¿Quién no se recuerda con alegría y nostalgia los primeros tiempos de enamoramiento con su pareja actual? ¿Cómo se puede mantener esto a través de los años?
Lee la primera entrega sobre este tema: ‘Amar hasta la muerte: compromiso a perpetuidad’.
Al inicio de la relación de pareja todo parece maravilloso, un amor sin límites, sin problemas… “ideal”. Con ese amor maravilloso se casa la pareja. Se casa, por lo menos así debiera ser, pues experimentan un amor, que será duradero hasta la muerte.
¿Cómo se cultiva este amor?
La pregunta es muy pertinente, puesto que vemos tantos divorcios, tantas peleas… que pareciera que es cada vez más difícil vivir la verdadera esencia del matrimonio. Así como una planta –salvando las infinitas diferencias– necesita agua, fertilizantes, tierra nueva cada cierto tiempo, algo de sol y, por supuesto, todo tipo de gestos de afecto, cariño y amor. El amor de pareja necesita ser “regado” todos los días. Eso se vive desde los pequeños gestos, hasta los grandes sacrificios, besos antes de salir al trabajo, una llamada sorpresa durante el día, un mensajito.
De vez en cuando un “descanso”, como puede ser una cena romántica, salir juntos y solos a ver una película o a cenar y bailar. El matrimonio, por ello, debe tener espacios a solas entre los dos. Necesita un tiempo “sin hijos”. No es fácil, pero es fundamental. Si no tienen esos espacios, es imposible cultivar el amor. Parece un poco exagerado, pero no. Así como nuestra relación con Dios, exige un momento del día, en que paramos todo lo que hacemos, y dedicamos algunos minutos para rezar, para conversar con el Señor. De igual manera, la pareja debe reservar momentos en la semana, para que se dediquen única y exclusivamente a crecer en esa relación personal de comunión amorosa.
¿Cómo vivir el amor?
Coloquialmente hablando, en la relación de pareja se trata de buscar la felicidad del otro, es bueno que esta merezca lo mejor de mi parte. Es bueno para ella (o él) el amor que le puedo brindar. Por otro lado, es necesario, sano y bueno recibir el amor de la otra persona. Esos dos amores, juntos, abiertos a Dios, hacen que se viva una comunión de amor, que es más que la suma de los dos amores.
Esta es una nueva expresión amorosa, que da su fruto concreto, en la creación de una nueva vida: el hijo. Esto exige prácticamente, que me esfuerce por no mirarme tanto a mí mismo, sino me preocupe y me involucre con el otro (a). ¿Cuáles son sus preocupaciones actuales, sueños, problemas…?
Lo esencial es lo interior
Ese amor, que llevamos en el interior, nos hace recordar las palabras del zorro, al principito, del libro “El Principito”, de Antoine de Saint Exupery. El zorro enseña al niño, cómo cultivar una amistad. Cómo cultivar (domesticar) una relación fraterna. Dejando claro que lo principal, a fin de que se viva un amor auténtico, es mirar y amar con el corazón, con el interior. Es algo espiritual, del profundo del corazón. Va mucho más allá de lo físico, de una búsqueda sentimental –lo cual está muy bien y es necesario– sino que alcanza su plenitud y sentido en esa donación total, hasta que la “muerte nos separe”.
Por: Pablo Augusto Perazzo
Máster en Educación.