La soledad es un sentimiento que se adopta durante la vejez, aunque no suele ser una decisión voluntaria. ¿Qué podemos hacer?
En el Club Vivemás online para adultos mayores atendemos con frecuencia llamadas de hijos preocupados por el deterioro de la salud física y mental de sus padres. Escuchamos relatos que describen escenas inquietantes de soledad y depresión que no logran resolver. Abrumados por la responsabilidad de asistirlos en su vulnerabilidad, se cuestionan si están actuando de forma consecuente con el amor y cuidados recibidos.
“Antes salía a caminar, era activa, autosuficiente y se reunía con sus amigas regularmente. Ahora pasa las horas sin hacer nada, acostada en su cama o parada junto a la ventana con la mirada perdida. No tiene ganas de hacer nada. Se ve triste y deprimida”.
“Desde que enviudó se siente un poco perdido, sin brújula, no sé cómo ayudarlo,
me entristece verlo así”.
La demanda de los hijos por un lugar donde sus padres puedan crear nuevos vínculos sociales, es la punta del iceberg de una realidad compleja.
Aislamiento social y la soledad
La ONU y la OMS lanzaron recientemente un reporte en el que señalan al aislamiento social y la soledad en las personas mayores como situaciones relevantes para ser tratadas por los organismos encargados de gestionar la salud y las políticas públicas, un escenario que se agudizó en el contexto actual de la pandemia del Covid-19.
El informe destaca que la cifra de personas mayores viviendo solas es alarmante, tomando en cuenta su incremento de 20-34% en China, Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. Es decir, 1 de cada 3 personas mayores viven solas en algunos países.
Frente a este contexto algunas naciones ya tomaron medidas y están generando proyectos y estrategias al respecto. En febrero de este año por ejemplo, Japón creó el Ministerio de la Soledad. Yoshihide Suga, su titular, tiene la responsabilidad de enfrentar el impresionante incremento de suicidios en la isla.
Pero Japón no es el pionero. Reino Unido fue el primer país en nombrar a Theresa May al frente de este cargo en el 2018, tras la publicación de un informe por el que se reveló que más de nueve millones de personas afirmaban sentirse solas.
La realidad en Ecuador
En Ecuador el 11% de los adultos mayores viven solos, según datos de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). A pesar de que el 81% de personas mayores afirma estar satisfecha con su vida, el 28% menciona sentirse desamparada, el 38% siente que su vida está vacía y el 46% piensa que algo malo le puede suceder. 11 años después y con una pandemia en curso, intuimos que estas cifras se han incrementado al igual que en el resto del mundo.
Lo que no se mide no se controla, no se puede mejorar. Una de las tareas pendientes es el desarrollo de estudios y análisis profundos de esta realidad. Generar datos duros actualizados permitirá impulsar políticas públicas locales urgentes para atender un fenómeno que tiene proporciones globales como advierte la OMS.
Enfrentarla y vencerla
Estar solo no es bueno. El aislamiento social y la soledad causan daño porque acortan la expectativa de vida en las personas mayores, ponen en peligro su salud física y mental reduciendo considerablemente la calidad de vida. No es lo mismo estar solo que sentirse solo. La soledad se padece cuando nuestro entorno social no satisface nuestras necesidades. El aislamiento social es la disminución de las oportunidades de relacionarse con otras personas, situación que puede o no causar soledad.
“El laberinto de la soledad” es el nombre de uno de los ensayos más destacados de Octavio Paz. Una obra que sitúa la soledad de los mexicanos en el sentimiento de haber sido arrancados de su raíz, de su vínculo de origen. La historia de México es la búsqueda de esa filiación perdida, nos dice el nobel mexicano.
Tomo prestada la imagen de desarraigo a la que alude, para graficar la paradójica situación de soledad en las personas mayores, arrancadas también de la vida en sociedad. Somos seres sociales por naturaleza, necesitamos de los otros para sobrevivir; sin embargo, pareciera que a medida que envejecemos, la sociedad nos descarta por el solo hecho de cumplir años. Una exclusión que no todos logran gestionar con éxito y que causa soledades no deseadas.
Ahora que sabemos que cada vez seremos más personas viviendo por más tiempo, es un buen momento para empezar a diseñar e implementar entornos más amigables con la vejez. La de nuestros padres, la nuestra y la de todos.
Escrito por: Escrito por: Psc. Alexandra Landázuri Savinovich
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