«La nueva longevidad es ante todo una postura optimista y amable de los años por vivir. Es entender que, así como cambiamos a lo largo de la vida, estos cambios en muchos aspectos pueden ser ganancias».
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Amabilidad porque es lo que le falta a este mundo muchas veces…sí, pero no es ese el punto porque, como dice el dicho, «La caridad bien entendida empieza por casa». Es decir, si nosotros no somos amables con nosotros mismos, nadie lo será por nosotros ni nosotros podremos serlo por los otros.
Amabilidad es respetar nuestro propio sentir ante las cosas y nuestra propia visión de las cosas. Es normal que, en cierta etapa, otros empiecen a opinar y digitar por nosotros. Pero nosotros, ¿Qué sentimos?, ¿Qué queremos?
Amabilidad es tener caridad ante nuestras propias faltas. Sabernos falibles ayer, hoy y mañana. Porque somos humanos, simplemente. Y nadie puede esperar que seamos perfectos. Por lo cual, no ha lugar al fantasma de la culpa por lo que se hizo o no se hizo. La vida empieza todos los días de nuevo.
Amabilidad es respetar la tristeza y la nostalgia. Porque todos los sentimientos tienen un lugar y un motivo, peor más amable todavía es no quedarnos habitando esos lugares. Porque sino vinimos a pelear por la felicidad, nuestra propia felicidad, para qué vinimos…
Amabilidad es saber que nuestro cuerpo es nuestro templo. Como lo tratamos nos tratamos. Lo que consumimos nos alimenta. No solo desde lo concreto sino también, desde lo que vemos y oímos. Preservar nuestro templo es ser amables.
Ser amables es cultivar el amor propio. El amor propio es conectarnos con nosotros mismos y tratarnos con el amor y paciencia que trataríamos a cualquiera que está creciendo. Porque al final, eso somos, seres en formación permanente, hasta el último minuto.
Y es ahí, en el desarrollo de esa amabilidad, que podemos generar empatía. La única cosa real que puede cambiar este mundo. El saber que el otro es un yo. En otro cuerpo y en otras circunstancias, pero tan humano como nosotros mismos.
Por eso, es tan pero tan importante encontrarnos con el «otro». Porque eso nos encuentra con nosotros mismos. La amabilidad, y la humildad es la fuente suprema de amor por uno y por los demás. Y nadie puede dar lo que no tiene. Y a veces, eso que uno no tiene no se trata de que venga un tercero a dárnoslo, se trata de que con esfuerzo podamos ser reales y sinceros con nosotros mismos y construirlo.
Por Diego Bernardini