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Lo que nadie te cuenta sobre el cáncer de mama: las palabras que duelen más que el diagnóstico.

El sufrimiento es, sin duda alguna, la experiencia del corazón humano más incómoda, incomprensible y, lógicamente, triste que pueda sentirse. ¿Cuántos no hemos pensado «por qué a mí me toca sufrir esto»…?

Precisamente no es tan cómodo ni familiar porque no hace parte del rompecabezas que Dios hizo para nosotros, hace más bien parte de la historia escrita por el hombre. Por eso, el sufrimiento en nuestro corazón es como una ficha que no encaja.

Sin embargo, Jesús nos revela grandemente qué es el sufrimiento para un hijo de Dios, para un cristiano. Y es que no podemos ver el sufrimiento como algo que llega a incomodarnos, sino que hay que pedirle a Dios una mirada profunda y trascendente, para ver que, a veces, hay dolores físicos y emocionales que nos quieren elevar a un bien mayor.

Hoy quiero compartirte un comercial que nos habla de esto. El comercial «Breast Cancer Now: Left Unsaid» explora el dolor emocional y la distancia causada por el cáncer de mama, mostrando cómo las palabras no dichas entre seres queridos pueden ser una carga silenciosa, subrayando la importancia de la comunicación y el apoyo mutuo en momentos difíciles.

 

 

¿Por qué a mí? ¿Mi sufrimiento tiene un sentido?

Para ello, es importante tener en cuenta que el sufrimiento tiene un significado, y que, aunque no haga parte del plan de Dios, es una consecuencia que debemos asumir con profundidad, y en la que Jesús también quiere comunicarnos algo: el sufrimiento tiene un propósito.

No se trata de que busquemos por nuestros medios el sufrimiento para fortalecernos o aprender alguna lección de vida; eso sería masoquismo y no es cristiano.

Se trata de recibir las adversidades y sufrimientos de la vida con una mirada puesta en Aquel que ya le ha dado sentido a lo que me sucede. Puede ser un sentido de unión; por ejemplo, ¿cuántas familias rotas no se han unido después de un doloroso cáncer?

¿Cuántos hermanos que no se hablaban se han reconciliado gracias a la muerte de su madre? Incluso, ¿cuántas veces somos más misericordiosos y amables cuando vemos a alguien sufrir?

En fin, estos pequeños y muy cotidianos ejemplos nos pueden recordar que el sufrimiento bien recibido da frutos abundantes.

El poder de la compasión y el amor para un enfermo

El sufrimiento de alguien enfermo sí que nos pone a todos a participar del dolor de esta persona, y en ello, el mensaje que nos quiere dejar el video es precisamente entender esto, pues acompañar a alguien en la enfermedad implica aceptar que las personas enfermas tienen días malos en los que necesitan más apoyo, paciencia y comprensión.

Muchas veces, aunque digan estar bien, también padecen en su corazón no solo el dolor físico, sino la frustración de sentirse una carga para quienes los acompañan y cuidan; y esta sensación muchas veces solo puede ser sanada y salvada por el amor y la compasión.

 

 

Jesús ya lo vivió por ti

Si estás hoy pasando por una situación de sufrimiento, ya sea una quiebra económica, una ruptura familiar o amorosa, una pérdida de un ser querido o una enfermedad propia o de alguien que amas, recuerda que Jesús quiso morir con un signo de profundo sufrimiento.

Una madre viuda llorando, unos amigos que le abandonaron, un pueblo que, después de haber recibido tanto de Él, lo arrastraba hasta la muerte, una cruz y un cuerpo que no dejaban en nada apariencia de Dios.

En fin, un hombre que, a primera vista, era todo sufrimiento, pero tú y yo, que compartimos esta fe, sabemos que allí había algo más grande: el amor.

Si sientes que se te acaban las fuerzas y no ves en tu sufrimiento más que un dolor sin propósito que te llena de desesperanza, puedes hacer esta oración en tus momentos de aflicción:

Oración

Amado Jesús, hoy siento que no puedo más. El dolor que llevo dentro es más fuerte que el que cargo en mi cuerpo, en mi enfermedad, en mi familia o en mi trabajo.

Tú, que vives en lo profundo de mi corazón y que te has hecho hombre para que también yo me sienta por Ti comprendido, acompañado, consolado, ayúdame a encontrar en tu cruz la fuerza de la alegría y del amor.

Del amor que gana todas las batallas y que me recuerda que Tú has vencido a la muerte, que el mal, la enfermedad, el pecado y la tristeza no tienen la última palabra.

Entrego mi vida en tus manos y acepto con confianza tu Voluntad, pues sé que tu ternura no resiste a ningún corazón afligido. Amén.

 

 

Escrito por: Juana Gaviria Quiceno, vía Catholic-Link.

 

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