Contigo de la mano, la canción me recordó que en Dios tenemos un refugio y podemos reencontrar la felicidad en lugares inesperados.
Hace varias semanas que me había estado sintiendo como desconectada de todo: de mis amigos, de mi trabajo, de mi familia, del mundo, de Dios. No encontraba algo que me hiciera recuperar la paz interior.
San Ignacio recomendaba «discernir los espíritus» regularmente. Es decir: ir poniendo atención en qué te da vida, qué te une a los demás y a Dios y qué no; qué te va llevando al pecado. Hacer este examen regularmente, sobre todo cuando sentimos estos cambios internos que nos «desolan» o «bajonean», para procurarlos o distanciarse.
Así que empecé a poner atención: me di cuenta de que había amigos con los que me sentía bien después de platicar. Algunas oraciones que me dejaban con una alegría y una fe más fuerte. O hábitos que me generaban paz interior. ¿Qué tenían en común? Con ellos podía mostrarme con dudas, sensibilidad, debilidad.
Fue en momentos de oración – Adoración Eucarística, grupos de oración, de sanación interior, terapia y acompañamiento espiritual – en los que logré bajar la guardia. Llevaba varias semanas sin hacerlo, casualmente cuando me empecé a sentir como vacía, fingiendo estar perfecta.
En ese tiempo, esta oración cantada me ayudó a volver a buscar refugio. ¡Te la comparto! Y luego seguimos reflexionando…
Una alegría inesperada
Hay personas y hasta grupos de oración con las que tenemos que aparentar tener control, saberlo todo, tenerlo todo. Parecen campos minados donde cuidamos todo lo que decimos o hacemos, en lugar de ser refugios donde llegar como estamos, sin pena. Como quien corre llorando a los brazos de sus padres.
¡Qué paz, qué alegría en ser vulnerable! Nos han enseñado que la debilidad es fracaso: aunque estemos sufriendo solos por una enfermedad, una crisis familiar, un pecado repetido, una duda existencial.
Pero hay una frase del texto del P. Eduardo Meana cantado por el P.Cristóbal Fones:
«Vivo en el lado tierno de la vida… Ya no quiero ser duro, pero muerto. Prefiero vulnerable, pero vivo… Donde el “Te necesito” no avergüenza, donde nace del alma el: “Muchas gracias”. ¡Triste arrogancia de los “ganadores!».
Él lo dijo primero: felices los que lloran
Llevaba mucho tiempo sin pedir ayuda y procurando fiestas, dietas y rutinas como para decir «No tengo derecho a sentir un vacío si lo tengo todo resuelto». Como si la felicidad, el éxito y la plenitud estuviera en no mostrar heridas.
Medito en cuántas veces Jesús tuvo que romper con los estándares de «perfección» que tenían las personas, para sembrar el Reino de Dios: «Dichosos los que lloran».
Y no es una oda a la decadencia; es la humildad de dejarnos acoger por Quien promete sanar a los de corazón quebrantado… y que en eso nos enseña a hacer lo mismo. Porque en esta vida no podemos escapar del dolor ni de la enfermedad y la muerte.
¿Sabes cómo alcanzar la verdadera paz interior?
«Jesucristo resucitó con todo y heridas», me dijo mi acompañante espiritual. Nos cuidamos tanto de que no se note que tenemos miedo, que incluso nos perdemos de la cercanía de Dios. Él no quiso darse a conocer solo como perfecto Dios, sino también humano: solo, herido, incomprendido, triste, angustiado.
Somos una escena nueva del hijo pródigo que no quiere volver a casa con su padre, porque volver significa necesitar y él quiere valerse por sí mismo. Aunque le cueste la vida, quiere vivir sin pedir favores.
Si incluso Dios, creador del universo, encontró en la fragilidad un sentido para el amor, la plenitud y la vida, ¿qué hacemos enmascarando nuestra pequeñez, sobre todo frente a Él, que nos invita sobre todo a quienes necesitamos descanso y refugio?
En la vulnerabilidad encontramos sentido, relación real con nosotros, con los demás y con Dios. Un Dios que se hizo humano para sostener nuestras debilidades. Nos vemos como Dios nos ve y nos dejamos acompañar y sanar por Él y por las muestras de amor y sanación que nos regala cada día.
¿Sabes qué? Es difícil discernir si nuestra tristeza parte de una herida espiritual o de un problema que requiere un acompañamiento profesional. Por eso, creamos un nuevo curso: «Salud mental y vida espiritual», que habla del equilibrio de las emociones, el proceso de sanación interior… y más. Te recomiendo echarle una mirada.
Escrito por: Sandra Estrada, vía Catholic-Link.
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