno para sentirse querido. Para unos será dar un paseo y coger al otro de la mano. Para otros será un pequeño regalito: una flor del jardín, unos bombones… o algo más trivial: un donuts o una cerveza… Lo que sea. Ese detalle que demuestra que te has acordado del otro cuando estabas fuera.
Al final son esos pequeños detalles, los que llenan el depósito de cariño del otro. Y entonces se siente querido, siente que el otro le busca por todos lados. Que le perdona y le coge de la mano, aunque le da corte que le vean, porque el otro lo necesita. También que no se olvida de comprar una rosa color champán, como a ella le gusta. Que le llama desde el trabajo entre reunión y reunión para ver cómo ha ido esa conversación complicada que tenía con su jefe…
Todos esos detalles son buscar al otro desesperadamente y demostrarle que… aunque pasen los años, sigues igual de enamorado o enamorada como cuando os buscabais por todos lados para hacer que pareciera una casualidad. Igual ahora que antes. Igual. Y todo es cuestión de ponerse. De tomárselo en serio.
Y tú, ¿sabes cuáles son las necesidades del otro? ¿Cuántas veces al día buscas mantener el depósito de cariño del otro lleno? ¿Sabes qué acciones provocan que se vacíe? ¿Cuánto te preocupas de que el otro se sienta querido? Cuando quieras, empezamos a llenarlo…
Escrito por: Fernando Poveda, autor del libro: La pareja que funciona. Blog: laparejaquefunciona.com
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