Interesante opinión que nos permite tener otro punto de vista respecto a la eutanasia, y el sufrimiento que esta no elimina.
Cuando supe del caso de PR, como todos, me conmoví mucho por su historia y me rehusé a intervenir en la acción. No obstante, comencé a estudiar y analizar el tema. Conocer la historia de los países en los cuales se ha despenalizado la eutanasia cambió profundamente mi percepción, al punto de que, juntamente con el equipo de Dignidad & Derecho, vimos la necesidad de intervenir y ser la voz de quienes la eutanasia silenció para siempre.
Es así como este artículo de opinión, lejos de ser una respuesta a quienes nos atacan por pensar diferente, solo busca transmitir algunos de los hallazgos más importantes. Decirles que a todos -porque no creo que se pueda ni se deba decir lo contrario- nos une la misma causa: evitar el sufrimiento.
La eutanasia no es sinónimo de sedación paliativa
Comencemos por entender que la eutanasia no es sinónimo de sedación paliativa. Esta última es un acto médico y legal, como cualquier otra terapia médica, que reduce la conciencia del paciente en momentos de intenso dolor y permite que la muerte llegue de manera natural por el avance de la enfermedad. Con la sedación paliativa, el paciente va perdiendo sus signos vitales, sin sufrimiento. El objetivo de la sedación es aliviar el dolor, el de la eutanasia terminar con la vida. Muchas de las personas que apoyan la eutanasia, en realidad están a favor de la sedación paliativa y de la renuncia a tratamientos médicos injustificados, lo que está permitido por la ley.
Otro mito es que en el Ecuador se practique la eutanasia de manera oculta. Es legal en el Ecuador renunciar a tratamientos que no curan al paciente, sino que suplen las funciones de los signos vitales, ya que no hay nada por hacer para sanar. Así, PR o cualquier otro enfermo en fase terminal, puede renunciar a los tratamientos médicos que prolongan su agonía, pedir sedación paliativa, y permitir que la muerte llegue a consecuencia de la enfermedad.
Los argumentos en contra de la eutanasia no son religiosos. De hecho, hay creyentes a favor de la eutanasia y otros en contra. Es la propia ética médica que se opone a la eutanasia. La función de los médicos y del personal de salud es promover la salud, la prevención de la enfermedad, el diagnóstico, el tratamiento, la rehabilitación y cuando ya no es posible sanar, cuando no hay tratamiento: cuidar al enfermo, aliviar su dolor y sufrimiento y acompañar, pero el fin jamás será dar muerte. Así lo ha reconocido la Organización Mundial de la Salud, aunque falazmente se repita lo contrario. Además, la eutanasia legal afecta negativamente la relación médico-paciente y la confianza en sus prestadores de salud. ¿Quién puede confiar en un doctor que ha matado pacientes?
La verdad
La eutanasia no es sinónimo de una muerte sin dolor y sufrimiento. En muchos casos los pacientes presentan complicaciones como la regurgitación de la mediación letal o con la recuperación de la conciencia luego de un efecto inicial. El proceso puede demorar 25 minutos, pero el rango reportado supera los 4 días. No son pacientes que mueren aliviados en lo emocional, psicológico, físico, ni espiritual.
La eutanasia no es un tema de libertad personal. La libertad del paciente en condición
altamente vulnerable está fuertemente condicionada y afectada emocionalmente.
Además, en muchos casos la decisión puede llegar a ser del médico, la familia, e incluso del Estado o las empresas de salud que se niegan a proveer de los cuidados necesarios para atender de mejor manera la condición del enfermo o la falta de recursos; como en efecto pasa en los países donde esta ley está vigente.
El derecho a vivir es irrenunciable
El derecho a la vida, como todos los derechos humanos, es irrenunciable. La eutanasia desconoce la dignidad de todas las personas, haciendo una discriminación injusta entre quienes merecen vivir, recibir ayuda y atención y quienes no. Categorizamos a los seres humanos en grupos: los sanos, los incapacitados, los improductivos, los pobres que no pueden acceder a un mejor acompañamiento en el sufrimiento. Esto tiene un efecto disuasivo, ya que genera una coacción sutil y una sensación de ser una “carga”, ya que el enfermo sabrá que hay una puerta de salida para evitar problemas a otros.
Buscar eliminar el sufrimiento es casi como eliminar la naturaleza humana. La vida, la muerte y el sufrimiento son una condición humana. No hay una sola persona en la historia de la humanidad que no haya podido evadir el sufrimiento. ¿Qué nos corresponde hacer como sociedad? Aliviar el sufrimiento.
Así, este artículo quiere unirse a propuestas como las de Jordi Sabater en España, para exigir una ley que apoye de mejor manera a los enfermos de ELA; o la de Esteban Bullrich en Argentina, que se ha dedicado sus últimos días de su vida a crear una organización para la investigación y acompañamiento de los enfermos que padecen esta enfermedad. A buscar y promover una ley de Cuidados Paliativos y de voluntades anticipadas en Ecuador, que al momento no existe, en vez de conformarnos con la peor de las posibilidades. No podemos ofrecer muerte si ni siquiera proveemos los mínimos requerimientos de salud para una vida digna.
Ser también esa voz de la bebé Indi Gregory en Reino Unido, quien fue asesinada aun cuando sus padres hicieron todo lo que estuvo a su alcance para impedirlo. De los jóvenes que padecían depresión, como Daniel James, en Suiza y Aurelia Brouwers en Holanda, a quienes se les concedió su deseo de suicidarse a temprana edad. O Roger Foley en Canadá, quien tuvo que grabar sus conversaciones con el personal de salud para que se sepa que se oponía a que le practicaran la eutanasia y que fue forzado, por los costos de su atención médica, a permitir que le maten, así como otros ancianos en Holanda que asisten a los hospitales con tarjetas pidiendo que no los maten a través de la eutanasia. Así también, se debe silenciar definitivamente a quienes, en Canadá, Japón, los Países Bajos, y ventajosamente en pocos más, promueven la eutanasia para reducir los costos sociales y estatales que representan quienes tienen el “deber de morir”.
Es por todos ellos, quienes levantamos la voz. Porque ninguna vida vale menos que otra.
También actúo por el miedo. La despenalización de la eutanasia puede generar una
pendiente resbaladiza que exponga a los más vulnerables. El día de mañana podremos ser
tú o yo, nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros
amigos, la carne de la eutanasia.
Escrito por: María de Lourdes Maldonado, Dignidad & Derecho.
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