Una tierna caricatura que nos muestra cuál es el único camino para entrar al Cielo.
Desde tiempos remotos, la crucifixión ha sido un método cruel y humillante para acabar con la vida de una persona y este suplicio era destinado a los criminales más peligrosos, a los rebeldes y a los enemigos de Roma. Durante mucho tiempo, la Cruz no fue más que es un símbolo de camino de muerte, derrota y humillación.
Sin embargo, ha existido Alguien que ha cargado con ella, la ha abrazado y hasta ha pronunciado palabras de amor y perdón para quienes lo habían llevado hasta allí. ¿Acaso se trataba de un loco? ¿Acaso alguien ha inventado semejante relato? Lo cierto es que, desde ese día, el rumbo de la historia de la humanidad ha cambiado.
¿Por qué Dios ha elegido la Cruz?
Es probable que más de una vez te hayas preguntado por qué Dios ha elegido la Cruz como camino para nuestra salvación y no otro. Como por ejemplo, con un simple chasquido de sus dedos. La respuesta no la dará este video (hecho por la productora canadiense Cartoon Conrad) ni ningún otro post. Este misterio se encuentra en el corazón de Dios.
Lo cierto es que esa Cruz existe en cada ser humano. Es el ticket que nos permite entrar al cielo. Sabemos que seguir a Cristo es el camino que nos lleva a la eterna felicidad, pero, ¿por qué Jesús nos dice: «Toma tu Cruz y sígueme»? ¿No podemos seguirlo sin la Cruz?
El hombre rechaza la idea del sufrimiento y cree que cuando las cosas no salen como imagina es porque Dios es vengativo o porque no escucha. En cambio, cuando todo va a «su a gusto y placer» Dios es lo más grande que hay.
Tomás de Kempis, autor de la «Imitación de Cristo», nos dice:
«Jesús tiene muchos que aspiran a su reino celestial, pero pocos que están dispuestos a llevar su Cruz. Muchos que anhelan la consolación, pero pocos que quieren la tribulación» (Lib. II, cap. 11,1).
Jesús, con su muerte en la Cruz, le da un sentido salvífico al sufrimiento. Nos dice que el dolor y hasta la propia muerte no tienen la última palabra.
«Muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida». La cruz con Cristo deja de ser un signo de fracaso y humillación para convertirse en un signo de victoria y exaltación. La cruz con Cristo es camino seguro que nos conduce al Padre, porque Él lo ha recorrido primero: «Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores» (Is 53, 4).
Dios jamás nos pedirá algo que Él no haya hecho primero
Por lo tanto, pensar en el significado de la cruz en la vida de Cristo, nos ayuda a comprender mejor el sentido de la cruz en nuestras vidas.
Frente a un mundo que nos ofrece una vida llena de placeres, en una búsqueda constante por satisfacer nuestros deseos. Sin que importen los sentimientos del otro con tal de lograr lo que yo quiero.
En un mundo que pregona que lo superficial vale mucho más que lo interior. Que nos vende que debemos abandonar todo aquello que implique un gran esfuerzo buscando únicamente nuestra felicidad. Las Sagradas Escrituras nos cuentan que el camino que nos lleva al Cielo no es fácil. Cito tres ejemplos, entre los muchos que podemos encontrar:
«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mt 7, 13-14).
«Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?» (Lc 9, 24-25).
«Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan» (Lc 6, 27-28).
Un camino exigente
Seguir a Cristo es un camino exigente, pero ya sabemos a dónde nos lleva, o mejor dicho hacia Quien nos conduce. Cada vez que dedicas tu tiempo a cuidar de un enfermo o a ayudar a un necesitado en lugar de invertir ese tiempo en ti, estás tomando tu cruz. Cada vez que renuncias a una oferta que te traería grandes beneficios económicos, pero implicaría el nulo contacto con tu esposo, con tus hijos o significaría que otros queden sin trabajo, estás tomando tu Cruz.
Cada vez que en un embarazo no deseado o en una situación donde el mismo se complique llegando a tener que decidir entre la vida del bebé y de la madre, te decidas en ambos casos por la vida del niño, estás tomando tu Cruz. Cada vez que decides perdonar a esa persona que te ha lastimado tanto, estás tomando tu Cruz.
Cada vez que cuidas de tus niños como madre o padre soltero, buscando brindarles lo mejor (aunque eso implique que debas olvidarte un poco de ti), estás tomando tu cruz. Cada vez que prediques las enseñanzas de Cristo y a cambio recibas burlas, rechazos, que te tomen por loco o que incluso lleguen a hacerte daño, estás tomando tu cruz.
¡No pierdas de vista lo más importante!
Si perdemos de vista la Cruz, no veremos el camino (como el niño del video que quiere entrar al Paraíso sin ella). Tomarla, es renunciar a nosotros mismos por amor a Dios y por amor a nuestro prójimo. Tomar la cruz, es decir junto con Cristo en los momentos de mayor dolor: «Padre, si es posible aparta de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42).
El mal existe. Querrá apartarte del camino de la cruz, queriéndote convencer de que el sufrimiento no tiene ningún sentido. De que lo único que importa en esta vida es tu felicidad inmediata, aunque eso implique herir al que tienes al lado.
Recordemos que Jesús mismo ha sido tentado, por eso, debemos permanecer atentos y realizar un correcto discernimiento en nuestro obrar, sin que nos ganen el miedo o el cansancio, porque la recompensa que nos espera es muy grande, además Jesús prometió estar siempre con nosotros: «Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
Caminemos con paso firme, con los pies sobre la tierra. Dios quiere que seamos felices desde ahora, pero tengamos nuestra mirada puesta en el Cielo, porque ese es nuestro destino. Mientras tanto, hagámosle caso a Pedro y quedémonos tranquilos: «Depositen en Él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes» (1 Pedro 5, 7).
Escrito por: Ailín Fessler, vía Catholic-Link.
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