“El nacimiento de los hijos refleja la esperanza de un pueblo; cuando nacen pocos, disminuye la confianza en el futuro. Por eso, cada niño por nacer es un signo de esperanza.” (Papa Francisco)
El 25 de marzo, en la Solemnidad de la Anunciación, celebramos también el Día del Niño por Nacer, una jornada en la que la Iglesia Católica reafirma su compromiso inquebrantable con la vida y recuerda la importancia de proteger a los más indefensos. En un mundo donde muchas veces se promueven leyes que niegan la dignidad del no nacido, es fundamental proclamar que cada vida es un don sagrado, una expresión del amor divino y una esperanza para la humanidad.
Hoy más que nunca, se hace necesario alzar la voz por aquellos que no tienen voz, y que no pueden defenderse. La Iglesia enseña que el aborto no es ni puede considerarse un derecho, ni tampoco una solución a los problemas, pues toda vida tiene un valor inestimable desde el momento de la concepción. Sin embargo, al mismo tiempo, reconocemos el dolor de tantas mujeres que atraviesan situaciones difíciles y dolorosas, a quienes debemos tender la mano con comprensión, oración y acompañamiento.
La Iglesia es madre y, como tal, no solo defiende la vida, sino que también ofrece esperanza y misericordia a quienes han pasado por el dolor de un aborto. A quienes llevan en su corazón el peso de esta experiencia, les recordamos que no hay pecado que Dios no pueda perdonar. Su amor es infinito, y en Él siempre hay un camino de sanación, restauración y paz. En este sentido, la imagen del peregrino se convierte en un símbolo de esperanza; así como camina en busca de un destino que le devuelva la paz y la alegría, toda persona que ha sufrido por un aborto ya sea directamente o por haber estado involucrada puede emprender un camino de reconciliación hacia el corazón misericordioso de Dios. El Jubileo 2025, bajo el lema «Peregrinos de la esperanza», nos recuerda que la esperanza nunca está perdida y que el amor de Dios siempre ofrece una nueva oportunidad para comenzar de nuevo.
A quienes sienten el peso de esta herida, les invitamos a iniciar este peregrinaje interior, confiando en que Dios perdona renueva, sanando las heridas más profundas. Al igual que el peregrino que no se detiene hasta llegar a su meta, quien busca el perdón de Dios encontrará en su misericordia un camino de reconciliación, paz y vida nueva. Por ello, en este Año Jubilar, la Iglesia ofrece a todos los fieles la oportunidad de reconciliarse con Dios, quien “hace nuevas todas las cosas” (Ap. 21,5). En esta celebración, que también conmemora el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, les invitamos a unirse en oración, ofreciendo pequeños sacrificios por los niños por nacer y sus familias. Cada acto de amor y misericordia cuenta en el designio de Dios, y será tomado en cuenta cuando nos presentemos ante Su presencia.
Que la Virgen María, Madre de la Vida, interceda por cada niño por nacer, por cada madre que enfrenta dificultades y por todos aquellos que trabajan incansablemente en la defensa de la vida. Que nuestro testimonio sea una luz de esperanza en el mundo y un reflejo del amor infinito de Dios.
Comisión Episcopal de Laicos
Programa de Vida y la Familia CEE
Marzo, 2025