Afinemos nuestros instrumentos y vayamos más allá de ellos.
La familia cumple un papel muy importante en la educación de la afectividad de cada uno de sus miembros, ya que es dentro del seno familiar donde se debe enseñar a cultivar un gobierno de sí mismo.
Entender la afectividad
Santo Tomás de Aquino decía es posible que la afectividad humana sea gobernada por la razón. Pero para entender mejor esta realidad, ¿qué es la afectividad? La afectividad se refiere a la facultad psíquica por la que las experiencias conscientes como las percepciones, imaginación, recuerdos, pensamientos, deseos y comportamientos nos afectan.
A partir de esto, entendemos que es posible educar la afectividad, ya que por lo que se conoce, esta produce afectos; también cuando la razón reflexiona sobre estos afectos que sentimos, pueden conocerse nuevas cosas o verlas de un modo diferente.
Así pues el Dr. Fernando Sarráis, experto en temas de afectividad y sexualidad, explica que la afectividad en realidad es una fuente de conocimiento. Esta da a conocer que ciertas cosas tienen efectos en nosotros, nos dice si nos afecta positiva o negativamente; también es un poderoso motor de la conducta humana, pues impulsa a realizar acciones que mantengan o aumenten los afectos positivos o que por el contrario hagan desaparecer los afectos negativos.
Conocer el funcionamiento afectivo
Ante esto, añade Sarráis, “el otro motor de nuestra conducta es la voluntad, que mueve a realizar conductas consideradas por la razón como buenas”. Quiere decir, que nos da un empujón a la acción para realizar lo que nos hace sentir bien o evitar lo que nos hace sentir mal.
La madurez psicológica, consiste en una armonía jerárquica entre estos dos motores: afectividad y voluntad. Jerárquica en el sentido que uno de ellos debe mandar para no entrar en conflicto.
En la madurez domina la voluntad, que manda lo que la razón califica como bueno; mientras que en la inmadurez domina la afectividad. Sabemos que ha ganado la afectividad cuando tenemos conflictos internos o sociales, provocando con frecuencia sufrimiento, que termina en rechazo o aislamiento.
Para finalizar, la educación de la afectividad es que el ser humano tenga un gobierno racional, libre y voluntario en sus vivencias afectivas o afectos. Esto lo logramos templando, o mejor aún, evitando las reacciones negativas (emociones, sentimientos, estados de ánimos que se sufren) y así tratando de que estos afectos se mantengan positivos el mayor tiempo posible.
Por ello es importante aprender a sufrir con “buen humor”, de esta manera nos preparamos para realizar con alegría el sacrificio que conlleva el verdadero amor.
GUÍA PARA AMAR CON EL CORAZÓN Y LA CABEZA 1.Estar dispuestos a arriesgarnos para cambiar nuestras vivencias afectivas. |
Por Lorena Sánchez Padilla
Lcda. en Periodismo Internacional
Máster en Matrimonio y Familia.