¿Necesitas razones convincentes para dejar tu adicción al celular? ¡Aquí las tienes! Luego de conocerlas quedará en ti elegir o no continuar en lo mismo.
Yo confieso, ante Dios Todopoderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Gracias, hermanos por interceder por mí, que lo necesito y mucho. Este artículo va a ser fuertemente autorreferencial.
Con respecto al celular y a los «medios digitales»… bueno, la cosa no es tan sencilla. Mi trabajo en sistemas y en tecnología me lleva a estar prácticamente toda mi vida activa «conectado» a una pantalla.
Y por supuesto que necesito (y me merezco, ¡qué tanto!) mis «recreítos», mis actividades fuera de la rutina, porque el trabajo de desarrollador de software es tan ingrato que «necesito» «desconectarme»…
Por eso, mi actividad en el mundo digital está a un pelo de convertirse en excesiva, y soy plenamente consciente de eso. En lugar de buscar huir de las pantallas en cuanto tengo disponibilidad, me sumerjo más.
No es que tenga gran cantidad de distracciones instaladas en el teléfono: Facebook y un par de juegos ya obtienen más atención de la que merecen.
El recurso que hoy te comparto, es un video excepcional y divertido hecho por el Hermano Pablo de Catholic Stuff, te lo puedo comentar desde la experiencia personal.
Desde el calvario que a veces me lleva tener esta lucha casi permanente entre mi voluntad, mi anhelo de santificación personal, y por supuesto, la dura realidad.
La tecnología es una herramienta poderosísima
Y si pudiéramos usarla solamente para hacer el bien, sería la mejor aliada para nuestra vida. No en vano lanzamos este año dos programas dedicados a la Evangelización Digital, porque está clarísimo que el potencial que tiene lo que el Obispo Munilla llama el «Sexto Continente» (el continente digital) lo hace una herramienta indispensable para llegar con nuestro apostolado a cada vez más gente, cada vez más almas sedientas de Dios.
No es solo el potencial que tienen medios digitales tradicionales como un sitio web, una página de Facebook o un perfil de Instagram, sino que además, como dice el Hermano Pablo hay tres millones de aplicaciones esperándonos en los stores de nuestros celulares, y algunas son, sin duda, fantásticas.
Podemos usar el celular para preparar una buena confesión, como breviario, o como guía para rezar el Santo Rosario. Buenísimo, ¿no?
Como dice el tío Ben: «Todo gran poder lleva también una gran responsabilidad»
Si entro a una capilla de adoración y veo a una persona con su celular, lo primero que voy a pensar (porque soy un pecador y tengo la tendencia a juzgar a la gente) es que está tonteando frente al Santísimo.
Y no siempre es bueno juzgar a las personas, sino que tampoco es muy bueno ser ocasión de pecado o de escándalo. «La mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo».
No solo tenemos que ser santos, sino también parecerlo. Tenemos que fijarnos en que nuestras actitudes muchas veces nos pueden llevar a actitudes equivocadas.
Pero como dice el Hermano Pablo, los móviles y sus aplicaciones están pensados y diseñados para capturar y mantener nuestra atención absorta. Si mientras estamos usando el móvil para rezar Laudes, nos llega una notificación de urgencia del trabajo, ¿a quién estaremos prestando más atención?, ¿al Rey de Reyes o al trabajo?
Ni hablar si las notificaciones que nos llegan son de Facebook, Instagram, Whatsapp, Tik-Tok, Snapchat, Telegram, etcétera, etcétera, etcétera… ¿Tendremos la fuerza de voluntad de rechazar todos esos poderosos reclamos de atención?
Bueno, te tengo la respuesta: no. Al menos en mi caso, he descubierto que durante los momentos de oración tengo que apagar el teléfono, ponerlo en mudo o dárselo a mi esposa (ella sí es muy responsable) para evitar distraerme de lo que tengo que hacer.
Adictos sin darnos cuenta
Estamos en un circuito de adicción sin darnos cuenta. La adicción lleva un círculo vicioso de tentación, negación, uso, culpa y nuevamente tentación. Y el celular es ideal para este tipo de conductas reiterativas, que nos llevan constantemente a desear algo y lamentar haberlo deseado para unos minutos más tarde volver a desearlo.
Cuanto más se repita este ciclo, más esclavos seremos de aquello que nos captura nuestro tiempo y nuestra atención. Y eso nos hace adictos, tanto si queremos serlo como si no. Pensamos en los adictos como las personas que se inyectan, inhalan o comen ciertas sustancias que dañan su organismo.
