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¡No, no hablamos de una ruptura, sino de esos momentos en los que debemos poner atención a otras cosas!

Las relaciones humanas tienen momentos buenos y malos. Las relaciones de pareja también. Van y vienen. A veces son deslumbrantes y llenas de momentos apasionados. Y, a veces, parece que se distancian sin remedio… que se ponen como «en pausa». O las pones en pausa tú. Consciente o inconscientemente. Y entonces, ¿qué tienes que hacer?

Un momento típico en el que, sin darte cuenta, puedes poner tu relación en pausa es cuando la familia crece. Y es que los niños absorben. Son un agujero negro de tiempo, de energía o hasta de ilusiones. Entonces corres el riesgo de dejarte llevar y de que lo urgente (el necesario cuidado de los hijos) no te deje ver lo importante: tu relación, el cuidado del otro.

Y es que las dos cosas (el cuidado de los hijos y tu relación de pareja) no son en absoluto incompatibles. Al revés, ¡se complementan! Lo que los hijos necesitan, lo que más aprecian, lo que más les ayuda, es tener unos padres que se quieran.

Puede que estés dándote al 100% en el trabajo para tener suficientes recursos económicos y que no les falte de nada. Puede que parezca que lo das todo por tus hijos y descuides lo que más les importa. Todo por tus hijos, no, todo por el otro. Hay que ser ejemplo para los hijos de que la pareja va antes que ellos mismos y que el trabajo para su bienestar. Un matrimonio unido es garantía de unos hijos felices. Una familia con muchos recursos económicos, no. El dinero es necesario, pero no garantiza la felicidad. El amor, sí.

 

 

Necesidades laborales

A veces parece también que el trabajo, tu deber y tu carrera profesional, lo ocupa todo: tu día a día, tu tiempo, tu formación, etc. El día empieza para trabajar y termina con tu trabajo como máximo foco de atención.

Sobre todo si eres joven, el entorno y tus superiores te intentarán convencer de que es lo que toca. Este es tu futuro. Puede que no te des cuenta de que no están pensando tanto en ti sino en ellos mismos: tu tiempo y tu dedicación son su futuro y no el tuyo. Esto podría poner tu relación en pausa, provocar que la dejes para más adelante. Un más adelante que, por cierto, nunca llega o llega demasiado tarde.

El trabajo es importante, sin duda. Tu futuro también, pero este depende también de tu estabilidad emocional, familiar y de pareja. Si quieres rendir mejor en el trabajo no es necesario poner todo el foco y la energía en él. A largo plazo se cae en el desgaste, el «burnout», la desilusión y el bajo rendimiento.

Cada parcela de la vida debe tener su tiempo. Tiempo para trabajar. Tiempo para la familia, para los amigos y, sobre todo, tiempo para mantener viva esa relación de pareja que te da estabilidad emocional, que te hace amar y sentirte querido o querida.

Tras una discusión fuerte

La vida en pareja tiene roces y desencuentros, es inevitable. Puede pasar que esos momentos nos alejen o distancien. De manera consciente o inconsciente, pones tu relación en pausa. No es que la rompas. No la das por perdida para siempre. Pero dejas de luchar.No es una decisión firme y muchas veces ni siquiera es completamente consciente. Quizás lo haces por no tomar una medida drástica, por los niños, por la parte económica, pero dejas de ponerle foco.

Desilusión. Modo supervivencia

Entonces puede entrarte la desilusión. Yo le llamo el modo supervivencia («survival mode»). Dejas de avanzar. Dejas de pedalear. Dejas de luchar activamente por tu relación. No la matas, pero dejas de regarla. Y lo que no se riega, se muere. Cuando sientas que te distancias, estás poniendo tu amor en pausa. Dejas de regarlo. La solución es sencilla. Volver a regarlo. Tu relación de pareja es lo primero. Siempre estás a tiempo. Siempre puedes volverte a enamorar, aunque no lo veas ahora.

 

 

Si no se riega, muere

El ser humano busca amar y ser amado. Cuando lo pones en pausa lo predispones a que nuevas fuentes de amar y ser amado surjan en tu vida. Quien está en modo supervivencia está poniendo todo a favor de un hundimiento total de la relación.Es como las advertencias en verano cuando hace mucho y los campos están secos: «atención: alto riesgo de incendio».

Basta una mirada de esa chica en el gym, ese halago inesperado de un compañero de trabajo. Basta un gesto para que prenda la llama. El fuego lo devastará todo: tu familia, tu vida, la de tus hijos. Entonces ya tiene difícil remedio porque habías dejado de regarlo y el fuego era inminente. Todos lo vimos venir. Yo creo que tú también.

Tu relación es lo primero

Será necesario mucho perdón y hablar bien las cosas. Incluso será necesario buscar ayuda de un amigo o de un experto. Y no hay que esperar a que esté todo ardiendo para llamar a los bomberos. Entonces el fuego ya se habrá llevado por delante mucha vegetación. Demasiada. Mejor adelántate. Pide consejo. Busca ayuda si ves que te distancias y no sabes cómo arreglarlo. O si intentas hacerlo y sientes que lo que consigues es distanciarte todavía más.

Cuando llegan los niños y parece que lo urgente eclipsa a lo importante; cuando parece que tu futuro laboral y tu trabajo exigen más esfuerzo y más tiempo de lo que pensabas; cuando llega un momento de desilusión o una discusión fuerte que parece que os distancia, pon tu matrimonio primero.

Habla con calma las cosas, saca tiempo para una escapada, fija una cena a la semana, un viaje. Todo suma para tu estabilidad emocional y para la estabilidad de tu matrimonio, para la felicidad de tus hijos y para el rendimiento en el trabajo. Es fundamental que lo más importante sea la prioridad. Y tu relación de pareja es lo más importante. No lo pongas en pausa, no dejes de regarlo que se terminará muriendo.

 

 

Escrito por: Fernando Poveda, autor del libro: La pareja que funciona. Blog: laparejaquefunciona.com

 

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