En la actualidad es muy común hablar de lo que a uno u otro le atrae sexualmente, pero poco se habla de las relaciones a largo plazo.
La atracción sexual es una experiencia humana natural. No corresponde a la voluntad ni a la decisión personal: es algo que experimentamos, no algo que elegimos. Para muchos esta experiencia es algo que debe evadirse o rechazarse, para otros es algo que debe ser promovido, explotado y termina determinando su comportamiento. Sin embargo, la cuestión real no es si está bien o mal sentir atracción sexual, sino lo que decidimos hacer frente a lo que experimentamos y las razones que están detrás de aquello que nos atrae.
Signo de deseos más profundos
Cuando comprendemos la verdad de la sexualidad humana, reconocemos que implica toda la persona, no solo su genitalidad, sino cada ámbito de su ser. La experiencia de la atracción sexual no solo se da en el ámbito biológico, sino que está relacionado directamente con su ámbito social, espiritual, psicológico y emocional. Es decir, aquello que te atrae sexualmente es un reflejo de lo que anhelas y necesitas en todos los demás ámbitos de tu persona. Es asombrosamente liberador reconocer que la atracción sexual en el fondo no está buscando placer, sino que esconde en sí el anhelo de la plena donación de sí y la intimidad total vivida en profunda comunión.
La atracción sexual que experimentamos es entonces un signo de nuestro llamado a amar y ser amados y en lugar de ser ignorado, reprimido o rechazado, debe ser ordenado, dominado y educado para que se convierta en un medio adecuado para amar y no una esclavitud y obstáculo para el amor.
Es importante reconocer que, en nuestra humanidad herida, si bien el anhelo de placer y la atracción sexual no es ni buena ni mala en sí misma, las formas en que buscamos satisfacer estos anhelos si pueden estar erradas y desviarnos del camino del amor. Por eso la atracción sexual debe ser reconocida para luego ser purificada. No todo lo que te atrae es bueno para ti.
La pregunta clave
En nuestras relaciones no es difícil reconocer que sentimos atracción sexual por una persona. Esto podemos experimentarlo por nuestra pareja en una relación estable o incluso con alguien que acabamos de conocer.
La química, la curiosidad, la tensión sexual, la atracción física y la admiración surgen sin mucho concurso de nuestra voluntad y vienen con una fuerza capaz de nublar nuestro juicio y obstaculizar el correcto discernimiento de una relación con propósito. Lo que debemos preguntarnos es ¿qué es lo que me atrae de esta persona? ¿qué está detrás de esta atracción que experimento?
Estas preguntas son vitales para identificar si lo que nos atrae corresponde con los anhelos más profundos y liberadores de nuestro corazón o si son imágenes distorsionadas y desviadas de lo que realmente anhelamos y necesitamos.
Da un paso atrás
Para esto es vital que recordemos que nuestros sentimientos y emociones no son absolutos, no determinan nuestros comportamientos ni tienen la última palabra en nuestras decisiones. El autodominio es condición necesaria para el amor y en estos casos, la mejor recomendación es dar un paso atrás. No porque la atracción sea mala en sí misma, si no porque necesitas distancia interior y espacio en tu mente y corazón para poder ver a la otra persona con objetividad y no a través del lente de la atracción.
Saber conservar tu lugar (físico y emocional) te dará la suficiente perspectiva para valorar tus intenciones y deseos, para conocer realmente al otro y te ahorrará muchas relaciones fallidas y frustradas que se sostenían solo en sentimientos pasajeros.
Amar a alguien es una decisión libre, no una reacción a lo que produce en nosotros: reconoce la diferencia y reevalúa lo que te atrae.
Escrito por: María Paula Aldana, estudiante de teología y filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, vía amafuerte.com. IG: @somos.sos
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