A muchos padres les hace gracia decir que sus hijos de corta edad tienen novia. Pero, ¿qué efectos tiene en el menor?
¿Se enamoran de verdad los niños? ¿Existe el enamoramiento infantil? La pregunta es posible que nos asalte un buen día cuando nuestro pequeño o pequeña de corta edad nos sorprenda con un «Mamá, ¿sabes? María es mi novia» o «Javier me ha dicho que quiere ser ahora mi novio». Ante estas afirmaciones, puede ser que se nos abran los ojos como platos, aunque exclamemos «¡ah! muy bien cariño», y no queramos darle demasiada importancia porque no sabemos muy bien qué decir.
«Evidentemente, los niños pueden manifestar mayor afinidad y/o atracción por un igual, lo que ocurre —explica Óscar González, creador de la Escuela de Padres con Talento— es que muchas veces somos los propios adultos los que condicionamos esa amistad y la etiquetamos: fulanita es tu novia o fulanito es tu novio y zanjamos el asunto».
La cultura actual, en la cual están inmersos los papás del menor, puede estar erotizando en exceso unos sentimientos de afiliación normales en cada etapa evolutiva.
Desde la Clínica de Psicoterapia y Personalidad Persum, Andrés Calvo y Esther Blanco añaden que cuando un niño manifiesta tener novio/a se ha producido una confusión terminológica y de significado en la mente del menor. «La cultura actual, en la cual están inmersos los papás del menor, puede estar erotizando en exceso unos sentimientos de afiliación normales en cada etapa evolutiva. Los padres son los encargados de la educación emocional de sus hijos y han de ser conscientes de cómo su propia filosofía del mundo influye en la regulación de la experiencia y de la expresión emocional».
Sentimientos y pensamientos a los 10 años
Desde la Clínica Persum aseguran que no será hasta los 8 años cuando el concepto de amistad se convierta en una relación recíproca —«nos lo pasamos muy bien juntos», «nos dejamos los juguetes»…—, no siendo hasta los 10 años la edad en la que en ese intercambio participen, además, sentimientos y pensamientos —«es mi amigo porque nos contamos nuestros secretos»—. La relación adquiere entonces un carácter íntimo.
«Todos hemos pasado por esa situación y hay que ser empáticos»
Los padres deben afrontar esta etapa de sus hijos con total naturalidad y comprensión. «Todos hemos pasado por esa situación y debemos ser empáticos con ellos —asegura González—. Aprovechemos para dialogar con ellos: aportémosles consejos, experiencia, apoyo, etc, pero sin entrometernos ni decidir por ellos. Que sepan que estamos ahí para lo que necesiten es muy importante».
Es por ello, que los padres han de prestar máxima atención a todas las manifestaciones emocionales de sus hijos, entre las cuales se encuentra el “supuesto amor romántico” que el menor expresa.
Cuando un niño se “equivoca” emocionalmente, hay que ayudarle a saber dar un nombre más adecuado a su emoción.
Dar significado a sus emociones
Andrés Calvo y Esther Blanco puntualizan que es muy importante conseguir que el niño sepa dar el significado adecuado a las emociones que puede estar sintiendo en un momento determinado. «De la misma forma que si nuestro hijo dice que 3 y 3 son 10 trataríamos de señalarle la incorrección y le orientaríamos para dar una respuesta adecuada, tenemos que pensar que cuando un niño se “equivoca” emocionalmente, hay que ayudarle a saber dar un nombre más adecuado a su emoción».
Advierten que, en ningún caso, se debe quitarle valor a la expresión emocional con frases del tipo «esos son tonterías». Se trataría de reorientar el significado que el niño está dando a emociones que denotan deseos de cercanía y afiliación.
Pautas de actuación
Para comprender mejor cómo deben actuar los padres desde la Clínica Persum exponen el siguiente ejemplo:
—Niño: Mamá/papá, tengo una novia en el cole.
—Papá/mamá: ¿De verdad? ¿Cómo es eso? Explícanoslo
—Niño: Pues que María me dejó su libro de dibujos y ahora es mi novia.
—Papá/mamá: ¡María es muy buena contigo, ya veo! Y tú te has sentido muy bien por eso, ¿verdad?
—Niño: Síiii, claro. María fue muy buena conmigo y yo me puse muy contento.
—Papá/mamá: Pero, eso también te pasa con Manolito y Raúl, ¿no es así?
—Niño: Sí, también me dejan sus cosas.
—Papá/mamá: Sí, ellos también son muy buenos contigo y tú con ellos.
—Niño: Sí, es verdad.
—Papá/mamá: ¡Entonces sois todos amigos!
—Niño: Sí, todos somos amigos.
—Papá/mamá: María entonces es tu amiga, como Manolito y Raúl.
—Niño: Sí es mi amiga, y es muy buena
—Papá/mamá: Sí, yo creo que María es una gran amiga tuya.
Vía ABC