Para recibir un hijo se necesita a la pareja de esposos sosteniéndose, acompañándose y amándose mucho.
¿Cuándo empieza la paternidad o la maternidad? ¿Qué pasa con los esposos cuando llegan los hijos? ¿Cómo saber qué hacer con esa criatura que llora, que me mira y que la mayoría de las veces no entiendo?
El tema de la paternidad/maternidad ha cobrado vigencia. Podríamos decir que el pensar en el rol parental tiene que ver con el hecho de que en la actualidad sabemos que los niños y los adultos son igual de importantes; por esta razón debemos respetar infinitamente a los niños evitando frases como: “Porque te quiero te pego” o al momento de una pregunta solo responder: “Es así porque yo digo y listo”.
En el universo de la crianza infantil hay muchas cosas que han cambiado y como nada está dicho, el tema de “¿cómo criar seres humanos felices y responsables?” nos daría para escribir una colección completa, comencemos por las primeras tres preguntas:
¿Cuándo empezamos a ser padres? Consideraría que desde el momento en el que tenemos conciencia de la concepción, desde pensar su nombre, nombrarle de manera especial, saber que está allí. Hay padres que asumen su rol incluso preparándose afectivamente para recibirlo.
¿Qué pasa con los esposos cuando llegan a ser padres? Lamentablemente se olvidan de ellos. Empieza entonces un problema importante y la causa de muchos divorcios. Es que, para criar hijos, se necesita a la pareja de esposos sosteniéndose para ser padres, acompañándose y sobre todas las cosas, amándose como seres humanos. Si esto no funciona, se convertirán en un par de amigos que, con el paso del tiempo, perderán “la chispa”.
¿Cómo saber qué hacer con esa criatura que llora, que me mira y que la mayoría de las veces no entiendo? Sentir, eso es lo que debemos hacer, más que pensar, resolver, arreglar. Debemos sentir lo que ese niño o niña necesita. Para evitar errores en lo que comprendemos, debemos haber podido decodificar nuestras propias emociones y necesidades; solo así, con un trabajo personal constante, con un “autoconocernos” podremos contener, satisfacer, guiar, amar y por sobre todo lo demás, ser ejemplo de felicidad para que esa criatura sepa que su meta debe ser la alegría propia del ser humano, aquel profundo sentimiento de paz que nos ayuda a recuperarnos de los desconciertos, las tristezas y los avatares propios de la vida…
Y esto es un trabajo del día a día. Cabe decir que la alegría tiene que ver con el esfuerzo. La exigencia que debemos ponerles a los chicos va en relación a sus capacidades según sus edades, según sus fortalezas.
Esto de la exigencia lo dejamos para otro artículo, por ahora está bien que se queden pensando:
- ¿Cuán coherente es su ejemplo de felicidad para su hijo o hija?
- ¿Cuántas veces se ríen con ellos, cuántas veces los ven felices, los acarician?
- ¿Cuán real es el amor que se expresan entre pareja?
- ¿Cuán fuerte es el trabajo en equipo de esposos que hacen para sostenerse como padres?
Sé que son algunas preguntas; sin embargo si no cuestionamos, si no pensamos, ¿cómo enseñamos a hacerlo?
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