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Es fundamental proteger a las abejas, porque son responsables de la polinización del 75% de los cultivos alimentarios en el mundo.

Los pesticidas y fertilizantes utilizados por la agroindustria, así como la introducción de insectos exóticos para el control de plagas y polinización junto con la eliminación de la flora nativa para la instalación de monocultivos, amenazan la supervivencia de las abejas.

Para solucionar este problema, científicos señalan la necesidad de avanzar hacia un modelo agroecológico que disminuya drásticamente los pesticidas y conserve la flora nativa.

Chile central es considerado un hotspot o punto caliente de biodiversidad debido a su alta tasa de endemismo, es decir, de especies que no habitan en ningún otro lugar del mundo.

Prueba de esta peculiaridad, son las abejas. Cerca de 450 especies se han descrito para Chile aunque se cree que hay unas 800 en total. De ellas, un 70 % son endémicas. Sin embargo, muchas de estas abejas se encuentran en serio peligro debido, principalmente, a la pérdida de hábitat provocada por la expansión de la agricultura intensiva y la urbanización.

Aunque no se sabe con exactitud qué tanto se han reducido las poblaciones de abejas en Chile, sí se sabe que hay una tendencia global a la disminución de ellas, así como de los insectos en general. De hecho, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Radboud, en Países Bajos, y por la Sociedad Entomológica Krefeld, en Alemania, asegura que en tan solo tres décadas la población de insectos se redujo en un 75%.

Esta pérdida de biodiversidad, principalmente de aquellas especies que son polinizadoras como las abejas, es preocupante debido, entre otras cosas, a que “el 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización”, asegura las Naciones Unidas.

 

 

El peligro de la pérdida de hábitat de las abejas

La acción de arrancar las plantas nativas e instalar otras, todas de la misma especie, es conocida como homogeneización del paisaje y tiene serios impactos en la supervivencia de las abejas.

“En general, las abejas dependen de múltiples especies florales para sobrevivir. Si tienes pocas especies florales, o peor una sola, no vas a cubrir los requerimientos nutricionales de las abejas que viven allí”, explica la entomóloga Patricia Henríquez-Piskulich. Pero además, “puede ser que simplemente no sean compatibles las plantas que se están integrando en ese sistema y que las abejas no logren completar sus ciclos de vida”.

Por otra parte, el impacto también ocurre bajo tierra. Alrededor del 70 % de las abejas nativas en Chile nidifican en el suelo y “cuando un agricultor decide destruir toda la flora nativa y dejar solamente su planta de interés, gran parte de las especies que nidifican en el suelo pierden su hábitat”, asegura Cristian Villagra, profesor del Instituto de Entomología de La Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Lo que ocurre, explica el entomólogo, es que las abejas “ocupan resinas y aceites naturales que producen ciertas flores para impermeabilizar su nido y de esa forma poder sobrevivir a cambios de humedad”. Si las características del entorno cambian y las abejas ya no pueden acceder a aquellas flores que le proveen esa resina, “estoy reduciendo las posibilidades de que sobrevivan”, señala el experto, ya que no podrán nidificar.

 

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Abejas con problemas cognitivos

Los fertilizantes y pesticidas también tienen efectos dañinos en las abejas. “Se ha demostrado que los herbicidas son muy dañinos para el ecosistema, que contaminan el suelo lo que daña directamente la progenie (descendencia familiar) de la abeja”, dice Villagra.

Según explica el entomólogo, “en los últimos años se ha descubierto algo muy preocupante que es que ciertos pesticidas, como el glifosato, pueden perturbar la microbiota del tracto digestivo de abejas lo que repercute en el aumento de su mortalidad”. Además, también se descubrió hace algunos años atrás que existen ciertas especies de abejas nativas que necesitan de microorganismos que están en la tierra para producir su metamorfosis, asegura el científico.

