Cuando los hijos están pequeños, es sin duda alguna un gran reto o mejor dicho es la etapa más retadora para los matrimonios.
La etapa de crianza de los hijos lleva consigo muchos retos importantes y puede suceder que los cónyuges sientan que, en vez de unirse, cada vez se están separando más.
Hay muchas razones para estas crisis: el cansancio que supone la crianza de hijos pequeños, la poca atención exclusiva entre los esposos, el poco tiempo disponible para conversar o los desajustes en la distribución de roles dentro de la familia son algunas de las causas de las discusiones y enfrentamientos que pueden llevar incluso a un rompimiento de la pareja.
Si conocemos los retos a los que nos enfrentamos es mucho más fácil superarlos con éxito, y como el amor matrimonial es algo que siempre debemos trabajar, aquí van algunos tips para ayudar a hacer más llevaderos esos tiempos difíciles.
El descanso es muy importante
Se sabe que con bebés o niños pequeños no hay mucho descanso. Sin embargo, es vital cuidar que ambos tengan tiempo de descanso y que se ayude a cuidar este tiempo. Las personas cansadas o agotadas son más propensas a irritarse con facilidad y normalmente quien paga los platos rotos es la que tienen al lado.
Así que más allá del trabajo de la casa, la crianza o el trabajo profesional, es muy importante que se cuide mutuamente ese tiempo de descanso que va a permitir que veamos las cosas con más calma y claridad.
Nuestra pareja como prioridad
Uno de los errores que más se comete en esta etapa es poner toda nuestra atención en los niños y olvidar al cónyuge. Es instintivo que nuestro foco de atención cambie porque tenemos el instinto de proteger a quien más nos necesita. Sin embargo, es por esta misma razón que debemos intencionalmente poner el foco también en la pareja.
El amor de padres es mucho más natural e instintivo, mientras que el amor de pareja requiere de mucho más esfuerzo y trabajo, así que en este embelesamiento que tenemos ambos por nuestros pequeños, no podemos olvidar que la pareja también merece nuestra atención, tiempo y cariño.
Seamos corresponsables
Ya sea en el mantenimiento del hogar, en el aporte económico o en la crianza de los hijos, debemos aprender a reconocer que ambos somos igualmente responsables de nuestra familia.
Una repartición justa de los roles y de las labores domésticas, siempre ajustándose a la realidad de cada familia, ayuda a que no existan sentimientos de culpa o victimismos que tanto daño hacen en la relación de pareja.
Aprendamos a comunicarnos
Ya sea para expresar nuestros problemas o molestias, o simplemente para compartir nuestra intimidad, es importante establecer métodos de comunicación efectivos que nos permitan enfrentar nuestros problemas de una manera madura y respetuosa, y buscar soluciones ajustadas a la realidad.
Los gritos, insultos y otros descalificativos solo sirven para desahogarnos y no construyen relaciones sólidas. Recordemos que la familia es escuela de amor y la manera como nos tratemos en familia incide de forma real en el desarrollo afectivo de nuestros hijos.
Defendamos nuestro tiempo a solas
Cuando nacen los hijos parece que nos olvidamos de la necesidad de pasar tiempo juntos a solas para reconectarnos: ya sea por miedo de dejar a los niños con otras personas, o porque estamos cansados. Es vital recuperar las citas, las salidas, los bailes o cualquier otra actividad que nos permita unirnos nuevamente y concentrarnos en el otro, además de recuperar el romance.
El tiempo a solas se debe defender a capa y espada, porque es la gasolina que mantiene andando el motor de la vida matrimonial.
Sabemos que el reajuste de los hijos cambia mucho las dinámicas familiares y que, aunque traen una felicidad inmensa, a veces es difícil adaptarse a las nuevas rutinas que ellos traen.
Lo más importante es reconocer que la estabilidad de nuestra vida de pareja es parte importante del crecimiento y desarrollo de nuestros hijos, y que tenemos la responsabilidad de poner todo nuestro esfuerzo en acrecentar cada día más ese amor.
Escrito por: María Verónica Degwitz, vía Aleteia.
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