¿Quieres abandonar el camino de Dios? Sabías que la Iglesia, el mundo, la humanidad, necesitan tus oraciones fervorosas y de tu apostolado.
«Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien». 2 Tesalonicenses 3, 13. No lo hagas. Dios te necesita. Quiere que reflejes su amor al mundo entero. No caigas en esa terrible y sutil tentación de abandonar tu apostolado.
La Iglesia, el mundo, la humanidad, necesitan tus buenas acciones, tus oraciones fervorosas y de tu apostolado.
¿Sabes qué es lo que más le duele a Jesús? Nuestra indiferencia brutal a su amor. No lo hagas tú. No seas indiferente a su llamado.
Responde amando
Responde al amor, amando, llevando adelante tu apostolado, haciendo lo que Jesús un día te pidió y tú lo sabes.
Jesús se quejó con santa Faustina con estas dolorosas palabras:
“La desconfianza de las almas desgarra Mis entrañas. Aún más Me duele la desconfianza de las almas elegidas; a pesar de mi amor inagotable no confían en mí. Ni siquiera mi muerte ha sido suficiente para ellas”.
A veces te sientes incomprendido, piensas que no toman en cuenta tus ideas, que nadie te hace caso o estás cansado y crees que pierdes tu tiempo en ese apostolado, que mejor otro lo haga.
Hay un problema, Jesús no se lo pidió a otro, sino que te lo confió a ti.
Te comparto este hermoso video de una abuelita que un día escuchó desde el sagrario la voz de Jesús que le hacía una petición y le encomendaba una misión.
Ella, a pesar de su edad, respondió “Aquí estoy, haré lo que me pides.” La entrevisté hace años sorprendido por lo que hizo.
También a Moisés le pasó
Con esos pensamientos, de abandonar tu apostolado, me recuerdas a Moisés cuando Dios le pide que saque a su pueblo de Egipto que vaya a hablar con el Faraón.
Moisés no lo aceptó a la primera, aun sabiendo que era Dios quien se lo pedía. De mil maneras se excusó y trató de zafarse. Le decía a Dios que era mejor que otro lo hiciera y no él.
Es un dialogo maravilloso que refleja lo que estás viviendo, pensando en este momento crucial. Léelo con atención:
«Moisés dijo a Yavé: «Mira, Señor, que yo nunca he tenido facilidad para hablar, y no me ha ido mejor desde que hablas a tu servidor: mi boca y mi lengua no me obedecen.» Le respondió Yavé: «¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace que uno hable y otro no? ¿Quién hace que uno vea y que el otro sea ciego o sordo? ¿No soy yo, Yavé? Anda ya, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de hablar.»
Pero él insistió: «Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?»
Esta vez Yavé se enojó con Moisés y le dijo: «¿No tienes a tu hermano Aarón, el levita? Bien sé yo que a él no le faltan las palabras. Y precisamente ha salido de viaje en busca tuya y, al verte, se alegrará mucho. Tú le hablarás y se lo enseñarás de memoria, y yo les enseñaré todo lo que han de hacer, pues estaré en tu boca cuando tú le hables, y en la suya cuando él lo transmita». Éxodo 4, 10-16.
Escrito por: Claudio de Castro, vía Aleteia.
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