“Truth is not the issue. The issue is power”[1]: Esta frase, que es el encabezado del libro Selling Homosexuality To America, de Paul E. Rondeau*, acuñaría por primera vez una de las principales estrategias diseñadas por los ideólogos de género del mundo contemporáneo para calar en la conciencia de los americanos. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, vendría la transformación de la opinión pública en una nueva estructura social.
Es posible que el aspecto más siniestro de la campaña de concienciación emprendida por el movimiento LGBTI sea la transgresión contra la Iglesia Católica. La Iglesia ha manifestado desde siempre su disconformidad con esta nueva revolución ideológica, y esto le ha costado el ser encasillada como una institución retrógrada, y la ha convertido en víctima de una serie de influencias publicitarias donde poco importa la verdad, sino que produzca su cometido: redefinir poco a poco a la sociedad.
Recientemente, nuestro mandatario ha manifestado que analizaría casos suscitados en otros países antes del cambio de la palabra sexo por género en la cédula: “Una de las cosas que quedó pendiente pero hay riesgos es ver si se incluye el género en la cédula (…) podemos correr un riesgo, así que estamos estudiando casos en otros países”.
«La verdad es intolerante de error; amor es intolerante de odio.» Fulton J. Sheen
Sin obviar la dignidad que tenemos todos los seres humanos, una de las estrategias también ha sido reconocer supuestos nuevos derechos a una minoría. Dejándose de llamar lo que realmente son: privilegios.
Podemos alegar un sinnúmero de casos que van desde lo más complejo hasta lo más simple de la vida ordinaria. Frente a lo costoso que nos saldrá el plan de políticas públicas que ha empezado a desarrollar para la comunidad LGBTI, se encuentran casos análogos en los que políticas de género resultaron un fracaso, una de ellas es la clausura del Instituto Nórdico de Género en Escandinavia que invirtió 56 millones de euros sin demostrar que el sexo femenino y masculino son tan solo roles adquiridos por la sociedad LGBTI se encuentran casos años, una institución del Instituto Nórdico de Género en Escandinavia, que invirtió 56 millones de euros sin demostrar que el sexo femenino y masculino son tan solo roles adquiridos por la sociedad.
Otro caso no menos complejo fue el publicado por la Revista Newsweek en el que Farajojé –Jones, un ciudadano estadounidense que tuvo un bebé con Katherine, su compañera bisexual, decidió que el bebé Issa-Ajamu no conocería las barreras del género. Cuando la gente le preguntaba si el bebé es niño o niña. Farajojé-Jones responde: “Pregúntele al bebé”.
En el año 2012, La firma de abogados Alliance Defending Freedom en representación de los padres de familia de una escuela de Washington demandaron a Francis Collen, transgénero que ingresaba a los baños de niñas y exponía sus genitales en varias ocasiones. Collen alegó discriminación. El policía que procedería a sancionarlo por exponerse desnudo en el baño de niñas terminó pidiendo disculpas por tratarse de un transgénero. El fiscal pidió el archivo. La universidad se mantuvo en silencio.
Estos son algunos de los riesgos a los que nos exponemos Señor Presidente, analicemos los casos de otros países que ya están de vuelta en materia de género por el rotundo fracaso que esta ideología ha ocasionado.
Amar a todas los seres humanos implica también decir la verdad. Espero que aprendamos de los errores.
Por: Cristina Franco
Abogada