La perseverancia, entrega y disciplina fueron claves para convertirse en los deportistas que son ahora.
Marlon “Chito” Vera
Inspirado por su familia
Es de baja estatura y delgado. A simple vista, nadie podría imaginarse que este joven de 21 años, hoy es uno de los principales peleadores de artes marciales mixtas del país. “Chito” Vera como lo conocen sus amigos y familia, se convirtió en el primer ecuatoriano en llegar a la Ultimate Fighting Championship (UFC), la mayor empresa del mundo de artes marciales mixtas.
Es un amante de los deportes; pero, las artes marciales son su disciplina favorita. Empezó con jiu-jitsu y kick boxing a los 16 años. Al principio pocos creyeron que este deporte lo llevaría a alcanzar grandes ideales, hoy ha demostrado que con entrega y constancia alcanzó su objetivo: entrar a la UFC. “Busqué en internet a los organizadores de peleas, les escribí y les insistí que me den una pelea, porque si no peleaba fuera del país no me iban a conocer”, explica.
El año pasado, ganó nueve contiendas en Latinoamérica que le permitieron entrar a The Ultimate Fighter (TUF), un reality show que organizaba la UFC para ganar un contrato. “Ahí, gané la primera pelea; pero, para la siguiente que era semifinal me enfermé y quedé fuera”, recuerda. Sin embargo, la UFC se contactó con él y le ofreció un contrato por demostrar una de las mejores participaciones en el programa.
Ana Paula: un tesoro en su familia
Su familia ha sido la fuente de inspiración en su crecimiento como deportista. Para Ma. Paulina Escobar, su esposa, Chito es su orgullo y desde el principio le entregó todo el apoyo que necesitaba. “Lo apoyé y lo sigo apoyando al 100%. A pesar de que hemos perdido muchos momentos familiares, su esfuerzo ha dado grandes resultados”.
Esta joven pareja tiene en su hogar un pequeño tesoro que les sonríe desde el corazón: Ana Paula, su hija. Tiene 3 años y su energía contagia a quien esté con ella. A los dos días de su nacimiento los médicos le diagnosticaron síndrome de Moebius, una enfermedad que no le permite sonreír. Se trata de una alteración neurológica que impide el desarrollo de los nervios craneales sexto y séptimo. Su síntoma más visible es la parálisis facial.
A pesar de su corta edad y enfermedad, Ana Paula se ha robado el cariño de toda su familia, especialmente de su papá. “Ella es alegre y muy cariñosa conmigo, ahora ya me dice Chito”, señala. Junto a su esposa realizaron la campaña “Yo sonrío por Ana Paula”, el pasado 24 de enero, Día Internacional del Síndrome de Moebius. Su deseo era que más personas conocieran la existencia de este síndrome, pues en Ecuador consta dentro de las 106 enfermedades raras o huérfanas definidas por el Ministerio de Salud Pública.
La respuesta que tuvieron por redes sociales fue una gran sorpresa. Muchos no conocían a su hija; niños, jóvenes y adultos “se unieron enviando sus fotos para compartir sonrisas por Ana Paula”, explica Ma. Paulina.
Este pequeño tesoro, ha sido y continúa siendo la inspiración de este peleador, que junto a su mamá, desde casa, lo acompañan en cada pelea.
Doménica Azuero
“Si tienes clara tu meta, la alcanzas”
Quienes conocen a Doménica Azuero coinciden en tres cosas: es una chica alegre, extrovertida y muy hogareña. Esta joven cuencana, de 19 años, es la primera mujer ecuatoriana en lograr el título mundial BXM de bicicross. Aunque su talento por el deporte no lo heredó de sus papás, ellos han sido un pilar importante en su crecimiento como deportista.
Sus competencias internacionales comenzaron cinco meses después de haber iniciado sus entrenamientos. Entre algunos de los países en los que ha participado destaca a: Colombia, Venezuela, Holanda, Francia, Dinamarca y Nueva Zelanda.
Ella asegura que aunque el deporte cambió sus días por completo, ha sembrado cosas muy buenas en su vida. “Mi rutina es distinta a la de mis amigas, pero el bicicross me ha hecho más disciplinada y perseverante, ya no me rindo a la primera”. Asimismo, este deporte la ha llevado a recibir –en repetidas ocasiones- comentarios negativos. “Cuando inicié solo habían tres mujeres que hacían bicicross y para mí fue muy feo escuchar comentarios como: eres una marimacha; pero, gracias a Dios he podido dejar el nombre del Ecuador en alto”, señala.
Este tiempo que está viviendo Doménica lo describe como un sueño. Ha ganado 11 panamericanos consecutivos, dos mundiales: 7 latinoamericanos, 3 sudamericanos consecutivos y las olimpiadas juveniles. “Siempre quise ganar, si uno tiene clara su meta y se esfuerza, lo va a lograr”. Por eso, desde su experiencia invita a todos los deportistas que están iniciando su carrera “a no rendirse fácilmente y a luchar por aquello que realmente les gusta”.
Doménica se prepara para el mundial de Bélgica que será en julio de este año y espera estar entre las tres primeras de la Copa Mundial para ganar su pase a los Juegos Olímpicos del 2016.
Víctor Hugo Castro
“Uno es su propia limitación”
Desde pequeño descubrió que había en él un “bichito” por el deporte. Siempre fue un amante del surf, pero hace 5 años es profesor de crossfit en Guayaquil y un atleta de corazón.
Su pasión por el crossfit la descubrió al terminar el colegio. Fue su hermano quien lo animó a probar esta actividad física que en aquel entonces era una tendencia que estaba naciendo en Guayaquil. Al principio no sentía curiosidad por este deporte; pero, tal fue la insistencia de su hermano, que lo convenció. “La primera semana fue la peor de mi vida, pasé contracturado bastante tiempo”, recuerda entre risas. Luego de esa experiencia que dejó todo su cuerpo adolorido por un mes, se retiró por un tiempo. Sin embargo, dos meses después esa inquietud por el deporte no demoró en aparecer. “Empecé a ir a Crossfit Guayaquil y desde ese día inició oficialmente mi carrera como deportista”.
Una luz al final del túnel
Victor Hugo nos cuenta que la adrenalina que experimentó en crossfit lo ayudó a salir de varios huecos en los que se encontraba. Hace dos años, tuvo un accidente de tránsito. El impacto del choque le quitó automáticamente el movimiento de su brazo derecho. Fue una etapa difícil. “Los tres primeros, no quería ver a nadie, ni muchos menos hablar con alguien. Quería morirme”, recuerda.
Se alejó de sus entrenamientos. Intentó recuperar su brazo con cirugías; pero, solo logró un leve cambio, pues sus nervios se habían desconectado desde la raíz. A partir ese momento, él supo que nada volvería a ser como antes. Sin embargo, ese “bichito” por el deporte nunca desapareció.“Siempre hubo una voz que me decía: vamos loco levántate, entrena, tienes que hacer algo. Por eso, estoy convencido que uno es su propia limitación”.
Su accidente cambió su vida pero hoy –desde su experiencia- es un ejemplo para muchas personas “he inspirado a gente que ni conocía; pero, esas pequeñas cosas, han llenado mi vida”, asegura.
Por María José Tinoco
Editora
mtinoco@revistavive.com