«Alfa y Omega», la canción de Athenas que nos recuerda el verdadero sentido de la adoración.
Recientemente, Athenas lanzó una nueva canción, «Alfa y Omega», que da título a su último álbum. Una canción que nos invita a adorar, alabar y acercarnos para descubrir la inmensidad de un Dios que busca la intimidad con nosotros.
Sobre la canción «Alfa y Omega» de Athenas
Athenas y su esposo Tobías son los compositores de la canción «Alfa y Omega». Al lanzarla, declararon que «La idea es que el canto invite a la Iglesia peregrina (es decir, a la de aquí en la Tierra) a unirse en adoración y alabanza y a la Iglesia triunfante (santos, apóstoles, mártires, ángeles, etc.) a Jesús que es el mismo ayer hoy y siempre, Alfa y Omega, principio y final». En resumen, según Athenas «es una oración para meditar en el Cielo y la vida eterna».
La música está inspirada en pasajes bíblicos y oraciones tradicionales. Según Athenas, «Alfa y Omega» – el título y el estribillo de la canción – referencian el Apocalipsis, donde Jesús dice: «yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin». «El que es, el que era y el que vendrá, el Todopoderoso».
Hagámonos de tiempo para adorar
La canción nos recuerda que la oración siempre tiene un deje de adoración. Es decir, nos ponemos de rodillas porque reconocemos que hay un Dios que desde su inmensidad nos invita a hablar con Él. Y en la adoración nos transformamos.
No rezamos para hacerle un favor, es Él quien nos concede el don de poder dirigirnos a su presencia. No estamos obligados a orar, pero a la vez sí es un deber de amor. ¿Cómo no cumplirlo?
Orar es rendirse ante Él
Como dice la canción de Athenas, al enfrentarnos cara a cara ante el que es Alfa y Omega, nos rendimos ante Él. No como derrotados, sino como vencedores. Ganamos todo, porque Él se da por completo. Nada se guarda, nos regala su inmensidad, su eternidad.
Pero sí, nos rendimos. Descubrimos que ante este tesoro, ¿qué más puede valer? ¿Hay algo nuestro que podamos guardarnos, porque consideramos más valioso? Como lo dijo Jesús mismo, es encontrar la perla de gran valor y venderlo todo con tal de poseerla.
Es como Bartimeo, que arroja su túnica – todo lo que tiene – para correr al encuentro del único que puede darle lo que más desea. Lo que de verdad desea.
En este gozo nos unimos al coro celestial que alaba y a los apóstoles que cantan. Porque el encuentro con el que lo es todo nos llena de alegría.
Escrito por: María Belén Andrada, vía Catholic-Link.
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