¿Muy pronto para casarse? Si te estás preguntando esto, te doy 3 consejos que necesitas oír.
«La decisión más importante de tu vida» es lo que a muchos nos dicen cuando nos hablan de la decisión de casarnos con nuestra pareja. Y es que, ¿quién no se ha ilusionado con su boda? Es algo que nos genera ilusión, emoción y a veces, un poco de nervios.
Cuando sabemos que vamos a hacer algo verdaderamente importante buscamos prepararnos para eso: un examen en la universidad, una aplicación para estudios, una carrera deportiva… ¿Por qué no haríamos lo mismo con nuestra vocación?
Todo en la vida requiere un debido tiempo para madurar y comprenderse, y nuestra vocación no es la excepción a esta realidad. Por eso, ahora quiero hablarte de algo que muchos nos planteamos en algún momento de nuestra vida y en las etapas del noviazgo: ¿cuál es el momento “indicado” para decidir casarme?
En las etapas del noviazgo empezamos a construir
Cuando empezamos una relación de pareja, no siempre se tiene claro el objetivo hacia el cual se está caminando. Sabemos que estamos llamados a ser santos en el estado de vida en el cual nos encontremos, sin embargo, esta conciencia no siempre es igual de madura en todos.
Por eso, es necesario abrirse a esta verdad fundamental: donde está tu vocación, está tu misión. En consecuencia, es necesario comprender que al entrar en una relación de pareja ante todo estamos entrando en un camino de amor que tiene un fin muy especial: comprometernos en el altar.
Asumir la vocación como esposos requiere de una maduración de la conciencia sobre lo que esto significa, de modo que puedan ambos cónyuges asumirlo, con la asistencia de la gracia de Dios, una vez que son marido y mujer.
Para vivir plenamente este compromiso, es necesario preparar el corazón, utilizando nuestra voluntad e inteligencia para acoger lo que Dios nos pide.
Antes de casarse
A continuación, quiero darte tan solo algunos elementos que he reunido luego de dialogar con pacientes y tantas personas que han vivido una preparación al matrimonio, que han tenido buenas y malas experiencias en el proceso y te daré mi perspectiva al respecto:
1. Sean coherentes con el estado actual de la relación
Es necesario que nuestra dinámica en la relación sea acorde al momento de vida en el que estamos. Si somos enamorados o novios, como dicen en otras partes, es necesario comportarnos como tal.
El gran problema de los tiempos actuales, al menos en lo que se refiere a las relaciones de pareja, es que nadie nos enseña a los jóvenes que todo tiene su tiempo y que el tiempo, toma tiempo.
Cuando somos coherentes con el estado actual de nuestra relación, y vivimos como tal, es más fácil hacer un buen proceso de discernimiento. Pues, al vivir en apertura a lo que Dios nos quiera mostrar, definitivamente nos lleva a una dinámica de relación de gracia y apertura.
Aprender a no correr y asumir lo que como novios o enamorados debemos asumir será clave en este proceso.
2. Toda semilla crece, germina y madura
A medida que pasa el tiempo en la relación ocurrirá como las semillas que crecen y van madurando; en las etapas del noviazgo el amor se va madurando, pero muchas veces caemos en el error de esperar más de lo debido, creyendo que aún no estamos maduros y se nos pasa el tiempo sin tomar decisiones.
No será entonces cuestión de un número de años lo que nos dará las claves para comprender si es momento de casarnos o no, sino la madurez cristiana de ambos, que les permita tener el debido conocimiento del otro, de ustedes mismos y del fin del sacramento del matrimonio como tal.
Este punto es fundamental. Será lo que se pondrá finalmente en juego cuando estén casados. Si ambos ya se conocen bien, son conscientes de lo que cada uno busca, hay amor auténtico y hay conciencia de lo que el sacramento del matrimonio implica, ¿por qué no confiar también en que Dios los acompañará en su decisión?
El paso al matrimonio es un acto de fe, pero no de una fe ciega, sino una fe que se ha madurado conociéndose a sí mismo, a Dios y a la pareja.
3. Vivir en clave de donación
El matrimonio es un sacramento unitivo, donde dos almas son unidas por la acción misma del sacramento y llegan a ser «una sola carne». Eso ocurre por la gracia recibida en el Sacramento. Dios otorga a los esposos unas gracias especiales para vivir su vocación.
En ese proceso, durante las etapas del noviazgo, algo que es importante empezar a vivir antes del matrimonio, es una actitud de entrega generosa al otro. No hay algo más hermoso en el amor que recibir la atención de quien nos ama, de sabernos abrazados, cuidados, acogidos, pues así lo ha hecho Dios primero.
Aprender a hacer actos que saquen de mi corazón todo egoísmo y que me lleven a buscar el bien del otro, aportará muchísimo para el momento de dar el paso definitivo en el altar.
Escrito por: Gary Siuffi e Isabela Cañas, vía Catholic-Link.
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