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Hacer amigos no es tan complicado durante la niñez, adolescencia e incluso juventud, pero qué sucede cuando avanza nuestra edad.

Cuando éramos niños la teníamos fácil a la hora de hacer nuevos amigos. El vecino que jugaba en la misma vereda todas las tardes era tu mejor amigo instantáneamente; la niña a quien su mamá la llevaba al parque del condominio a la misma hora que tu mamá te llevaba a ti se volvía como tu hermana. Hacíamos amigos en el colegio, en el barrio, en las clases de natación o de danza.

Hoy, con las redes sociales, los chicos más grandes acumulan muchos más amigos más rápido. En un encuentro de estos días con preadolescentes, conversando sobre la amistad, una chica nos contó que tiene 30 mejores amigos con los que habla y se junta todo el tiempo. Sí, 30. Pero esta columna no pretende hablar de las amistades a los 13 años, sino a los 43 o 53.

 

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¿Cómo hacer nuevos amigos cuando ya somos “grandes”?

La experiencia de la mayoría es que a cierta edad generalmente ya tenemos los amigos que creemos necesitar y poder manejar, poco esfuerzo o atención damos a construir nuevas amistades. Conocemos nuevas personas cuando cambiamos de trabajo o cuando empezamos a ir al gimnasio o al tomar clases de algo. Pero, ¿nos volvemos amigos?

Como la vida nos enseña, no basta con pasar tiempo juntos como compañeros de trabajo o de aula para formar una verdadera amistad. Intereses y valores comunes recobran importancia para elegir nuevos amigos. Los años y las experiencias nos muestran que la química que se da en momentos de ocio y diversión puede ser temporal e insuficiente. La confianza necesaria para desarrollar amistades basadas en honestidad, lealtad, generosidad y respeto, demanda de ocasiones en que esos valores puedan desplegarse y fortalecerse.

Me he dado cuenta que hoy prácticamente todos los que llamo amigos son personas que, sin importar si las conozco hace mucho o poco tiempo, comparten conmigo una visión similar del ser humano, del mundo y de la vida, que dan prioridad a iguales valores o equivalentes. Esto no significa que no me relacione con otras personas, pero ciertamente no los considero amigos cercanos ni dedico tiempo a socializar con ellos.

Y de alguna forma los intereses se alinean cuando se fomentan los mismos valores, porque las acciones siguen al pensamiento. El estilo de vida te acerca o te aleja. Puedes conocer personas en el ámbito laboral, deportivo, social o educativo, pero no es hasta profundizar en temas transcendentales que uno descubre afinidad y eso ciertamente requiere de trabajo y dedicación.

 

 

El valor de nuestros amigos

Nuestros amigos influencian nuestra forma de vivir, de utilizar nuestro tiempo y hasta cómo pensamos. Estudios de gran escala han demostrado que las decisiones personales en cuanto a hábitos y comportamientos (buenos y malos) tienen hasta el doble de condicionamiento al grupo de amigos que a la familia o inclusive la pareja. Tenemos la necesidad humana de pertenecer, de conectar, por ello modificamos nuestros gustos y valores por los de las personas con quienes queremos compartir.

Con criterio y razonamiento desarrollados y haciendo uso de las experiencias del pasado, deberíamos estar en la edad idónea para escoger amistades que nos edifiquen y alejarnos de las que nos apartan de la mejor versión de nosotros mismos. No es sencillo, puede significar dejar de frecuentar personas que conocemos de toda la vida o cargar con el tiempo y esfuerzo de construir nuevas amistades cuando creemos que ya tenemos suficientes.

Los invito a reflexionar sobre quiénes los rodean y por qué, analizar los puntos de coincidencia en aquellos valores que son más importantes en su vida y repasar cómo esas amistades moldean su pensamiento y determinan sus costumbres.

 

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Escrito por: Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam
 Spotify: Medio a Medias.

 

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