En el mes que celebramos el día del padre, esta reflexión nos hará pensar y nos ayudará a avanzar en el camino del amor.
Mi hijo hace poco llegó a este mundo, de manera normal. Pero yo tenía que trabajar, tenía tantos compromisos.
Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba. Comenzó a hablar cuando yo no estaba.
Mi hijo a medida que crecía, me decía: «Papi, algún día seré como tú ¿Cuándo regresas a casa papi?» –«No lo sé, pero cuando regrese jugaremos juntos… ya lo verás».
Mi hijo cumplió diez años hace pocos días y me dijo: «Gracias por la pelota papá, ¿quieres jugar conmigo?» –«Hoy no hijo; tengo mucho que hacer» –«Esta bien papá, otro día será». Se fue sonriendo y siempre en sus labios las palabras: «Yo quiero ser como tú. ¿Cuándo regresas a casa, papá?» –«No lo sé, pero cuando regrese jugaremos juntos… ya lo verás»
Mi hijo regresó de la universidad el otro día, hecho todo un hombre. «Hijito, estoy muy orgulloso de ti. Siéntate y hablemos un poco de ti» –«Hoy no papá, tengo compromisos… por favor préstame el auto para ir a visitar a unos amigos».
Ya me jubilé y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llamé: «Hola hijo, quiero verte» –«Me encantaría papá, pero es que no tengo tiempo… tú sabes, el trabajo, los niños… pero gracias por llamar, fue increíble escuchar tu voz.»
Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo había cumplido su deseo, era exactamente como yo.
Posiblemente ya tienes hijos o los tendrás en el futuro, recuerda: “todo lo que siembres en tu vida, tus hijos lo recogerán mañana.”
El Señor te regaló la responsabilidad de amar a tus hijos, de enseñarles y guiarlos por buenos caminos, no le falles a tu Dios, no le falles a tus hijos. Dales todo tu amor, comprensión y tu tiempo.
Vía Aleteia