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La OMM advierte de que el cambio climático amenaza la seguridad energética y podría comprometer el suministro de energías renovables.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) advierte de que los niveles récord de los gases de efecto invernadero están provocando un alarmante aumento de temperaturas, acidificación de los océanos, retroceso de glaciares y pérdida de hielo en la Antártida.

En este contexto, Ecuador es uno de los países que ha experimentado los impactos de la emergencia climática a través de una crisis energética sin precedentes, con cortes de electricidad de hasta 14 horas diarias. La sequía, los problemas operativos en las centrales eléctricas y el aumento de la demanda de energía han contribuido a esta difícil situación.

Países como Venezuela, Brasil y Argentina también han enfrentado desafíos similares en los últimos años. En Ecuador, esta crisis ha afectado significativamente al sector productivo, con pérdidas estimadas a los $496 millones, según la Cámara de la Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha (Capeipi).

La crisis energética y la emergencia climática están afectando de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables. «La crisis energética no solo agrava la desigualdad social y el empobrecimiento, sino que también socava el acceso a servicios esenciales como la atención de salud», advierte Roberto Álvarez, director de la Escuela de Ingeniería Industrial y experto en movilidad sostenible de la Universidad Nebrija.

Las mujeres, niños, minorías étnicas, personas mayores y aquellos con enfermedades crónicas son los más perjudicados por este escenario. Los fenómenos meteorológicos extremos y los impactos en los sistemas alimentarios agravan aún más la situación, afectando la calidad de vida y el bienestar de millones de personas.

 

 

Afrontar el cambio climático a partir de la innovación

La OMM considera crucial duplicar la producción de electricidad a partir de fuentes limpias en los próximos ocho años para frenar el calentamiento global y evitar una crisis energética que afectaría incluso el suministro de energías renovables.

En este escenario, Álvarez recuerda que los combustibles fósiles como el petróleo, el gas natural y el carbón, siguen siendo las principales fuentes de energía a nivel mundial, lo que acelera el agotamiento de los recursos y agrava el cambio climático.

«El aumento global en el consumo energético, impulsado por el crecimiento económico y demográfico, ha intensificado la demanda de estos recursos. La alta dependencia de combustibles fósiles limita la diversificación energética y, sumado a los conflictos en regiones ricas en estos recursos, la producción y distribución de energía se ven gravemente afectadas», explica.

Aunque la crisis energética actual representa un desafío importante, también ofrece oportunidades para la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías en el campo de las energías renovables.

Álvarez señala que la transición hacia una economía descarbonizada es no solo necesaria, sino también inevitable. «El desarrollo de nuevas tecnologías y la inversión en energías renovables no solo modernizarán el sector energético, sino que también generarán empleos en un mercado que demandará cada vez más profesionales capacitados», asegura.

 

 

El papel de la educación

El director de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad Nebrija destaca que la educación y la concienciación ciudadana son esenciales en la lucha contra el cambio climático y la crisis energética.

«Iniciativas globales, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), subrayan la necesidad de fomentar una cultura de cuidado del clima desde la infancia. La alfabetización ambiental permitirá a las futuras generaciones comprender las causas y consecuencias del cambio climático, y actuar en consecuencia», afirma.

Las instituciones educativas, como la Universidad Nebrija, tienen un papel fundamental en la formación de profesionales que puedan enfrentar estos desafíos. «La preparación académica es clave para ofrecer soluciones sostenibles que puedan mitigar los efectos del cambio climático y la crisis energética», concluye Álvarez.

 

 

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