Al cumplirse la 100 audiencia general celebrada desde el inicio de su pontificado en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco, hizo un llamado a la oración en familia.
“Es bello cuando las mamás enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen, ¡cuánta ternura en esto! En ese momento el corazón de los niños se transforma en lugar de oración y es un don del Espíritu Santo y no nos olvidemos nunca de pedir este don para cada uno de nosotros”, destacó el Santo Padre este miércoles 26 de agosto.
Rezar en familia garantiza la protección de Dios
El Pontífice cerró así la serie de catequesis sobre las tres dimensiones que regulan la vida familiar: la fiesta, el trabajo y la oración. Igualmente, exhortó a las familias a meditar, rezar y abrir el Evangelio en sus casas.
“Hay algo que me importa mucho y que he visto en las ciudades: hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la Cruz, pero mamá, papá enseña al niño a orar. Esta es una tarea bonita de las mamás y los papás”, expresó.
“En la oración de la familia, en sus momentos fuertes y sus momentos difíciles, estamos confiando los unos en los otros para que cada uno de nosotros sea protegido por el amor de Dios”, dijo el Papa Francisco, invitando a papás y mamás a enseñar a hacer la señal de la cruz a los niños.
El corazón humano sin la oración no tiene paz. Se necesita “un amor caliente por Dios”. Así, corazón y oración se encuentran en un “amor afectivo”.
Siempre hay tiempo para la caricia de Dios
“El lamento más común de los cristianos tiene que ver con el tiempo: ¡Debería rezar más, quisiera hacerlo, pero frecuentemente me falta el tiempo! Se oye continuamente. El «lo siento» es sincero ciertamente porque el corazón humano busca siempre la oración, aun sin saberlo”, dijo Francisco.
El Pontífice aseguró que el corazón humano sin la oración no tiene paz. Se necesita “un amor caliente por Dios”. Así, corazón y oración se encuentran en un “amor afectivo”.
“¿Está bien creer en Dios con todo el corazón? ¿Está bien esperar que nos ayude en las dificultades? ¿Está bien sentirse en deber de agradecerle?”, preguntó el Santo Padre. “Todas preguntas ‘justas’», indicó y al mismo tiempo cuestionó: “¿El amor de Dios nos sorprende, nos enternece?”.
De esta manera, apuntó al mandamiento «amarás a Dios con toda tu alma y todo tu ser y todas tus fuerzas». “La fórmula usa el lenguaje intensivo del amor dirigiéndolo a la oración”, dijo.
La oración y el afecto por Dios
En la predicación, explicó que Dios en la oración se queda entre las personas a través de una caricia suave y primorosa.
“¿Logramos entender a Dios como la caricia que nos tiene en vida antes de la cual no hay nada, una caricia que ni siquiera la muerte nos puede quitar? -preguntó-. ¿O en cambio, como un gran ser, el omnipotente que ha hecho cada cosa, el juez que controla cada acción? ¡Todo verdadero naturalmente!».
Sin embargo, el Papa remarcó que “solo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos el significado de estas palabras se vuelve completo. Ahora, estamos contentos y nos ponemos felices porque Él nos piensa y sobre todo nos ama”.
En referencia al amor de Dios, el Papa preguntó: «¿No es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre? ¡Es tan bonito!”.
«Dios podía simplemente hacerse reconocer como el Ser supremo, dar sus mandamientos y esperar los resultados. En cambio –insistió el Papa- hace infinitamente más que esto: nos acompaña en el camino de la vida, nos protege y nos ama”.
La oración se aprende en el seno de la familia
«Dios podía simplemente hacerse reconocer como el Ser supremo, dar sus mandamientos y esperar los resultados. Él hace más que esto: nos acompaña en el camino de la vida, nos protege y nos ama”.
El don de la oración llega “porque el Espíritu Santo tiene ese modo especial de decir en nuestros corazones: ¡Padre!”. Así como lo hacía, precisamente, Jesús, explicó el Papa.
La oración, como don del Espíritu, se aprende en la familia y no se aprende solos. Es un don “que se aprende a pedir y apreciar. Se aprende con la misma espontaneidad con la cual se aprende a decir: ¡papá y mamá! Y queda aprendido para siempre, continuó.
Cuando la oración se queda en la familia, añadió, “el tiempo de toda la vida familiar viene envuelto en el vientre del amor de Dios y busca espontáneamente el tiempo de la oración”.
El tiempo de la familia es limitado
Con un sentido práctico, admitió que “el tiempo de la familia es complicado, ocupado, preocupado”. Sin embargo, en el trajín cotidiano de las familias está la oración.
“Quien tiene una familia resuelve una ecuación que ni siquiera los grandes matemáticos pueden resolver; dentro de las 24 hacen caber el doble. ¡Es así!”, dijo mirando a las mamás presentes en la audiencia. “Existen papás y mamás que podrían ganar el Nobel por esto y de 24 horas hacen 48!”, dijo en tono jocoso.
El espíritu de la oración saca de la obsesión del tiempo, concluyó y “se reencuentra la paz de la alegría inesperada”.
Vía Aleteia