Decir «te amo» va mucho más allá de palabras o una frase, tiene un significado inmenso si lo que se dice es de corazón.
¿Qué estoy diciendo cuando digo “te amo”?
Les confieso algo: había escrito otro artículo para hoy. Pero luego vi qué día iba a publicarse, y no me aguanté las ganas de hacer otra cosa: es que hoy en mi familia estamos de fiesta, ¡es nuestro aniversario de casados! Son ocho años desde que dijimos “¡sí!”, desde que nos pusimos al amparo de la Virgen, en su fiesta de la Inmaculada Concepción, para empezar a peregrinar juntos hacia el Cielo.
Por eso, quise hoy hacerle una breve entrevista a mi marido, Pablo (@pieper.activos), que es maestro y filósofo. Como comenté en la presentación de mi libro, hace poco Pablo ha terminado su tesis de licenciatura sobre el pensamiento de Josef Pieper, ¡y este autor tiene muchísimo que decirnos acerca del amor, en especial sobre el «yo te amo»! ¿Quieren saber qué nos cuenta Pablo sobre esto? ¡Vamos allá!
Maru: Es posible (¡y recomendable!) que varias veces al día le digamos a nuestro cónyuge “te amo”. Ahora bien, ¿qué quiere decir esto? ¿Qué decimos cada vez que decimos esto?
Pablo: Pieper, al igual que muchos otros autores que han abordado el tema, toma como punto de partida la realidad multívoca del amor. Esto quiere decir que, con el verbo “amar”, se hace referencia a una serie de realidades muy diversas entre sí —quizás a alguno le suene el libro Los cuatro amores, de C.S Lewis, al cual Pieper cita con frecuencia—. No obstante, como primera aproximación, Pieper asegura: “en todos los casos imaginables, amor significa tanto como aprobación. Esto hay que tomarlo en primer lugar de manera literal. Amar a alguien o a alguna cosa significa llamar ‘bueno’ a esa persona o a esa cosa y, dirigiéndonos a ellas, significa decir: es bueno que eso exista; ¡es bueno que estés en el mundo!”.
Maru: Es una hermosa idea. Pero resulta aún insuficiente, ¿no? Porque en este sentido podemos amar una canción, a una persona o, no sé…
Pablo: ¡O a un plato de ravioles! Es cierto: en todos los casos, aprobamos que eso exista. Pero vamos a dar un paso más: el amor conlleva benevolencia, es decir, buscar y procurar el bien del amado. Pero eso es lo que, al menos en cuanto cristianos, estamos mandados a sentir por todo ser humano, en tanto que Cristo se ofreció por todos en la Cruz, y nos mandó a amar al prójimo como a uno mismo.
Por eso, a la afirmación de que es bueno que exista y a la benevolencia, agregamos un tercer elemento: “el querer que apunta a la otra persona, el deseo de estar junto a él, unirse a él, incluso identificarse con él. En cuanto quien de verdad dice: ‘es bueno que existas’, quiere ser uno con aquél a quien ama”. Excelente forma de definir el amor entre los esposos, ¿no?
Y es que, por este mismo motivo, para Pieper el modelo y paradigma del amor es la unión entre el varón y la mujer: “esa unión y fusión de sujetos, que son sin embargo distintos unos de otros y así permanecen, se realiza de manera única e incomparablemente intensiva en el amor erótico en estricto sentido, y por lo tanto el amor entre los sexos es una forma paradigmática del amor absolutamente considerado”.
Y hablando del amor erótico, es el momento oportuno para mencionar que, entre las múltiples formas de amor que se han destacado en la historia del pensamiento, existen dos que han sido injustamente contrapuestas: el amor de deseo —por el cual anhelamos todo aquello que necesitamos— y el amor de caridad —que viene de Dios y debe volver hacia Él—. Según Pieper, estos amores no sólo son compatibles, sino también necesariamente complementarios.
Lo más maravilloso de esto es que el amor por alguien nos abre la puerta del amor a Alguien, con mayúsculas. Amando a una creatura, se llega a amar al Autor de esa creatura. Y también se ama la obra entera de ese Autor. Pues el mundo, la totalidad de lo real, es el escenario donde se encuentra la persona que yo amo. ¿Cómo no amar la realidad toda, si mi amada es parte de esa realidad?
Maru: ¡Muchas gracias por la parte que me toca! Ahora bien, ante la existencia real de cosas que pueden resultarnos arduas, incómodas, difíciles…, ¿qué hacemos con nuestro ser amado? Pensemos en una enfermedad, una complicación en el trabajo, una herida dejada por la historia familiar previa… ¿Debemos protegerlo a toda costa, alejarlo del dolor sin importar las circunstancias?
Pablo: ¡De ninguna manera! En primer lugar —y otra vez vuelvo a C. S. Lewis—, el dolor muchas veces es un camino de purificación y perfeccionamiento. Y, justamente en segundo lugar, según Pieper el amor no es “el deseo de que el otro se sienta bien siempre y en toda ocasión, y que se le ahorre bajo cualquier circunstancia el sufrir dolor”. El amor, según Pieper, no busca la simple calma del amado, sino su bien efectivo y real: “ningún amante puede consentir que la persona que ama prefiera la comodidad al bien”.
Y más adelante dirá: “amar a una persona no significa desear que pueda vivir libre de todo tipo de agobios, sino de que en verdad le vaya bien”. Se busca en definitiva que el amado “sea completamente ‘justo’, no meramente happy, sino perfecto y bueno”. Esto muchas veces implica tomar el camino difícil, pero seguro, del crecimiento. Y por eso es también que la fortaleza y el amor van de la mano.
Maru: Siento que la idea de fondo tiene que ver con la búsqueda de la felicidad, que es constante en el ser humano. Para terminar, ¿cómo relaciona Pieper el amor con la alegría?
P: Para Pieper, el amor siempre estará asociado a la alegría. Él dice: “el motivo de alegría es siempre el mismo […]: uno posee o recibe lo que ama […]. La alegría es una manifestación del amor”.
Por este motivo —y seguro se nos pueden ocurrir, tristemente, varios ejemplos—, “quien no ama a nada ni a nadie no puede alegrarse […]. La alegría es la respuesta de un amante a quien ha caído en suerte aquello que ama”. Y es que la alegría es, en efecto, una de las dos maneras a través de las cuales el amor se expresa: “alegría: arrebato, delicia, felicidad […] es la expresión del amor que participa ya de lo amado”.
Según Josef Pieper, “el ser creados por Dios […] no alcanza de hecho; requiere ser continuado y llevado a plenitud por el poder creador del amor humano”. Seamos conscientes del poder —¡y de la responsabilidad!— que tenemos respecto de nuestro ser amado, y no olvidemos que, al decir “te amo”, estamos festejando la existencia del otro, deseándole que sea cada vez mejor, dándole fuerza para enfrentar los sufrimientos, y, en última instancia, comprometiéndonos a acompañarlo en el camino hacia la verdadera felicidad.
Escrito por: Maru Di Marco, Licenciada en Letras por la Universidad Católica Argentina, vía amafuerte.com
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