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La máxima desde la que reflexiono para hacer este breve comentario es del reconocido científico y físico Albert Einstein. Dice así:

“No intente convertirse en un hombre de éxito, haga más bien por convertirse en un hombre de valores”

Creo que convertirnos en personas de valores, con valores y que vivimos compartiendo valores es uno de los éxitos más rotundos a los que podemos aspirar en la vida. Sin embargo, nos cegamos en alcanzar el éxito y, en el proceso, nos los vamos dejando por el camino y, a la larga, nos vemos en el mayor de los fracasos… ¡Llegar al éxito sin valores, es decir, a cualquier precio…!

¿De verdad creéis que merece la pena alcanzar la cumbre sin valores? A la larga esa persona, pierde valor como profesional y como persona. ¿Qué mérito tiene hacer mal el bien? La clave está en hacer bien el bien.

Como profesionales, nuestro objetivo puede no ser triunfar, llegar a la cumbre, o destacar… A lo mejor no es ese nuestro papel… Puede que no estemos llamados a lo más alto en nuestra carrera laboral pero, en cualquier caso, nuestro propósito ha de ser siempre dar lo mejor de nosotros mismos en este camino. ¿Por qué? Porque por lo general, realizar cualquier trabajo sin valores supone pisotearnos a nosotros mismos, lo que somos y lo que nos han inculcado; y también pisotear a los demás.

El camino hasta la autorealización puede ser pedregoso y lleno de adversidad, y por eso debemos trabajar en nosotros mismos y en entregar lo mejor de nuestro interior en este proceso. Una persona de valores genera un entorno de verdadera confianza a su alrededor. Y es que la cultura de una organización es en realidad la amalgama de los valores de sus miembros y muy en especial de sus dirigentes y responsables.

Hoy por hoy, en los colegios, hablamos de la importancia de educar a los niños en valores; en la empresa hablan de liderazgo sobre la base de los valores. Pero la realidad deja esto en pura ficción. Todos los que ejercemos un mínimo de liderazgo, debemos ser un ejemplo y modelo en valores para aunar a nuestros equipos en torno a la rectitud. Por eso un gran profesional debe ejercer los valores a la hora de definir el modo en que luchará por conseguir estos objetivos.

Acordaros de esto: ¡Quien no tiene valores, tiene precio!

Un abrazo.

Borja Milans del Bosch

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