Pero si vamos a Wikipedia, leemos en «adicción» lo siguiente: «Se considera adicción (del latín addictus, que era el deudor insolvente que, por falta de pago, era entregado como esclavo a su acreedor) a una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa o alivio a través del uso de una sustancia u otras acciones.
Esto implica una incapacidad de controlar la conducta, dificultad para la abstinencia permanente, deseo imperioso de consumo, disminución del reconocimiento de los problemas significativos causados por la propia conducta y en las relaciones interpersonales así como una respuesta emocional disfuncional.
El resultado es una disminución en la calidad de vida del afectado (generando problemas en su trabajo, en sus actividades académicas, en sus relaciones sociales o en sus relaciones familiares o de pareja). La neurociencia actualmente considera que la adicción a sustancias y a comportamientos comparten las mismas bases neurobiológicas».
Patrones de conducta dañinos
Entonces vemos que no es solo la adicción a sustancias la que puede llevarnos a cometer pecados de acción o de omisión. Si además sumamos a eso la pornografía, o el dejar de hacer lo que tenemos que hacer en nuestro trabajo, entonces estamos potencialmente dañando nuestra vida personal, nuestra vida de relación.
Y como dice el Hermano Pablo, es un pecado grave. Un «pecadazo» que se puede llevar no solo nuestra vida temporal, sino también nuestra vida eterna.
Estos patrones de conducta, además, por ser reiterativos, nos entrenan, nos condicionan psicológicamente. Y no somos conscientes de cuánto hasta que intentamos corregir esos patrones de conducta.
Te invito a hacer un experimento: proponte no mirar el celular por una hora entera sin bajar el volumen, sin apagarlo y sin ocultarlo de tu vista.
El celular, como un pequeño tirano, tiene sonidos, alarmas, luces y encendidos de pantalla que reclaman nuestra atención, y generalmente la consiguen.
Nada pasaría si esos llamados de atención fueran para cosas útiles y provechosas, pero (todos lo sabemos) la mayor parte de esos llamados de atención son para tonterías. Para cosas que nos hacen perder el tiempo miserablemente y miserablemente después lamentarlo.
A grandes problemas, grandes remedios
La valiente propuesta que hace el Hermano Pablo es eliminar completamente los smartphones de nuestra vida. Y es la mejor, sin lugar a dudas. «Si tu mano derecha te es ocasión de pecado…».
Volver a los viejos celulares es una opción interesante, aunque no siempre es posible. Además, aquellos celulares ¡También tenían juegos y distracciones! Deshacernos de los celulares es una buena alternativa para lograr dominar nuestros comportamientos dañinos y pecaminosos. Especialmente si no tenemos ningún control sobre nuestro comportamiento.
Pero yo creo que lo mejor es ir adquiriendo «señorío» sobre nuestras debilidades. Es decir lograr dominarlas, de a poco y pidiendo la gracia de Dios para poder hacerlo. Hay algunas aplicaciones que nos permiten limitar el uso del celular como StayFree, o AppBlock.
Hay muchas más similares, tanto para Android como para iOs. Estas aplicaciones nos permiten hacer un diagnóstico y eventualmente bloquear o desinstalar las aplicaciones que más tiempo nos consumen.
Tiempos penitenciales
También podemos aprovechar los tiempos penitenciales para ofrecer a Dios nuestra debilidad y eliminar completamente todas las aplicaciones que nos roban tiempo.
Dios se vale de nuestras debilidades para sacar fortalezas que no sabíamos que teníamos. Se vale de lo débil para confundir a los fuertes. En este tiempo de Adviento que se acerca, ¿no te animas a ofrecerle a Dios la eliminación completa de todas las aplicaciones que te roban el tiempo?
¡No solo harás muy feliz a Dios, sino que además te harás un gran bien conquistando tus debilidades y sobreponiéndote a ellas! Querido hermano: comencé este artículo agradeciendo por tu intercesión para mi santificación personal, y quiero terminarla con una promesa:
Ofrezco desinstalar desde hoy hasta Navidad, Facebook y los dos jueguitos miserables que me roban el tiempo en mi celular para que tú y todos los que lean este artículo puedan también hacerlo por mí.
¡La Comunión de los Santos va a funcionar, y este tiempo hasta la Navidad podemos aprovecharlo para hacer tanto bien! ¡Qué Dios te bendiga!
Escrito por: Andrés D’ Angelo, vía Catholic-Link.
-
Lee también sobre: Consejos para desintoxicación digital en jóvenes.