El proceso ocurre así: la abeja lleva a su nido una bolita de polen que luego será colonizada por bacterias y microorganismos. Luego, la larva se come el polen, incluyendo ese paquete microbiológico, lo que le permite completar su metamorfosis. “Entonces cuando existe contaminación por pesticidas que tienen un rol fungicida, podría ser altamente perjudicial”, dice Villagra, ya que se estarían eliminando los organismos que ayudan a la metamorfosis.

Pero, además, según explica el científico, los impactos que estos productos tienen en los insectos no tienen que ver necesariamente con la muerte de los mismos, sino con daños genéticos que pueden incluso heredarse.

“Se alteran procesos de desarrollo, cognitivos e incluso fisiológicos que en su conjunto lo que hacen es reducir la viabilidad del insecto”, explica Villagra. Así, por ejemplo, “si un insecto necesita volver a su nido, pero está alterado en su neurobiología lo que ocurre es que se va a perder. No va a poder volver a su casa y se va a morir de hambre”, dice el experto.

 

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Agroecología: un camino hacia la solución

Aunque todavía no hay estudios que hayan demostrado que todos estos impactos están disminuyendo la producción de alimentos, sí los hay sobre la efectividad polinizadora. Por lo mismo, “uno sí puede hipotetizar que si desaparecen los polinizadores, voy a tener menor productividad”, dice Henríquez-Piskulich.

Para solucionar este problema, científicos señalan la necesidad de avanzar hacia un modelo agroecológico que comprende tres etapas: la primera es potenciar la eficiencia del ecosistema utilizando menos insumos agrícolas como pesticidas o fertilizantes. La segunda es sustituir aquellos productos por otros que pueden ser utilizados en agricultura ecológica y por último es necesario evitar los monocultivos integrando diferentes productos en un mismo espacio.

Es necesario “combinar áreas de cultivo con áreas nativas. No hacer grandes extensiones de plantaciones, sino que tener parches mezclados con hábitat nativos”, dice Henríquez-Piskulich. Al respecto, Villagra cuenta que han realizado muestreos en zonas de Parral y el Maule “y es muy sorprendente ver que donde hay zonas donde los agricultores han dejado bosquecito, la cantidad de densidad de insectos beneficiosos como las abejas nativas es mucho mayor. Es increíble la diferencia que hay”, dice.

Un caso de éxito

El caso de Alejandro Donoso, un agricultor que tiene una empresa familiar llamada @lapitru_ en un campo de 35 hectáreas ubicado en la comuna de Maipú, en los límites de la capital, Santiago. Allí, siembra tomates, berenjenas, pimientos, ají, papas, zapallos, pepinos, sandias y melones, entre otras hortalizas. En total son unos 20 artículos que van rotando en el área donde lo primero que hizo, dice, fue “arrancar de los plaguicidas”.

El sistema de producción de la familia de Donoso se sustenta en el principio de que sea la propia tierra la que permita lograr cultivos sanos y un negocio próspero. Para lograrlo son diversas y complementarias las estrategias que utiliza, pero una de ellas son los corredores biológicos, líneas de árboles nativos y frutales de diferentes alturas que atraviesan el campo y se cruzan entre ellos formando caminos por donde transitan aves, insectos y otros animales.

“También tenemos bandas florales que vamos metiendo dentro de los cultivos”, dice Donoso, y prestan a su vez diversas utilidades. “Por ejemplo tenemos unas bandas florales que nos permiten frenar el viento y a la vez hacer controles de monitoreo para el vuelo de la arañita (una de las enfermedades más comunes en las hortalizas)”, cuenta el agricultor.

Con el tiempo, todas esas estrategias no solo le han traído buenos resultados económicos y productivos sino que han permitido restaurar el ecosistema y atraer distintas especies de abejas nativas.

“No estamos diciendo que se tiene que acabar la agroindustria, sino que estas medidas se tienen que tomar como un buffer (o amortiguamiento) para que todos los efectos que se saben son dañinos para la biodiversidad y para la salud humana puedan ser disminuidos”, dice Villagra.

 

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Escrito por: Michelle Carrere, vía Mongabay.

 

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