El Sínodo sobre la Sinodalidad es un proceso de escucha y diálogo que comenzó en 2021 con una consulta mundial al Pueblo de Dios.
¿Qué es el sínodo de los obispos?
El sínodo de los obispos es una institución permanente, creada por el Papa Pablo VI (15 de septiembre de 1965), en respuesta a los deseos de los Padres del Concilio Vaticano II para mantener vivo el espíritu de colegialidad nacido de la experiencia conciliar.
El Papa Francisco, en su Constitución Apostólica Episcopalis Communio (15 de septiembre 2018), señala:
Durante más de cincuenta años, las Asambleas del Sínodo se han revelado como un instrumento válido de conocimiento recíproco entre los Obispos, oración común, debate leal, profundización de la doctrina cristiana, reforma de las estructuras eclesiásticas, promoción de la actividad pastoral en todo el mundo… y han contribuido también a dar un notable impulso al magisterio pontificio posterior.
Pablo VI, en el acto de insituir el Sínodo como “consejo especial de Obispos”, afirmaba ser consciente de que, “como todas las instituciones humanas, se podrá ir perfeccionando con el paso del tiempo”.
Juan Pablo II afirmó que “quizá este instrumento podrá ser todavía mejorado. Quizá la responsabilidad pastoral colegial puede expresarse en el Sínodo de manera aún más plena”.
El Sínodo de los Obispos, ha seguido desarrollándose gradualmente hasta la última edición del Ordo Synodi, promulgada por Benedicto XVI el 29 de septiembre de 2006.
Por tales razones, desde el comienzo de mi ministerio petrino me he ocupado con especial atención del Sínodo de los Obispos.
El Obispo es al mismo tiempo maestro y discípulo. Ël es maestro cuando, dotado de una especial asistencia del Espíritu Santo, anuncia a los fieles la Palabra de la verdad en nombre de Cristo cabieza y pastor. Pero él es también discípulo cuando, sabiendo que el Espíritu ha sido dado a todo bautizado, se pone en escucha de la voz de Cristo que habla a través de todo el Pueblo de Dios, haciéndolo “infalible in credendo”… De hecho, “la totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2, 20 y 27), no puede equivocarse cuando cree… El Obispo, por esto, está llamado a la vez a “caminar delante, indicando el camino, indicando la vía; caminar en medio, para reforzarlo en la unidad; caminar detrás, para que ninguno se quede rezagado, pero sobre todo, para seguir el olfato que tiene el Pueblo de Dios para hallar nuevos caminos… para escuchar “lo que Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,7) y la “voz de las ovejas”, también a través de los organismos diocesanos que tienen la tarea de aconsejar al Obispo, promoviendo un diálogo leal y constructivo”.
También el Sínodo de los Obispos debe convertirse cada vez más en un instrumento privilegiado para escuchar al Pueblo de Dios.
Por tanto, aunque su composición se configure como un organismo esencialmente episcopal, el Sínodo no vive separado del resto de los fieles. Al contrario, es un instrumento apto para dar voz a todo el Pueblo de Dios precisamente por medio de los Obispos, constituidos por Dios “auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia”.
El Sínodo de la Sinodalidad
Del 4 al 29 de octubre pasado, en base a un encuentro de 365 participantes, incluyendo laicos, se realizó en Roma la primera sesión de la XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE OBISPOS sobre el tema “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión”.
Los diferentes puntos de vista, surgidos en el diálogo y en la oración, se recogen el documento Relación de síntesis, un instrumento al servicio del discernimiento que todavía deberá continuar, en el que se han identificado convergencias, cuestiones que afrontar y propuestas.
Estas son algunas de las propuestas:
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Experimentar y adaptar la conversación en el Espíritu y otras formas de discernimiento en la vida de la Iglesia.
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Si la Eucaristía da forma a la sinodalidad, el primer paso que hay que dar es honrar su gracia con un estilo celebrativo a la altura del don y con auténtica fraternidad.
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La doctrina social de la Iglesia es un recurso muy poco conocido, sobre el cual hay que volver a recurrir.
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Instituir un Consejo de Patriarcas y Arzobispos Mayores de las Iglesias orientales católicas junto al Santo Padre.
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En el 2025 será el aniversario del Concilio de Nicea (325) en el que se elaboró el símbolo de la fe que une a todos los cristianos. Una conmemoración común de este acontecimiento nos ayudará también a comprender mejor cómo en el pasado las cuestiones controvertidas fueron discutidas y resueltas, juntos, en Concilio.
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Es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de decisión y asumir roles de responsabilidad en la pastoral y en el ministerio. El Santo Padre ha aumentado considerablemente el número de mujeres en posiciones de responsabilidad en la Curia Romana. Lo mismo debería ocurrir en otros niveles de la vida de la Iglesia. Habría que adaptar, en consecuencia, el derecho canónico.
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Que se activen, en formas que jurídicamente hay que definir, estructuras y procesos de verificación regular de la tarea del Obispo, con referencia al estilo de su autoridad, a la administración de los bienes de la diócesis, al funcionamiento de los organismos de participación y a la tutela respecto a todo tipo de abuso. La cultura del rendir cuentas es parte integrante de una Iglesia sinodal que promueve la corresponsabilidad, además de una posible guarnición contra los abusos.
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A la luz de la sinodalidad, proponemos privilegiar, cuanto sea posible, propuestas formativas conjuntas, dirigidas a todo el Pueblo de Dios (laicos, consagrados y ministros ordenados).
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¿Qué deberíamos cambiar para que aquellos que se sienten excluidos puedan experimentar una Iglesia más acogedora?
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La escucha y la acogida no son sólo iniciativas individuales, sino una forma eclesial de hacer. Por esto, deben encontrar lugar al interior de la programación pastoral ordinaria y de la estructuración operativa de las comunidades cristianas en sus diversos niveles, valorando también el acompañamiento espiritual. Una Iglesia sinodal no puede renunciar a ser una Iglesia que escucha, y este compromiso debe traducirse en acciones concretas.
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Sobre la base de la comprensión del Pueblo de Dios como sujeto activo de la misión evangelizadora, codifíquese la obligatoriedad de los Consejos de Pastoral en la comunidad cristiana y en la Iglesia local. Al mismo tiempo, poténciense los organismos de participación, con una adecuada presencia de laicos y laicas, con atribuciones de funciones de discernimiento en vista de decisiones realmente apostólicas.
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Asegúrense una evaluación de los procesos sinodales a todos los niveles de la Iglesia.
“¿Cómo sucederá esto?”, se preguntó María de Nazaret (Lc 1,34) después de haber escuchado la Palabra. La respuesta es una sola: quedarse a la sombra del Espíritu y dejarse envolver por su potencia.
Escrito por: Francisco Arosemena Robles.
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