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Sentían que su matrimonio estaba incompleto y querían ser un testimonio de fe para sus hijos, por eso buscaron la nulidad matrimonial del vínculo anterior.

Fueron 12 años de espera. Alfredo había iniciado el proceso de nulidad matrimonial con su anterior pareja en el 2002 para poder formar junto a María Isabel una familia “como Dios manda”. Estos esposos, con 15 años de matrimonio civil, celebraron hace 4 meses su matrimonio eclesial, luego de que Alfredo obtuviera la nulidad de su primer vínculo.

Nosotros nunca nos sentimos abandonamos por Dios, nuestra fe fue la que nos acompañó durante todo este proceso”. Alfredo

La nulidad matrimonial es un proceso mediante el cual se resuelve que nunca existió unión entre una pareja. La Iglesia no anula un matrimonio válido, sino que constata que hubo motivos anteriores al mismo que hicieron nulo el matrimonio eclesial. Es un proceso que dura alrededor de un año y medio, pero que en algunos casos éste puede extenderse más del tiempo establecido.

Fue el caso de Alfredo y María Isabel. Su proceso duró 12 años. Fue un procedimiento largo y tedioso que los forjó en la paciencia y persistencia, pues su fe en Dios los acompañó durante todo este tiempo. “Nuestro matrimonio no era completo porque no nos habíamos casado por la Iglesia y para nosotros era importante continuar con la nulidad para demostrarle a nuestros hijos la importancia de tener un matrimonio bien constituído”, señala María Isabel. Muchas veces pensaron en abandonar el proceso, pero estaban seguros de que “la espera, al final, daría sus frutos”.

 

El inicio de su historia

Cuando se conocieron, ella era soltera y él divorciado. Fue en 1997, en una salida al cine con sus amigos.  Alfredo recuerda que ellos siempre le hablaban de María Isabel Bustamante; pero, el día que la vio por primera vez, no le resultó tan “atractiva” como le habían comentado, porque “había ido greñuda”, señala entre risas.

Habían momentos en los cuales me sentía decaída, porque veía que las cosas no avanzaban, pero sabía que se haría lo que Dios quisiera”. María Isabel

Maria Isabel por su parte, recuerda que, al igual que Alfredo, sus amigos siempre le dieron buenas referencias de él. Nunca olvida que lo primero que le dijeron fue que “es un hombre bueno y siempre va a Misa”. Sin embargo, para ella resultaba extraño salir con alguien divorciado, pues iba en contra de su fe, de lo que había aprendido desde pequeña. Decidió darle una oportunidad y luego de un tiempo se enamoraron. “Yo me decía: no puede ser posible que alguien que sea demasiado bueno no valga la pena conocerlo, si un hombre es un buen hijo, entonces va a ser un buen esposo y un buen padre; y no me equivoqué, así es Alfredo”, asegura María Isabel.

Su matrimonio estaba incompleto

Para Alfredo fue difícil terminar con su primer matrimonio. “Yo me había casado con una persona para toda la vida y me golpeaba mucho, porque sabía las consecuencias”, señala. Intentó salvar su relación hasta el final, pero en un momento se hizo insostenible. “Fui a charlas con el grupo (católico) que pertenecía en aquel entonces, fui donde un profesional especialista en matrimonios, quise intervenir con un sacerdote, pero me di cuenta de que esto no daba para más”. Temía que en su estado de divorciado, sería muy difícil encontrar a una mujer dispuesta a estar con él, pese al sacrificio de no poder acercarse a la Eucaristía.

Vuelto a casar y cercano a la Iglesia

Alfredo sabía que su matrimonio estaría incompleto con María Isabel. El día que se casaron por lo civil, tuvieron que dejar de comulgar, pero éste no fue motivo para alejarse de la Iglesia. Las homilías del sacerdote muchas veces hacían referencia a su situación y de todas formas continuaban asistiendo a Misa todos los domingos, incluso cuando estaban de vacaciones dentro o fuera del país.

Alfredo y María Isabel junto a sus hijos el día de su matrimonio
Alfredo y María Isabel junto a sus hijos el día de su matrimonio

El matrimonio eclesial era indispensable para ambos, por eso Alfredo presentó su caso ante el Tribunal eclesial luego de 3 años de casados. “Yo le dije a María Isabel: vamos a intentarlo, creo que mi causa es válida, no es un proceso sencillo, pero mi conciencia está tranquila y sé que al final del día quien decide si es nulo o no, es Dios”.

Alfredo describe como un milagro el momento en que salió el decreto final, pues en el 2009 el Tribunal de Segunda Instancia había fallado a favor del vínculo. “Yo siempre fui optimista, pero en ese momento no sabía qué hacer, por eso cuando en el 2014 salió la nulidad, no lo podía creer”.

Fue así, como en septiembre del año pasado celebraron su matrimonio por la Iglesia católica. Fue una boda sencilla con las personas que más querían y que los habían acompañado con sus oraciones durante el proceso. Sus hijos Rafaela (14), Isabel (10) y José Alfredo (9) fueron parte de la corte y hoy Alfredo y María Isabel pueden recibir la Eucaristía y la absolución en la confesión, además de todas las gracias que Dios otorga a los esposos por el sacramento del matrimonio eclesiástico para formar una familia cristiana.

 

Consejo a las parejas que buscan la nulidad

“A todas las parejas que están en medio de este proceso los animamos a continuar, a ser pacientes y persistentes. Es verdad que el tribunal está formado por humanos, pero la decisión final es de Dios. Por alguna razón especial Dios quiere que suceda esto y si uno como matrimonio quiere realmente acercarse a comulgar para recibir al Señor en la Eucartistía, hay que esperar y confiar en que todo llegará en el momento que Él considere oportuno. Al final del día la espera dará sus frutos”.

 

Por María José Tinoco
Editora
mtinoco@revistavive.com

 

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