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Jóvenes que sacrifican su descanso de fin de semana para atender a niños separados de sus familias por haber sufrido maltrato.

 

El amor con el que los niños los reciben cada vez, es lo que los motiva a continuar con esta labor que les quita algunas horas de descanso los fines de semana. 

Uno va mentalizado a que va a ayudar, pero en realidad es uno mismo quien termina saliendo más ayudado”, dicen los integrantes de este grupo de jóvenes que dedica las mañanas de cada domingo a visitar a niños que han sido separados de sus familias. 

Bajo el nombre de Voluntarios por la vida los jóvenes interactúan con son 68 niños de la fundación Inés Chambers, que han sido colocados por el Estado por distintos motivos, tales como abuso verbal, físico o sexual. Son niños que carecen de amor, han crecido en familias disfuncionales o han experimentado situaciones violentas. Los jóvenes les dan formación espiritual y dictan talleres sobre valores, conocimiento personal e interacción familiar, que les ayudarán a madurar.

Andrés Elías, fundador del movimiento, nos comenta que “un día visité el hogar Inés Chambers y sentí la necesidad de ayudar. Ver a los niños mendigando amor me desesperaba. Fundé para ellos el movimiento que ha tenido gran acogida entre los jóvenes de corazón generoso, siendo nuestro próximo proyecto la construcción de una posada para hijos de madres de escasos recursos que les permita dejar a sus hijos mientras trabajan”.

El equipo ha ido creciendo, hoy cuentan con cerca de 50 voluntarios y un consejo directivo y de coordinación conformado por Ma. José Paredes (19), Juliana Pérez (19), Romina Palacios (28), Fausto Haro (26) y Jorge Peralta (21). Ellos se reúnen cada sábado y se encargan de la preparación de las visitas: dividen los temas, asignan responsabilidades, distribuyen el material y motivan a más jóvenes a unirse y comprometerse por esta causa.

Es bonito ver como hay personas que van por curiosidad, o porque algún amigo los invitó y cómo continúan ayudando porque se quedan enamorados de los niños”, cuenta María José Paredes. 

La fundación y colaboradores anónimos son quienes financian todas las actividades que realizan con los niños. Los materiales, utensilios, alimentos para el lunch, son donaciones de diferentes personas. Juliana Pérez cuenta que “las personas se sensibilizan al escuchar las historias de los niños que no tienen papás, y como muchos quieren ayudar, pero no logran tener la oportunidad para asistir, ahí es cuando nos ayudan con sus donaciones”.


Su lema: Todo por Cristo

 “Tuve la oportunidad de compartir con mi familia y en especial con mis hermanos pequeños para la celebración del Día del Niño, me dio gusto que se relacionaran con ellos para que pudieran darse cuenta de que la vida va muchos más allá de lo material y que lo bueno de la vida es la alegría y el poder compartirla”, nos dice María José. Y al despedirse nos invitan a participar cada domingo de esta experiencia, que nos hace encontrar a Jesús en cada uno de los niños.

La meta de estos jóvenes es llegar a ser una fundación que se preocupe por niños que han sufrido diferentes clases de abuso y maltrato. Aseguran que quieren extender este proyecto, y están  planeando muchas más actividades, desde bautizar a los niños que lo necesiten, hasta mingas de limpieza,  de salud, de aseo personal y pavimentación de calles.

 

 

Por Luciana Loyola
Estudiante de Periodismo

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