Resulta que un par de meses después del fallecimiento de mi abuela (una santa mujer), mi familia – como es normal – quiso celebrar una misa recordando los “x” meses de fallecida, por lo que fuimos a “Jardines de la Esperanza” (un cementerio muy conocido en mi ciudad). Entre esos ires y venires la primera cosa extraña fue darme cuenta que para la misa, todo estaba dispuesto debajo de una carpa, en pleno césped al pie de la tumba. Puede que muchos no comprendan qué tiene eso de extraño, pues bien, mientras contemplaba ese escenario, se me vino esto a la mente:
“La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la necesidad exija otra cosa; en este caso, la celebración debe realizarse en un lugar digno.” Código de Derecho Canónico, 932
Ciertamente, no era ese un lugar sagrado y evidentemente “la necesidad” no exigía otra cosa, puesto que en el cementerio hay oratorios debidamente ubicados para este fin. Pero el tema ya fue evidente cuando durante la homilía el “sacerdote” empezó a despotricar contra la Iglesia, el arzobispo y el Papa. En ese momento señores, ya todo estaba consumado. El individuo que tenía frente a mí definitivamente no era un sacerdote católico, y si lo era, no estaba en buenos términos con la autoridad eclesiástica, es decir, lo mismo que nada.
Se distinguen por hablar muy mal del Arzobispo de la Diócesis, del Papa o de la Iglesia en general en sus homilías.
Ésta fue mi primera experiencia con los llamados “veterocatólicos”. Una secta que se formó en el año 1870 a raíz de un grupo de sacerdotes alemanes que repudiaron el dogma de la infalibilidad papal[2] posterior al Concilio Vaticano I. De más está decir que estos “sacerdotes” NO son católicos, así se presenten como tales, puesto que no pertenecen al clero de la Iglesia Católica, pues rompieron con el Sucesor de Pedro, y por ende con la Iglesia… Y entonces, ¿qué sucedió con ellos? Sencillamente se rebelaron contra la Iglesia, creyendo – de manera soberbia – que la decisión unánime de todos los obispos allí reunidos bajo la asistencia del Espíritu Santo, estaba equivocada. De manera que (como con tantas otras personas caprichosas en la historia) fundaron su propia secta en donde pudieran vivir como ellos quisieran, “sin Dios ni ley”.
¿Cómo identificarlos?
Últimamente la actividad de estos individuos ha estado incrementando – al menos en mi ciudad – lo que me ha llevado a la necesidad de escribir este artículo. Ciertamente puede parecer un poco complicado reconocerlos, pero en realidad es muy sencillo si es que somos católicos practicantes y conocemos nuestra fe. Hay ciertas características muy distintivas de este tipo de “sacerdotes”:
Cobran frontalmente por la misa que celebran, incluso pueden pasar un sobrecito en donde las personas deben ir depositando la “contribución” económica. Esto no es equivalente al momento de las ofrendas que figura dentro de la liturgia de la misa, dado que dicho dinero no está destinado a la Diócesis (para que pueda luego ser direccionada a las necesidades prioritarias: los pobres, las parroquias de escasos recursos, seminarios, etc)
Estos “sacerdotes” no tienen una parroquia designada en donde puedan ser “párrocos”, justamente porque al no pertenecer a la Iglesia Católica, no constan en la lista de los sacerdotes de la Diócesis, y por ende no tiene ningún territorio adjudicado para su misión pastoral.
Justamente, el no tener una Parroquia fija es lo que explica que tengan que salir a “ofrecer” sus servicios, dado que se convierte esto en su fuente de ingreso personal.
Tienen como característica el ir repartiendo una tarjeta de presentación, en donde figura su número telefónico, dirección y los servicios que ofrece, de manera que puedan ser contactados para futuros “eventos”.
Se distinguen por hablar muy mal del Arzobispo de la Diócesis, del Papa o de la Iglesia en general en sus homilías, confundiendo así e incomodando a católicos bien formados, que al escucharles identifican claramente que algo no anda bien.
Ciertamente, la idea no es convertirnos en cazadores de curas falsos, sino sencillamente de mantenernos alerta ante este tipo de personas sin escrúpulos ni temor de Dios, que lejos de generar algún bien, dejan en evidencia criterios mal intencionados que no buscan expandir el Reino de Dios, sino el descrédito a la Iglesia, fruto de un resentimiento personal – en la mayoría de los casos – por lo que también vale la pena advertir de esto a familiares y amigos, de manera que evitemos puedan ser presa de este tipo de engaños.
¿Qué debo hacer si identifico a un «sacerdote» veterocatólico?
Tratar de obtener su nombre o teléfono y denunciarlo inmediatamente con el párroco de la Parroquia más cercana. Es importante que comprendamos que estas personas hacen daño a la Iglesia y confunden al Pueblo de Dios, y nosotros como católicos debemos estar alerta y denunciar este tipo de actos que irrespetan a la Iglesia que es la Esposa de Cristo. Además, estas cosas no deben de sorprendernos, pues ya muy bien lo dijo el Señor: “Cuídense de los falsos profetas que se acercan disfrazados de ovejas y por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7, 15)
Por Steven Neira