¿Has perdido a alguien? Conoce cómo el dolor compartido puede ser comprendido.
«La vida es un instante entre dos eternidades» (Sta. Teresita del Niño Jesús). Esta frase retrata una de las realidades que todos los seres humanos en algún momento viviremos, la realidad de que en esta vida somos peregrinos. La realidad de que nuestra vida llegará a su fin, lo que puede producir dolor en nuestros seres queridos.
Posiblemente, todos hemos pasado la durísima realidad de la pérdida de algún ser querido: familiar o amigo muy cercano. Estoy seguro de que han sido momentos de mucho dolor, donde nos hemos incluso llegado a cuestionar muchas cosas. Instantes de tristeza, de nostalgia, de conmoción por ya no tener cerca a aquellos seres que nos acompañaron y marcaron nuestra vida.
Estoy seguro, lo he vivido también, que la pérdida de un ser querido te marca, te impacta, le da un remesón a tu vida. Personalmente, mi cabeza se nubló de muchos «¿y si hubiera hecho esto o dicho aquello?». Algo que aprendí es que principalmente en estos momentos el mejor refugio es el Corazón de Jesús.
Muchas veces he escuchado una canción de Tercer Cielo llamada «Yo te extrañaré», una canción que explora este triste momento en el que perdemos a un ser querido. Me di cuenta de que esta canción nos puede enseñar a vivir nuestro duelo de la mano de Dios.
Ten paciencia contigo mismo ante el dolor
Es normal sentir dolor, es normal estar triste ante la realidad de que aquel familiar o amigo, aquel confidente hoy ya no esté a tu lado. No te impacientes, no te desesperes si te duele la pérdida de un ser querido. Permítele a tu corazón llorar, deja que tu alma sane, deja a Dios ser Dios.
Sé paciente, pero ante todo recuerda que en tu debilidad se manifestará la gracia del Señor. Sí, permítete estar triste. Pero que esta tristeza te lleve a refugiarte siempre en el Corazón de Jesús. En medio del dolor recuerda que «el amor echa fuera todo dolor» (1 Jn. 4,8).
No compares tu proceso al proceso de nadie. Cada alma es una flor distinta y requiere de distinto cuidado. Mientras sea Dios el jardinero de tu alma, ten la certeza que florecerás y amarás cada día más y mejor.
No dejes que la tristeza te paralice, no dejes que el dolor te detenga. Deja que el Señor te consuele, porque recuerda «él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas» (sal 147,3).
«Fueron tantos bellos momentos que vivimos juntos»
Recordar cada sonrisa, cada anécdota, cada lágrima, cada vivencia con quienes hoy ya no están a nuestro lado es una linda manera de perpetuar su presencia en nuestros corazones. No dejemos que la tristeza de la pérdida de un ser querido, porque ya no está junto a nosotros, nos impida recordar todo lo bello y lo no tan bello que vivimos junto a aquella persona que hoy no está.
Y es que recordar es volver a vivir, permítele a tu corazón volver a vivir aquellos momentos que te marcaron tanto, aquella risa descontrolada, aquella conversación larga, aquel viaje, aquel recuerdo chistoso.
Te puedo asegurar que esto te ayudará a agradecer lo que fue la vida de quien hoy no está a tu lado. La gratitud y la dicha de haber disfrutado tu vida junto a alguien se irán abriendo paso ante la nostalgia, y al dolor.
En lugar de preguntarte por lo que pudiste haber hecho y dicho, atesora cada momento que sí viviste. No pienses lo que pudo haber sido, agradece y recuerda lo que fue y recuerda que pronto verás la luz de un nuevo día.
Sagrado corazón de Jesús: ¡yo confío en Ti!
Tenemos como Padre a un Dios cercano, somos hijos del Rey del Universo. Es en Él que nuestra confianza debe estar depositada, es a Él a Quien hay que clamarle que sane las heridas de nuestro corazón.
Dios no es ajeno a tu dolor por la pérdida de un ser querido. Recuerda «Dios escribe recto en renglones torcidos» y es en Su amor y Su infinita Misericordia que nuestros corazones abatidos van a encontrar siempre consuelo.
El mismo Dios que puso calma en la tormenta (Mt 8, 23-27), va a ser capaz de poner la calma en la tempestad de tu corazón, nosotros debemos confiar y dejar que aquello que nos amó hasta el extremo, nos ame, nos guarde y nos sane.
La oración es el camino del amor. En la oración entreguemos a Jesús nuestro dolor, elevemos nuestro clamor y depositemos nuestro corazón. Te aseguro que es el Sagrado Corazón de Jesús tu mejor refugio.
Recuerda que el mejor acto de amor por quienes hoy no están a nuestro lado es la oración por su eterno descanso. Es encomendar al Señor esas almas que ya partieron a su encuentro. Ofrece misas, oraciones por el eterno descanso de quienes hoy ya no están a tu lado. Es este un acto de amor auténtico y un acto de abandono en el corazón de Jesús.
No hay mejor manera de que nuestro corazón descanse que en los brazos maternales de María Santísima. ¡Cuánto amó María! Incluso Ella vivió el dolor grandísimo de perder a su hijo Jesús. ¡Quién mejor que ella para guiarte y acompañarte en el dolor! ¡Quién mejor que Ella para llevarte al corazón de Jesús!
La manera más intensa de vivir
Debemos amar a quienes tenemos a nuestro lado. Amar como Jesús amó, amar al punto de negarnos a nosotros mismos. Pero, principalmente, debemos amar hoy. No pospongas el amor, ama hoy. Recuerda que siempre es un buen momento para expresar nuestro amor a quienes están junto a nosotros.
Cada segundo es la oportunidad ideal de decir y de demostrar a nuestros seres amados cuánto los amamos, cuánto significan para nosotros, lo felices que son nuestras vidas por tenerlos junto a nosotros. Ama hoy, exprésate hoy, porque no sabemos si mañana podrás decirle a quienes amas que los amas.
Nunca estará de más un acto de amor, nunca sobrarán palabras de afecto, nunca va a estar de más gestos de gratitud. El amor debe ser el motor de nuestras vidas, porque amar es la manera más intensa de vivir.
Escrito por: Alan Lugmania, vía Catholic-Link.
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