Una de las grandes preocupaciones de los padres es real… la pandemia por Covid-19 a causado la reducción de los resultados de aprendizaje.
A pesar de que no se han difundido oportunamente los estudios de las Naciones Unidas sobre las consecuencias del abandono escolar en los países del tercer mundo, todos podemos percibir, en los ámbitos privados y públicos que los niveles de aprendizaje han disminuido de manera acelerada en estos 12 meses de pandemia.
Uno de los datos del estudio de las Naciones Unidas publicado en junio del 2020 dice: “La pandemia de COVID-19 ha provocado la mayor interrupción de la historia en la educación y tiene ya un efecto prácticamente universal en los alumnos y docentes de todo el mundo, desde escuelas preescolares a secundarias, instituciones de enseñanza y formación técnica y profesional, universidades, centros de educación de adultos y centros de desarrollo de aptitudes. A mediados de abril de 2020 el 94% de los estudiantes de todo el mundo estaban afectados por la pandemia, lo que representaba 1.580 millones de niños y jóvenes, desde la educación preescolar hasta la educación superior, en 200 países”.
Informes desfavorables para el aprendizaje
El informe de la Open Knowledge Fundation del Banco Mundial concluye que: “luego de 10 meses (un año escolar) sin clases, 71% de los estudiantes de los primeros años de la escuela secundaria pueden no ser capaces de comprender adecuadamente un texto de moderada extensión. Antes de la pandemia la cifra era de 55%. Y si los colegios permanecen cerrados por otros tres meses, el porcentaje ascendería a 77%”.
Más aún, estas pérdidas no son iguales para todos los sectores, sino que afectan principalmente al quintil inferior en la escala de ingresos, lo que según el informe podría haber ensanchado en un 12% adicional la ya elevada brecha socioeconómica en materia de resultados educativos.
Estas cifras se reflejan concretamente en el abandono de los centros educativos tradicionales e inclusivos. A la triste imagen de edificios vacíos y en mal estado, se suma la tragedia del desempleo, superior al 50% de la población económicamente activa, con todos los agravantes que se agregan como lo es la desnutrición infantil y enfermedades derivadas de una salubridad que se debate entre el estado de excepción y la emergencia sanitaria carente de recursos.
A tener en cuenta
El informe sobre las políticas educativas concluye además que: “Las disrupciones provocadas por la COVID-19 en la vida cotidiana han provocado que hasta 40 millones de niños en todo el mundo hayan perdido tiempo de enseñanza en su primer año de educación preescolar, un año fundamental para desarrollar sus habilidades de prelectura y pre escritura”, por consiguiente habilidades de pensamiento crítico y creativo.
Lo indicado da como resultado que los estudiantes han perdido acceso a un entorno estimulante y enriquecedor, oportunidades de aprendizaje, interacción social y, en algunos casos, nutrición adecuada. Es probable que esa situación ponga en peligro su desarrollo saludable a largo plazo, especialmente en el caso de niños de familias pobres y desfavorecidas.
¿Cuál es el camino frente al escenario de retraso y abandono?
No es fácil vislumbrar una recuperación a corto plazo, si bien las corrientes psico pedagógica apuestan por un proceso de estimulación mayor a los 2 años para recuperar destrezas perdidas. Más allá de esta predicción no tan optimista, se encuentra la recuperación de los recursos, del tiempo y de la posibilidad de desarrollar capacidades que posibiliten un futuro promisorio para la mayoría de los niños y adolescentes.
Podríamos indicar que los esfuerzos deben dirigirse en tres ámbitos, tanto en lo público como en lo privado:
Recuperar el tiempo
La recuperación del tiempo perdido a través de la reestructuración de los currículos, los cuáles a pesar de ser estandarizados, en la mayoría de los países latinoamericanos, se ven desafiados por una carrera contra el tiempo, ya que se deben priorizar competencias y destrezas en un entorno dominado por la virtualidad y el distanciamiento.
Esto coloca en medio del debate la verdadera funcionalidad de los currículos hasta hora utilizados. ¿Son todos necesarios? ¿Deben ser siempre estandarizados? ¿Algunas destrezas y competencias están sobrando? No existen respuestas a estos planteamientos que hasta ahora fueron vistos con desconfianza por los técnicos ortodoxos de la autoridad educativa nacional.
Virtualidad
La virtualidad como eje, que desplaza a los actores de la comunidad educativa, por lo menos en la forma conocida hasta ahora. De hecho los esfuerzos iniciales de reproducir la clase presencial a través de la pantalla, mostraba un burdo panorama de improvisación y ceguera frente a la brecha tecnológica entre los estudiantes y los docente.
¿Son las plataformas los únicos recursos a los que debe acudir la institución y sus docentes?, o se debe repensar el proceso en base a una apropiación de espacios que le sobreviva al Covid-19 y se constituya en una nueva forma de entender el aprendizaje, con el individuo al centro, pero ya no como destino sino como protagonista.
Vida familiar
El desempeño de la vida familiar, con todos los agravantes y fortalezas derivados del confinamiento y teletrabajo, y el desarrollo de los niños y adolescentes marcados por dos etapas de su existencia; la experiencia pre covid (sistema tradicional) y el tiempo pos covid que aún no tiene una definición clara a futuro.
Habrá que repensar muchos aspectos como la necesidad de espacios compartidos entre la casa y la escuela, tiempos distribuidos entre los dos espacios, calidad del acompañamiento de los padres, capacitación a los docentes para que en el esquema híbrido no salgan sobrando frente a la plataforma y la tecnología.
Los horarios serán mayoritariamente asincrónicos de manera que se pueda priorizar la reflexión, la criticidad y la creatividad junto con el arte y la práctica deportiva fuera de la escuela.
Mirar con fe hacia el futuro (aprendizaje)
Como notamos salimos con más preguntas que respuestas, y ese es precisamente el escenario al que nos enfrentamos. Seguramente encontraremos, más temprano que tarde, una nueva forma de entender la educación (aprendizaje), recuperar el tiempo perdido y armonizar la vida familiar y social de nuestros niños.
Las palabras del premio Nobel 2010 en economía James Hackman, conocido por su posición frente a los sistemas educativos tradicionales, ilustra este análisis:
“Invertir en las aptitudes socioculturales del niño -tales como: la tenacidad, la motivación y confianza en sí mismo- genera más beneficio económico y social que el gasto en programas estandarizados o en infraestructura”.
Escrito por: Lcdo. Víctor Cárdenas Negrete, Coordinador Nacional Centro Pedagógico Kentenich. Web: www.centropedagogico.org / Celular: 0994514388 – 59345047304.
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