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La «crisis» de energía eléctrica que estamos viviendo ha causado, causa y causará apagones. ¿Qué hacer ante ello?

A lo que estamos viviendo en estos días en el país no se puede llamar crisis. No es crisis si sucede todos los años. No es crisis si sabíamos que acontecería y no hicimos nada al respecto.

Los cortes de energía eléctrica (apagones) de más de diez horas diarias se deben -nos dicen- a la falta de lluvias en las regiones donde tenemos nuestras centrales hidroeléctricas, las que generan electricidad a partir del agua en los ríos que las alimentan. Pero esa no es toda la verdad. Primero hay que preguntarse ¿por qué se construyeron centrales donde no llueve todo el año?

 

 

La energía hidráulica suena bien porque el agua es gratis y no produce emisiones contaminantes. El problema es que, si no llueve, no sirve de nada que su costo sea cero o que sea amigable con el ambiente.

Otro factor es que los perfiles climáticos en la sierra ecuatoriana son distintos del lado oriental y del occidental, es decir, que se podría compensar parcialmente este problema construyendo centrales en ambos lados. Esto no ha sucedido.

Finalmente, una vez generada la energía hay que transportarla a las ciudades donde se consume y para ellos se requieren sistemas de transmisión de alto voltaje, área en que no hemos invertido lo suficiente ni dado el mantenimiento adecuado. Resultado: los apagones.

Lo razonable sería instalar centrales que utilicen otras fuentes de energía y no, no me refiero a solar o eólica, porque el sol tampoco irradia igual en todas partes ni a toda hora, especialmente no de noche; uno pensaría que Ecuador es geográficamente privilegiado para usar la energía solar, pero estudios oficiales muestran que muchas zonas del país sufren de alta nubosidad, lo que reduce sustancialmente la radiación útil y, por consecuencia, la eficiencia de los paneles.

Las turbinas eólicas requieren condiciones muy específicas de viento que no son fáciles de cumplir cerca de zonas urbanas, añadiendo complicaciones logísticas y costo a su instalación.

Otro problema es el espacio: las granjas solares y los parques eólicos requieren de muchas de hectáreas que quizás hoy tienen uso agrícola o son áreas protegidas por su flora y fauna.

 

 

Luego viene la deficiencia en la transmisión eléctrica otra vez.

La solución está en la energía térmica generada con combustibles fósiles. Sí, esos que los ambientalistas denuncian como causantes del “calentamiento global” y que países desarrollados, en sus agendas progresistas, nos imponen cancelar en favor de energías “limpias”.

En efecto, usar derivados de petróleo para producir electricidad también produce gases contaminantes, nadie esconde eso. Pero la tecnología permite hoy reducir y limitar esas emisiones a niveles aceptables según normativas ambientales como las del Banco Mundial. Y en contrapartida, la energía térmica nos da lo que necesitamos: confiabilidad.

Las centrales térmicas se pueden despachar en segundos para que entreguen energía casi inmediatamente cada vez que se necesite. Instaladas en ciclos combinados de alta eficiencia, no sólo que aprovechan mejor esos combustibles, sino que sus emisiones son controladas. Para un país donde no llueve todo el año, la termoelectricidad es la solución.

¿Por qué entonces somos hiper dependientes de la hidroelectricidad?

Por ideologías progresistas que favorecen el discurso ambientalista políticamente correcto, en lugar del sentido común. ¿Y cómo somos nosotros, los ciudadanos, responsables, por esas decisiones?

Porque un día elegimos mandatarios y legisladores que apoyan esas corrientes ideológicas o que simplemente no tienen una postura ni conocimiento respecto del tipo de energía que más conviene al país.

El mundo nos ha vendido la idea de que ser “verde” es lo correcto, que proteger el ambiente es más importante que la supervivencia y calidad de vida del ser humano, que no es posible hallar un balance entre ambos objetivos. Pero no me crea a mí, mire el ejemplo de países vecinos que tienen similar situación geográfica y climática o el de países desarrollados. Todos producen una importante porción de su energía a partir de combustibles fósiles, inclusive carbón, cuyas emisiones son más complejas y caras de limpiar que las de los derivados petroleros.

La razón por la que esos países no descartan la energía térmica es porque es confiable, no puedes prescindir de ella, reacciona mejor a los picos de demanda y es más eficiente en acompañar el perfil de consumo. ¿Más cara? Yo no diría eso. Ecuador pierde millones cada hora sin luz y la vida de los ecuatorianos se ve gravemente trastornada. No hay energía más cara que la que no se tiene.

Para saber más del tema escuche mi podcast en Spotify o léame en X, me gustaría leer sus
preguntas y comentarios.

 

 

Escrito por: Pablo Moysam D. X: @pmoysam / Spotify: Medio a Medias.

 

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