Ellas optaron por dedicarse en exclusiva a sus hijos.
De un lado están los que miran sin aceptación a aquellas madres que trabajan fuera del hogar; una discriminación cuyo análisis no se agota. Y en la otra esquina está el grupo que minimiza a las mujeres que eligen dedicarse de forma exclusiva al cuidado de los hijos. Oh sí, la discriminación tiene dos vías y la segunda forma es una tendencia en aumento. Es como si ser ‘solo mamá’ fuera poca cosa hoy. “La lógica y la razón nos deberían llevar a admirar todos los logros de la mujer (…) sea en el aporte económico a su familia o sea en la construcción de la sociedad a través de la formación y educación de sus hijos”, dice Christine Vollmer de la organización Alianza Latinoamericana para la Familia.
Así como se valora el ingreso de dinero que lleva la madre a casa, parece no preciarse en la misma dimensión el tiempo que entrega la mujer que se dedica de forma exclusiva a sus hijos. ¿A quién es más frecuente juzgar en la cara? ¿A la madre que labora fuera del hogar?, ¿o al ama de casa a tiempo completo, a la que se le echa comentarios (medio en broma y medio en serio) como ‘mantenida’, ‘vaga’, ‘si tú no haces nada’? “Eso demuestra una ignorancia tanto antropológica como en lo económico (…)”, sostiene Christine Vollmer.
Cuando una madre lleva a cabalidad y a tiempo completo este rol, se genera un ahorro de gastos por empleados domésticos, servicios básicos, alimentación o tutorías extraescolares, además de la profundización de un vínculo afectivo irremplazable con consecuentes beneficios para sus hijos. Esto último no solo responde a suposiciones. Hay investigaciones en el campo de la neurociencia que sostienen dicho argumento, Affect regulation and the Origin of the Self, editada por el Dr. Allan Schore, PhD, es una de éstas.
Que una mujer renuncie a su carrera profesional y a un ingreso propio, lo que deviene en muchos casos en un cambio de estilo de vida, para cuidar de su familia es digno de respeto y admiración. Y en mi opinión, un acto de nobleza y amor.
Helena Grieco de Kern
Me dicen ‘mantenida’
Chofer, cocinera, enfermera, arreglo de casa, tutora extraescolar… la lista de actividades a las que se dedica esta mamá a tiempo completo sigue. Recién pasadas las ocho de la noche puede dedicar un momento a sí misma. Aún así, recibe comentarios despectivos del tipo ‘mantenida’ y la mayoría de veces del grupo que más debería entenderla: mujeres. “Al quedarme en casa, no estoy aportando con dinero, pero sí ahorrando gastos como chofer o transporte escolar, sueldo de una niñera que acompañe a los niños gran parte del día, etc.”, dice la mamá de Konstantin (8), Alyssa (6) y Antonio Valentín (2).
Helena, de 32, no trabaja fuera de casa por una simple ecuación: “No he encontrado algo que valga la pena en relación tiempo/remuneración para dejar a los niños solos”. Y en ese análisis costo/beneficio ha ido dejando de lado ideas de negocios o la posibilidad de ‘darse un capricho personal’ sin pensarlo dos veces o de no reducir al mínimo las visitas a la peluquería. Actualmente, está terminando sus estudios a distancia en educación de párvulos y no descarta la opción de trabajar en un futuro fuera de casa, pero bajo una única condición: “no sacrificar las actividades de mis hijos, ni el tiempo que requieren de mí en las tardes”.
Andrea Sotomayor de Pita
En busca del equilibrio
Andrea es diseñadora gráfica y una mamá que ha acomodado su
trabajo a las necesidades de su hogar, en especial de su única hija, Isabella, quien está próxima a cumplir 13 años. Pero no siempre fue así. Durante la primera infancia de ‘Isa’, Andrea trabajó en una agencia de publicidad hasta que tomó la decisión de renunciar: “Lo hice por mi matrimonio y mi hija. Me afectaba mucho no poder estar en casa y que ella creciera en manos de una niñera. Terminaba el día tan agotada que no tenía fuerzas ni para ver una película con mi esposo (…)”.
De eso ya han pasado 10 años. Ahora esta mamá, de 38, tiene su propio estudio de diseño gráfico en casa. “Trabajo con pequeñas empresas, además de mi división de papelería para eventos que se ha convertido en mi prioridad”. Andrea reconoce que le resulta complejo organizar el tiempo y desconectarse del trabajo. “Hay días que paso armando invitaciones y tarjetas, pero lo importante es que nunca dejo de hacer mi trabajo de mamá. Siempre estoy ahí para movilizarla, vigilar cómo se alimenta o se comporta; estoy presente para lo que necesite”.
Vanessa Andrade de Cervantes
¿Para qué estudié la universidad?
Esta psicóloga clínica tiene todo el bagaje y las credenciales para desarrollarse como profesional. Ha dirigido los departamentos de consejería u orientación de varias unidades educativas, ha trabajado en el área de capacitación laboral y ha sido catedrática universitaria. Pero siempre en el camino hacia el éxito profesional ha estado la maternidad. “He renunciado a cuatro trabajos desde que soy mamá”. La última vez fue hace dos años. Vanessa es mamá de María Valeria (8), José Emilio (5) y Sofía Isabel (1), a los que dedica por completo su tiempo, además de los quehaceres del hogar.
Aunque está feliz con esta decisión, no le han sido ajenos los sentimientos encontrados. “Sí los he tenido (…) pensando en la situación económica. Gracias a Dios, hasta ahora no nos ha faltado nada”. Pero sí ha debido hacer renuncias personales. “He dejado de tomar cursos de capacitación, de darme ‘gustitos’ o salgo menos con amigas, pero no veo esto como un sacrificio, sino como actividades y cosas de menor prioridad (…)”.
Lo que no le ha faltado es cierta presión para que retome el ejercicio profesional. “Me dicen que para qué estudié la universidad y que la situación económica está difícil, etc. Sin embargo, mi experiencia de cuando era pequeña y como psicóloga me han enseñado lo importante que es para un niño ser cuidado por su madre. Los beneficios son enormes”, dice esta mamá de 37 años, para quien volver o no a trabajar es un asunto que ha dejado en manos de Dios.
Por Lola Alvear
Periodista Profesional